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BRACEA
Por Raúl Hernández
raul.hernandez.o@gmail.com
El exceso de carencia es de buena forma sobrellevado, sólidamente trabajado en el último libro de la poeta chilena Malú Urriola. Las fracciones ligadas al traslado fatal hacia un mundo de monstruosas situaciones son el gesto deforme de una obra transmutada. Los instantes se quedan como escenas de película rara, abriendo un zig zageo que adecuadamente se traslada hacia efímeras escenas de felicidad. La hermandad obligada y la inevitable privación de normalidad, cuaja de gran forma y se posa en imágenes inclinadas hacia oscuras fotografías.
La muerte sólo es un secreto y ya no es menester de algún sufrimiento. Conocer un amor de tres piernas, llevar una vida siamesa, tener dos madres y vivir una niñez de perros atropellados por trenes y tibios rasguños de alambre de púas sólo es parte de una vida sin inercia, asimétrica, casual.
La escritura de un diario de niñas limitadas y vivir de una vez por todas estos fríos momentos de desesperanza con la ternura de quien ve animales en las extrañas formas de las nubes. Las miradas se acercan poco a poco, y la escritura se transforma en un nuevo gesto, nuevas moralejas, disímiles mensajes que nos indican la dirección del viento, de la tarde, de la ciudad. Una vida fragmentada.
Y dando alcance a un mundo que quizás parezca irreal, es cuando el espejo de la realidad nos carcome el seño y encandila brillantemente, como una mirada de reojo, tras el hombro, que evita esta inevitable escalera rota, como una nota musical que desafina o cree desafinar. Las miradas de las voces de las niñas, las carreras de Tres Piernas a la par con el ferrocarril que extirpa, el mar que finalmente enarbola una hermandad que motiva frenar y observar hacia atrás, hacia leves remembranzas que fueron parte de la mímica cotidiana. Esta historia pictórica, esta dulce levedad del ser.
Entonces, esta obra que resguarda una historia gigante que avanza y se desangra de a poco, se transforma en un nadar de espaldas mirando el cielo, con esa paz del final inevitablemente, con el asumir, en el destello de la desaparición.
Malú Urriola exhibe en Bracea (LOM, 2007) un gran trabajo escritural que no conmuta con el poema que se ahoga en sí mismo. Es esta obra un laborioso libro de poesía que, como las pinturas de Balthus, entregan lo cotidiano en extrañas imágenes de transfiguración. La metamorfosis desarrollada a la par con la historia frágil del abandono. Ser parte de un instinto esencial, como el desarrollo de una emoción continua, que bracea, en todos los momentos de la huida.