Los detalles de una vida y la eterna tristeza por la desaparición de su mujer son algunas de las estrellas que iluminan el universo de Amado Nervo, quien a través de un lenguaje sencillo y libre de adornos no lleva a su fuero interno para relatarnos su agradecimiento, temor y dolor. Sin duda esta figura expresa su sentir sin compadecerse, sólo deja testimonio de su existir como el de cualquier otro. La imagen de su amada en constante fuga fue también tema de algunas de sus obras que nos invitan a detenernos y a reflexionar de lo que realmente es importante en una actualidad asfixiante, donde la vorágine y el espejismo del éxito están matando de infartos a jóvenes que no han pasado los 30 años. Es así como el simple acto de leer un puñado de poesías de Nervo nos quita las arcadas que nos produce la actual sociedad, tan sólo un breve repaso puede hacer florecer una rosa en el abigarrado metro de Santiago, donde la publicidad ya se materializó en un sarampión que cubre paredes y carros.
Para no desviarnos más del autor y así alejarnos de la realidad, nos referiremos ahora a los orígenes de Amado. Este sencillo joven nació, como mencionamos anteriormente, en el pequeño poblado, de Tepic. La muerte siempre raptó a sus familiares más cercanos, puesto que a lo largo de su vida muri ó su padre, hermano y finalmente su amada Ana Cecilia.
En el año 1900 viajó a París, enviado como corresponsal del periódico "El Mundo", a la Exposición Universal. En ese lugar lidió con personajes como Oscar Wilde, Verlaine y además conoció al amor de su vida, Ana Cecilia Luisa Daillez, quien muere prematuramente, en 1912, tragedia que incita al autor a escribir los poemas "La Amada Inmóvil" que finalmente se publica, en 1922. En 1905, ingresó a la carrera diplomática en la embajada de México. Más tarde pasó a ser Ministro en Argentina y Uruguay hasta que muere en Montevideo, el 24 de agosto de 1919, a los 48 años de edad. En PazMuy cerca de mi ocaso yo te bendigo vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos ni pena inmerecida. Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas. Cuando planté rosales, coseché siempre rosas! Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno; mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno. Hallé sin duda largas las noches de mis penas mas tú no me ofreciste tan sólo noches buenas; en cambio tuve otras santamente serenas. ¡Ame! ¡fui amado!!!, el sol acarició mi faz ¡Vida, nada me debes! Vida, estamos en paz... MI SECRETO ¿Mi secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido ¿Comprendes -tú que buscas los visibles ¡Pues tal mi vida es y tal ha sido
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