Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 7

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 75
Agosto 2005

NECROLOGÍA DEL EXISTENCIALISMO

Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge 1

En el año en que recordamos el centenario del nacimiento de Jean Paul Sartre (1905-1980), algunos críticos, poetas y filósofos encontraron el momento oportuno para adelantarse a declarar la muerte del existencialismo como corriente filosófica y de pensamiento del siglo XX. Esta pose necrológica llegó un poco tarde para otros, sobre todo porque el acercamiento entre marxismo y existencialismo, transitorio màs que ninguna otra cosa, los obligaba a declarar la muerte de todo aquello que alguna vez tuviera algo que ver con las ideas de Marx. Los entusiastas y perentorios sepultureros del marxismo querían borrar de la tradición del pensamiento occidental todo posible contacto històrico con corrientes de pensamiento otrora supuestamente impolutas de ateísmo, materialismo, o de antropología filosófica que pudiera recordar el paso de Marx y de su herencia por Occidente, como si su pensamiento tuviera raíces y orígenes completamente diferenciados.

La vuelta al existencialismo de Kierkegaard y Schopenhauer, ignorando a Sartre, significaba esencialmente que, debido al filtro del materialismo històrico aplicado por éste último, los valores primigenios del mismo, debìan ser recuperados para revitalizar algunas categorías analíticas que habían perdido su poder explicativo de la sociedad contemporánea, tales como la angustia, la fe, la responsabilidad histórica y sobre todo la libertad.

Hoy, en la sociedad de la globalizaciòn, tales categorías son fundamentales si queremos tener una idea un poco màs clara de lo que les està aconteciendo a los seres humanos con su cotidianidad, su sentido de la solidaridad y, sobre todo, de la esperanza. El acercamiento que tuvo lugar entre marxismo y existencialismo no cristiano, despuès de la Segunda Guerra Mundial, y particularmente durante los años sesenta y setenta del siglo XX, reposa sobre una idea de la libertad humana que se ha volatilizado completamente. Este tipo de cuestiones casi no se discuten en al actualidad, porque tal idea se ha transmutado en una nueva forma de comprender la cotidianidad, la cual tiene enlaces muy fuertes con nuestra comprensión de la homogeneidad y de la globalizaciòn. El acercamiento entre marxismo y existencialismo nos preparó para desarrollar una visión màs justa y comprensiva de la primera parte del siglo XX, un momento en que dos grandes guerras mundiales habían dejado a las personas casi sin ideas sobre la libertad y la esperanza. Pero dicho acercamiento tuvo que dejar lugar a una progresiva vulgarización de aquellas nociones, y nos abrió espacios para que arribaran al escenario viejas nociones con nuevos contenidos como "competitividad", "libertad absoluta de mercado", "eficiencia" y otras.

Nuestra inédita obsesión por la eficiencia terminó, finalmente, por consumar la derrota de las clásicas nociones de libertad y esperanza. Hoy se es màs libre entre màs esclavizado esté el individuo a la eficacia de su ordenador. La esperanza, hoy, es la vieja forma de llamar al delirio y, por lo tanto, no tiene vigencia alguna, en un mundo donde solo cuentan los resultados, el sentido práctico, lo positivo del rendimiento. De esta manera, el terrorismo pasó de ser una actitud, una mentalidad, una visión del mundo, a convertirse en personas, cosas, objetos y realidades inmutables que nada tienen que ver con la cultura, la civilización, la sensibilidad de personas y grupos humanos.

En la sociedad sin esperanza de los albores del siglo XXI, recordar a Sartre, era una obligación porque (no tanto por sus devaneos inconclusos con el marxismo sino porque tal inconclusividad era una forma de dejar abiertas las distintas salidas que tal acercamiento podría tomar), la obligación misma nos incitaba a estar reformulando constantemente nuestro entendimiento de la conflictividad y de la inmensa soledad de las personas en el nuevo milenio.

Se ha dicho que la Edad Media fue una época de soledad. Que el período de entreguerras (1919-1929) està plagado de la literatura, de la música y de las artes plásticas tributarias de un aislamiento terrible y profundo. Tan profundo como para plantear que, en última instancia, los únicos dueños de las responsabilidades y tareas de nuestras vidas, somos únicamente nosotros. "Cuando declaro, dice Sartre, que la libertad a través de cada circunstancia concreta no puede tener otro fin que quererse a sí misma, si el hombre ha reconocido que establece valores, en el desamparo no puede querer sino una cosa, la libertad, como fundamento de todos los valores. Esto no significa que la quiera en abstracto" . Aquí importa llamar la atención sobre la idea de "desamparo" que Sartre desarrolla cabalmente en otra de sus obras , porque tal idea bien puede ser un artefacto todopoderoso para entender al adolescente que se pasa setenta horas por semana frente a su equipo de juegos hogareño.

La poesía que està implícita en la noción de "desamparo" es tal, que los existencialistas no pudieron ponerse de acuerdo con los marxistas sobre la misma, porque para una filosofía de la sociedad y un método de indagación histórica que se sustenta en la solidaridad y en un principio muy desarrollado de la vida comunitaria, el desamparo es sólo un gesto, un mohín pequeño burgués que no va màs allá de su precario perímetro individualista. En estos casos el marxismo se convirtió en un poderoso soporte de la personalidad, debido, en gran medida, a su alegre y desarrollado sentido de la esperanza, pero dejó intacto el "desamparo", sobre el cual el joven Marx escribiera tanto. Marx, no obstante, escamoteó el riesgo de hacer predicciones sobre el futuro de las emociones y de las individualidades en una sociedad plenamente libre, donde el "desamparo" ya no tuviera arraigo.

El arraigo del desamparo, entonces, fue una de las provocaciones que pensadores como Foucault posteriormente asumirían como suyas, para desplegar esas vigorosas explicaciones de la sociedad contemporánea desde la óptica de una "gran prisión". El existencialismo, entonces, con este tipo de herederos, encontró salidas a la inconsecuencia que el desamparo introdujo en el siglo XX, entre las acciones colectivas de los hombres y los límites reales de su soledad. Si estamos desamparados, no tiene lógica hablar de una libertad creativa y de una esperanza productiva. El desamparo sería el magma que penetraría la totalidad de nuestras acciones.

Recuperar las esencias del existencialismo, de los caminos trazados por Sartre y sus herederos, y de su acercamiento con el marxismo, es una escogencia ineludible en un mundo que hace rato perdió la conciencia de su màs total desamparo y nostalgia de la libertad y de la esperanza. La conciencia de la nostalgia es un requisito para que la fe tenga sentido y efectividad en el hueco de nuestra cotidianidad. Sobre este aspecto el marxismo tenía muy poco que decir, pero el existencialismo nos enseñó que nuestras preconcepciones de la libertad, de la fe, de la esperanza y, sobre todo, del desamparo, apenas empiezan a tomar forma. Y nos devuelve al principio cuando nos dice que somos nosotros los responsables de la forma y contenido conque construyamos aquellas nociones. No hay necrología entonces.

 

1 Historiador costarricense (1952), colaborador permanente de esta revista.
2 El existencialismo es un humanismo (S.A.E.) P. 62.
3 El Ser y la Nada (hay varias ediciones).

 


 



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