El poeta Jordi Lloret Pacheco, nació en Santiago, en 1957. Ha publicado en poesía Soñándote (1980), Deslecturas (poesía visual, 1981), Alaridos de un náufrago (1982), Insopmío (1994), Solotoñernos (1999) y Ladridos (2002) ; y las prosas Ráfagas de cosas (1989) Textos Áticos (1998) y Cuento y Poesía (con Juan Muñoz Veillon, Talca, 1998). En la década de los '80 tuvo una destacada figuración en la capital, donde dirigió el Taller Matucana, como en Barcelona, ciudad donde residió por varios años. Su nombre es, además, vastamente conocido en el ambiente nacional y no son pocas las publicaciones donde aparece. Como gestor de programas televisivos y radiales ha entregado una valiosa contribución en el género. Por estas razones, una tirada tan pobre -y de excelente diagramación debe añadirse- resulta dolorosa, aunque una clara muestra de nuestra realidad literaria. Lloret ha incursionado también en la música y en las artes visuales. Actualmente integra el grupo de poesía y arte mapuche Acuy Piam (llegó dicen...).
Nanita pala Toña de Soñándote (1980)
Palín palán
correr quiero correr
para ser viento
y vuestros pelos mover.
Palán palín
soñar quiero soñar
para construir una barca
y vogar y vogar.
Palín palán
cantar anhelo cantar
con todos los niños
para a los grandes enseñar.
Palán Palín
amor anhelo amor
para tiernamente
jugar y jugar.
Inténtalo
...vuelas palomita sureña
ternura de cuculí, corazón del aire;
juntas palitos en las callampas de la urbe
para lechos circunstanciales,
que se prenden y apagan
cual destellos de luz
en la tormenta.
...alegre bosque austral
salitreña boa del loa,
perteneces a la montaña
a al tundra
a los huanacos y pumas;
no revolotees vestidos de reyes
ni botellas vacías,
deja las máquinas y el asfalto
y vete a soñar
a las ciudades verdes que aún quedarán.
de Ladridos (2002)
(Estoy echado
al lado del poeta que escribe
hace varios días
sobre nosotros
y de vez en cuando
me mira
ora riéndose
ora llorando)
Merlet
Logré salvarme de la redada feroz
y con dos amigos
logramos llegar al cerro mauco.
Vivimos en silencio
en lo más alto de este valle
del Aconcagua y nuestra mirada
no rebota en kilómetros.
Pero el hambre
pone la música en nuestro estómagos.
A veces caen algunos ratones o pájaros.
Los días felices algunos conejos
y mucha melancolía.
El otro día
vino una pareja buscando
restos antiguos
e intentaron hacer un asado
pero soy un hijo de ladrón
necesitado y veloz.