Santiago de Chile.
Revista Virtual.

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 60
Abril 2004

 

FERLINGHETTI ESTÁ VIVO
EN SAN FRANCISCO
Sobreviviente de la generación
beat de Ginsberg, Kerouac, Burrouhgs


GONZALO ROJAS
NO ES NINGÚN MANCO

Por Rolando Gabrielli

Gonzalo Rojas no es ningún manco, ya se echó al bolsillo el Premio Cervantes. Sin una mancha, inmaculado, cabalga hacia Alcalá de Henares, nuestro laureado vate del Lebu oscuro carbón, profundo sur, hoy chillañejo, guiñándole el ojo a Nicanor Parra, oriundo de esas tierras de glorias chilenas en el gran pedal de la poesía.

Ya es un mito, el poeta Contra la muerte , desde la miseria del hombre, se levantó y se apresta a entrar con sus molinos de viento, reflejado en el espejo de antiguas dinastías chinas, bajo el relámpago de su poesía, al Reyno de España como el Arcipreste de Hita de la capitanía general de Chile.

Nada de gloriola, dice ahora con su maestro Huidobro, frisando los 87, cuando el caballero de la triste figura sólo llegó a los 50 y murió absurdamente cuerdo.

La majestad de la poesía chilena fue recibida por sus majestades de España, en la segunda versión de Rojas por esos pagos, premio también Reina Sofía de poesía. Ya se sentía afortunado de concurrir allí, dijo en esa ocasión, y recordó que la Reina Sofía en sus pasos por la Patria Grande de América, es recordada por su nobleza de espíritu en aras de la libertad. Aún la recuerdan y la aguardan las estrellas del sur encima de las mesetas andinas del Altiplano y de las nieves eternas de Chile, subrayó Rojas el 92 en Madrid.

Con paciencia china, uno de los mandarines de la poesía chilena, se ha instalado en el templo de la palabra que da vida y mata al adjetivo, porque Gonzalo Rojas es verbo, y así en la perfección del silencio que le otorga a sus poemas, casi en puntillas, se asoma al Olimpo, escenario real, ruta de todo poeta.

Y para efectos terrenales, el Olimpo está en Estocolmo, Suecia.

Oscuro, oscuramente provinciano de Chile, se definía Rojas en 1965 en un discurso en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) en uno de esos homenajes que se lleva el viento, pero que el poeta supo retener en un discurso memorable, titulado: La Palabra , donde advertía que aprendía de sus errores y se remonta, monta, en la niñez de sus palabras en un Lebu donde la pobreza aparta la miseria, y se presenta poeta": la realidad detrás de la realidad, pero desde el relámpago" La palabra es la fuerza del poema, ha sostenido de alguna manera Rojas a lo largo de su historia poética.

Rojas había escrito sólo dos libros el 65: La miseria del hombre , que poco enseñaba y recordaba y Contra la muerte , uno de sus libros mayores hasta hoy día. Poeta larvario, silencioso, muy dedicado a al docencia, talleres, encuentros, uno de los poetas más viajeros, y para su obra el destacado crítico literario chileno, Jaime Concha, destinó una línea en el ensayo Poesía chilena , editado por Quimantú, el 22 de febrero de 1972: " Otro es G. Rojas, autor de Contra la Muerte, (1964."

Gonzalo Rojas figuraba más en el subconsciente de la gran y reconocida poesía chilena, presente en los jóvenes poetas, un maestro con una obra parca, escueta, enjundiosa, atascada aún en si misma, contenida como un dardo que iba a ser lanzado por la mano.

Vino el exilio, la errancia del errante, después del 73 y recién el 77, su tercer parto: Oscuro , el 79 Transtierro, el 81 Del Relámpago, 50 Poemas el 82, el 86 El alumbrado. Hay recopilaciones , poemas sobre un mismo poema, una obra apretada en si misma, Rojas sobre Rojas, y nunca habrá poesía catarata, porque su trabajo es la palabra concisa, exacta, asfixiada, viva en el poema. La única que realmente es y puede ser. Al poema no le sobran ni le faltan palabras.

Esa es la tarea del poeta. La aguja en el pajar, buscarla por la eternidad y después pasar con un camello por su ojo. Nos podemos bañar una y mil veces en la misma palabra, lo que verdaderamente importa es el río del poema. Aguas que se renuevan precisamente en el uso que demos a esa misma palabra.

Poeta asfixiado, asmático, relampagueante, fragmentado, heraclitano, gustativo, olfativo, digamos de todos los sentidos, de la carne, de la tierra, del orgasmo y de la virginidad absoluta, la nueva palabra que nos convoca. No es un poeta de la adhesión total, reconocido por él, y ha hecho bien en estos años de la Guerra Fría, de sus idas y venidas, por Cuba, China, Estados Unidos, Alemania, Venezuela, España. Poeta, sí, de muchos espejos, y de sus reflejos, buzo de la vida y de la palabra, hijo de minero, al fin.

Hay una síntesis de la poesía chilena que vuelve a Rojas después de un largo recorrido, maratón del poeta en medio de la cordillera y los valles, el mar que recorre todo el territorio nacional. Neruda, la Mistral, Huidobro, de Rokha, sin objeción, y todos para ser más Rojas. Los españoles, franceses, Celan, Vallejo, Darío, la poesía es el largo recorrido que hace un ciego en un camino que se bifurca a medida que le llega la luz. El poeta debe cargar su pequeña lámpara, con kerosene o baterías, y graduar la oscuridad de sus palabras hasta hacer luz con ellas. Las palabras deben brotar, brillar como lentejuelas.

Gonzalo Rojas arrancó nuevamente el 77 con Oscuro y ya no se detendría el más laureado internacionalmente de los poetas chilenos, con premios importantes, a excepción del Nobel, que me supongo acaricia como corresponde a un corredor de fondo.

Materia de testamento (1988); Antología personal (1988); Scardanelli (1989); Desocupado lector (1990); Antología del aire (1991); Las Hermosas (1991); Zumbido (1991); Cinco visiones (1992); y Carta a Huidobro y Morbo y aura del mal (1994 .

El poeta fue tejiendo su espacio no sólo en la poesía chilena, sino del habla castellana y universal, y se acercó al oído del desocupado lector, como pocos, con su verbo rumiado en el sur, con escuela universal, en la diáspora y la tierra que ama, chileno de pura cepa, y a él le gusta que todo el mundo lo sepa. ¿Qué se ama cuando se ama?

Poeta de vivencias y palabras, testimonia con sus actos y lenguaje. Uno de nuestros largos camino de la poesía chilena. Con Rojas se homenajea nuestra poesía, desde el paje de Felipe II, Alonso de Ercilla y Zúñiga con La Araucana hasta nuestros días. Más atención deben poner las editoriales no sólo en los conocidos y laureados clásicos, los longseller, sin en la poesía chilena de las últimas dos décadas. El santo y seña de Chile en el mundo ha sido su poesía. Somos la Isla Negra, la oveja descarriada del idioma castellano, a buena hora y honra.

Demorándose, llegó, afirma el propio Rojas, a un oficio mayor, como el de la poesía, sin impaciencia y menos con el espejismo del éxito. Es otra cantera su poesía dentro de la gran poesía chilena y universal, piedra y cincel propio, el poeta busca lo nuevo en la tradición, en sus propias pobres palabras. Poeta sin ismos, Rojas, sin vanguardias, sin escuelismos, ni experimentalismos. Se sabe deudor, influenciado, pero no ignora que toda gran poesía tiene un puerto de partida y uno de llegada, cuando existe un capitán que conoce la ruta y sabe que su rumbo es el Sur.

Con usted Gonzalo, entra a Alcalá de Henares, el cuerpo largo quijote quebradizo huesudo, lanza en ristre, arenoso salitre, de hondos verdes valles, nuestro duro espinazo cordillerano, sur de fin de mundo, lago azul con volcanes nevados, isla de todas las islas, la memoria de los antepasados, poeta de tantos aires, y aún todavía, con la espuma vallejiana, el mar de la palabra, llega con Chile, pobre capitanía general, con un reinado en poesía.

Cuatro siglos después, con la varita mágica del éxito en la mano, llega Gonzalo Rojas a Complutum, la Alcalá de los romanos. Al-Kalam Nahar, le llamaron los árabes, castillo sobre el río, y de ahí, Alcalá de Henares. La tierra de Cervantes, el desdichado don Miguel, padre de una pareja humanamente imperfecta, graciosamente humana, profundamente terrena, nuestra, hondamente universal. Con Cervantes se premia la lengua, el castellano, que en poesía es doblemente idioma de muchas aristas, palabra de tantos viajes como hiciera el manchego caballero, con sus huérfanas hazañas la poesía cabalga en su Rocinante.

La desabrida
por Gonzalo Rojas

a veces me gustaban
pavorosamente las feas


I
1. Ahora ahí los ojos, los dos ojos de Oriana
esquiza y órfica, la nariz
de hembra hembra, la boca:
os-oris en la lengua madre de cuya vulva genitiva vino el
nombre
de Oriana, las orejas
sigilosas que oyeron y callaron los enigmas, el ángulo
facial, el pelo
bellamente tomado hacia atrás, sin olvidar sus manos
fuertes y arteriales de remera de lujo en la carretera y esa
gracia
cartaginesa, finamente veneciana, cortando pericoloso el oleaje
contra el infortunio torrencial, ahora
y en la hora de mi muerte Oriana.

2. ahí, traslúcida, con además
sus cuarenta y nueve que me son
flexiblemente diecinueve por lo fenomenal
del espinazo y qué me importan las estrellas
si no hay más estrella que Oriana, ahora ahí
con su decoro y esa sua eleganza, por decirlo en italiano,
adentro
de la turbulencia del mosquerío que será siempre la
ordinariez, llámese
casamiento o cuento de burdel, con chancro y todo, y rencor,
y pestilencia seca del rencor,

3. (¡cólera, a callar!), y otra cosa menos abyecta: ni soy
Heathcliff feo como soy ni ella Catherine
Earnshaw pero el espejo
es el espejo y Cumbres Borrascosas sigue siendo el
único
éxtasis: o vivir
muerto de amor o marcharse del planeta. De ahí
que todo sea Oriana: el tiempo
que apenas dura tres segundos sea Oriana. La luna
sobre la nieve sea Oriana, Dios
mismo que me oye sea Oriana,

4. solo que hoy no está. A veces
está pero no está, no ha venido, no ha
llamado por el teléfono, no anda
por aquí, estará fumando qué sé yo uno de esos 50
cigarrillos en los que le gusta arder, total
le gusta arder y que más da, se nace para pudrirse, o
para preferiblemente quemarse, ella se quema
y la amo en su humo de Concepción a Chillán de
Chile, ¡los pavorosos cien kilómetros
cuchilleramente cortantes!, me
atengo entonces a su figura que no hay, y es un
viernes
por ejemplo de algún agosto
que no hay y la constelación de los violines
de Brahms puede más que la lluvia, y el caso
es que el mismísimo Pound la hubiera adorado, por
loca la hubiera idolatrado a esta Oriana
de Orion en un sollozo
seco de hombre la hubiera cuando no hay
Rapallo, la
hubiera cuando no hay, y
sigue la lluvia, y las
espinas, y
además está sucio este compact, no suena,
porque el zumbido mismo no suena, o
suena al revés, o
porque casi todo es otra cosa y
el pordiosero soy yo, y qué voy a hacer
con tanto libro, con
tanta casa hueca sin ella y esta música
que no suena.
Llamará,
el día de mi muerte llamara.


II
5. Piedad entonces por la sutura de su vientre: a usted
la conocí bíblicamente allá por marzo
del 98 en la ventolera de algún film
de antes, ciego y
torrencial a lo Joan Crawford, las cejas
en arco, cierta versión eléctrica de los ojos, el
camouflage
del no sé, el hechizo
esquizo, el sollozo
de una mujer llamada usted
que aún, pasados los meses, se parece a usted en
cuanto a aullido
secreto que pide hombre
conforme a las dos figuraciones
que es y será siempre usted, mi hembra hembra, mi
Agua Grande a la que los clínicos libertinos
llaman con liviandad Melancolía, como si el tajo
de alto a abajo no fuera lo más sagrado
de ese láser incurable que es el amor
con aroma de laúd, y no le importe que las rosas
bajo el estrago del verano le anden diciendo por ahí .......fea y Arruga, ríase, huélalas desde su altivez, métase
con descaro en lo más adúltero
de mis sábanas como esta escrito y conste que fue usted
la que saltó por asalto al volcán, y no lo niegue, ándele airosa
entonces pero sin llorar, equa mía, la
Poesía no le sirve, Lebu mata, mi
posesa flaca de anca, mi
esdrújula bellísima de 50 kilos, vuélele no
se me emperre en ese inglés metalúrgico
de corral, todo
entre nosotros no pasó de mísera
ráfaga telefónica que alguna vez llamamos eternidad:
usted misma fue esa ráfaga. Lacán el rey
se lo diría igual: ándele, vuélele paloma
casi en mexicano, no
le transe a la depre, báñese
en alquimia espontánea, tire
la fármaca a la basura, eso engorda, déjese
de drogas, de analistas, de
concupiscencia nicotínica, y si ésta loca
vuélvase mas loca, baile
en pelotas como la muerte, apréndale a la Tierra
que baila así, ¡y eso que el sol la exige traslación! Bueno
y, para cerrar, si su juego es irse váyase
a otro seso menos diabólico, elija:
culebra, por ejemplo, ¿no le da para culebra? Eva
comió culebra como usted dos veces: ahí ve
como va la Especie desde entonces, cómo
se arrastra pendenciera pidiéndole perdón a las estrellas
por
haber parido peste, ¡puro border-line
y miedo, y rosas, dos
rosas venenosas!, ¿no cree usted? ¿Quién
tiene la culpa
si nunca hubo culpa? Preferiblemente
cuélguese alámbrica
a todo lo larga y preciosa de vértebras que es usted,
baile ahí pendular en el vacío unos diez
minutos, a ver qué pasa
con el estirón, para crecimiento
y escarmiento:


III
6. A otro con mujer umbilical así: tranca
del no sé, fulgor y nicotina hasta las pestañas, humo
y humo, a otro
que transe, yo no transo
ni voy a canjear ante los dioses encanto por llanto.
Patética pide cosmética. Vacío
exige hombremente vacío.

7. A elegir, madame: o el frenesí
y el éxtasis del amour
fou que es el único amor
que habrá habido sobre la tierra, o
la raja seca de la higuera
maldita.

8. Ay, lo culébrico
de la situación, no es que la vulva
misma sea culebra, ni el hueso
de la esbeltez sea culebra, lo culebrón
hasta el desgarrón es el argumento
de la obra: una madre-hermosura, dos
infanto-fijaciones amarradas a la hermosura
de la madre, más
los respectivos escondrijos, un
psiquiatra confidente, un abismo,
siempre hay un abismo,
y yo, ¿qué hago yo
que no soy Freud en ese abismo?


IV
9. Volviendo al barranco de la repetición que viene a
rematar
en la misma calle corta [septiembre número
125 , wrong number],
parco y
más parco, al mismo historial
clínico y lagartijo de la mismísima posesa, no
todo era tan depre, su ánima
era depre, la perversidad
de su pescuezo picoteado era depre, la tábula
rasa de sus pezones era depre, pero no
la armazón fragante del pelo
pintado, ni sigiloso
el pelo otro de los tactos, ni el
arponazo diamantino pese a la Arruga
y a los estragos de la Arruga, ni mucho menos la
altivez
del hueso hermoso.

10. Marcial
el de los epigramas le hubiera corregido
la nariz pero a mí esa nariz
de romana imperial me fascinaba
¿qué quiere usted?, no
por el cartílago menesteroso de oler
Mundo, no, ella no era Mundo, ni veía
ni leía Mundo viajara lo que viajara, ni
para qué decir libro de leer, salvo
eso sí la tele de 8 a 9, la serial
después de la oficina, los pies
vulgares encaramados en la cretona
desteñida del sofá, además quién
era ese quién, el Marcial ése, clásico de qué,
¡ el día que lo sepa!
¡por internet el día que lo sepa!

11. Sé que no debo, sé
que no debo saber nada, que ese colchón
anancástico en el que duerme no se lo compré yo ni
nada, que llegó ahí solo, que
subió solo por la escalera crujidora, que
las joyas, los aretes, los perfumes de París y
no París, los zapatos espléndidos, esos trajes
de estación cortados a su medida
cicatera y bulímica, los
espejos irascibles, la música,
ese equipo para oir a Brahms, todo eso
llegó solo a los escondrijos
de esos clósets, los retratos,
incluyendo el de mi madre,
Dios mío, incluyendo el de mi madre

12. ¡y ahí anda fría la culebra!

13. Dos figuras de mujer: la cuentamundo
y esta otra: la sacacuentas. Tiro
a encender la yegua en la última: yerro, la
sacacuentas no es buena yegua, ahí mismo
está el caso: lo camufló todo, lo
urdió todo la taimada,
inventó el suicidio, sollozó,
y ahí anda la culebra,
me consta que ahí anda la culebra.

14. A veces habla de amor, transa, el pacto
incluye Banco, casa, comercio
a escala de negocio
alto. No entra la imaginación, ¡fuera la
imaginación! Nada, nada de libros
arcaicos, murió el libro.

15. Viajes y más viajes. Dijo que no
pero sí. Viajes y más viajes.
Compró cachivaches. Fotos y
más fotos. Subió a la Acrópolis, casi
subió a la Acrópolis. Pero
no vio a Píndaro.

16. Eso es más difícil, podrá abusiva
colgar la imagen de mi madre
en esa cueva de la parentela,
besarla, escupirla
con el asco de su flema:
tabaco y enfisema, podrá igual
disparar el cuchillo contra la mía foto grande
en ese clavo de la pared
con mar y roquerío al fondo, ¡la ventolera
de la Eternidad!, podrá, podrá
pero qué hago Teresa mía de Ávila ahí
colgando clavo ardiendo,
la pregunta misma es clavo ardiendo.

17. Fiera venganza la del tiempo como dice el tango: 55
no es buena edad, son meses de horror
de mujer de horror, las moscas
se han encargado de lo vivido y
lo podrido. Fiera
venganza la del tiempo.

18. Dos aromas de mujer: la cuentamundo
y la sacacuentas. -Nemo te condemnavit, mulier?
-Nemo, Domine.
-Ni yo tampoco te condenaré.
Percanta, mi percanta.

19. Hablé con Matta, anoche hablé con Matta en
etrusco, [Tarqüinia
adentro], no hay culpa me dijo, lo endógeno
y lo reactivo son lo mismo, el cuerpo
que tengo y el otro cuerpo que soy,
lo que hay más bien
insistió es una italiana triste
que iba para Beatrice y se torció
por lo que haya sido, se arrugó
por dentro, lárgala, la
torcedura es irremediable, diagnóstico:
desabrimiento intrínseco. Nerval
vio el sol de la Melancolía, esto
no es Melancolía, no corre aquí:
hiede.

20. Tiempo que no la veo, cómo es que se llamaba
esa loca, perdí contacto angélico y
electrónico, claro
recuerdo el número
125 de la calle corta con esa perra
que ladraba y ladraba, unos visillos, unos
autos, unos aviones a chorro en Jerusalén
allá por el 2002 y esa vez que meó en Cafarnaún
a todo sol ¡habráse visto encima
de esos peñascos sagrados!
¡La pinta! Pensar
que las santas mujeres lavaron el bellísimo
cuerpo del Ensangrentado, y ella ahí mea
que mea flaca, fea, feroz,
encima del mismo Dios.


V (ENVÍO)
21. Ahora ahí los ojos, los dos ojos de Oriana
Malatesta, lo ir
y lo venir del hombre que ahora mismo está yéndose,
la una, la ninguna,
esto quiere decir la que me hizo hombre y
azar de hombre, la ser,
la ser y la más ser, los dos ojos de Oriana.

22. La que amo, y qué, la
que fue de otro y qué, la paridora
testicular de un ritmo que no es exactamente
mi ritmo, la que amo
y qué, mi bella desabrida
como escribí con exageración para no
llorarla torrencial cada mes, cada
infinitamente mes, mi libérrima
portentosa, mi esquiza, mi otro sabor
a hembra hembra, mi Oriana, la
que ese martes de mi muerte llamará, mi
qué se ama cuando se ama, mi una única, mi
ninguna. La beuté
será convulsive ou ne sera pas
. La que amo,
y qué.

André Breton:
"La belleza será convulsiva

 

 

FERLINGHETTI ESTÁ VIVO
EN SAN FRANCISCO


Sobreviviente de la generación beat de Ginsberg, Kerouac, Burrouhgs

Desde Panamá, Rolando Gabrielli

Qué horror, qué placer, Lawrence Ferlinghetti está vivo en San Francisco y Joaquín Vergara, periodista chileno, que llegó antes que el tranvía a la mítica ciudad, no sólo no lo conoce, sino hace oídos sordos a mi súplica que lo ubique para conversar algunas cosas sobre poesía, de su ciudad, Kerouac, Ginsberg, los beatnik, el mundo que es una margarita en un racimo de bombas subterráneas. La poesía se deshoja con una granada en la mano y en la otra no sabemos que verso se está cocinando. Ferlinghetti sabe que se está cocinando.

Al diablo me digo, qué saben los periodistas de poesía, y me pongo a buscar en mi vieja biblioteca alguna huella de Ferlinghetti y recuerdo que un marica de teatro, panameño, me robó Aullido (Howl) de Allen Ginsberg, otro santón carismático de San Francisco, el padre espiritual del Flower Power y del Hippismo. Aún siento los aullidos de ese libro perdido. No lo he vuelto a comprar, el griego vende a unos precios horrorosos, y hace creer que es un duende quien marca y remarca los nuevos valores que les asigna de noche a los poemarios para hundirnos en la oscuridad de la palabra escrita.

Ginsberg gimió el primer borrador de Aullido, vomitó sus versos, los expulsó de sus vísceras, en un recital, una noche mítica del 55 en la Galería Six, el día del reencantamiento del público y la poesía en San Francisco. "La mente es la belleza de la forma", decía Ginsberg. Un chillido rítmico supurante de la sociedad y sus comparsas, subterráneos sonidos, vociferantes formas, se instala en la cátedra de la desolación, un camino de presagios, lo que viene.

Ahí está Ezra Pound con su gusanillo atornillado a la garganta del poema, con sus cantos y ecos mayores, desde Lorca a Whitman, Blake, y más. Ginsberg, además de ser un gran poeta que marcó el rumbo a la poesía en Estados Unidos en el siglo XX, fue un luchador social incansable, un detonante silencioso, ruidos, solitario, de las grandes masas subterráneas, un espíritu generoso de época, alguien especial, abierto, desprendido, solidario, amigo de sus amigos, y supo compartir el catre, la vida todo, con sus compañeros de juego. Una leyenda más allá de las fronteras de Estados Unidos, vaciado de su propio Espíritu Santo. Ángel y Demonio, arrastró la estrella fugaz descolgada de un balcón en San Francisco. Desnudo ante su espejo trizado avanza por Denver, Colorado, sin fronteras, en las rocas rojas bajo las montañas de un sol rojo, en Colorado, espacio mítico de los beat. Y en Aullido dice, proclama la sociedad contaminada de dolor, muerte, subterránea, agónica, enfrentada al establecimiento... y habla también de quienes viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes.

Si Ferlinghetti lee esta nota, sabrá de que estoy hablando. Busco una vieja antología de poesía norteamericana de tapas gruesas, blanca, editada por Ernesto Cardenal. Este es el proceso, puesta en escena, atmósfera para entrar en Ferlinghetti, comunicarme con la memoria, y rodar por un San Francisco que no conozco. Me acompaña un señalizador mágico de libros que me envió mi amor con un tranvía ascendiendo por las calles que llevan al cielo en Fan Francisco y detrás la Bahía. Unas nubes delgadas, esponjosas, de algodón empañan el cielo azul de San Francisco, pero no se borra.

Hace muchos años me imagino, adivino la ciudad, viajo insomne, asciendo por sus calles, en algún bar me detengo, toco la madera del mesón, miro a mí alrededor, un cielo azul me espera para inaugurar el día con una buena cerveza y caminar las calles sin tiempo.
San Francisco, California, es tierra gemela con Valparaíso, Viña del Mar, la costa central de Chile, ambas tienen la misma geografía, la falla geológica, telúrica, el mar, las calles empinadas. Frutas de un mismo paraíso, ambas ciudades son secretas canciones de marineros, nostálgicas bahías bohemias, sus cerros imitan las escaleras al cielo, pero son terrenas, frutas de un mismo árbol, la poesía. Puertos del Pacífico, ciudades hermanas en el lenguaje telúrico de la tierra, balcones de asombro. Ventanas que miran más allá del mar, sin límites los ojos de la ciudad que sabe ser íntima, personal, callada, auténtica. Portal a Oriente de Estados Unidos, le llama Rudyard Kipling a San Francisco, y serena indiferencia al destino, guardiana de dos continentes, le dice Bret Harte y Shapiro, el último rincón de los bohemios. Es en ese escenario que aparece Ferlinguetthi en 1950, ciudad de jazz, poesía, bohemia pura, de calles plateadas por la luna, con su inconfundible habla coloquial. Ginsberg, Kerouac, James Harmon, Gregory Corso, Philip Walen, Michael McLure, Robert Creeley y Gary Snyder.

No nos vayamos fuera de la línea del tranvía, hacia una ascensión equivocada, que no sea otra que la palabra en el poema. Ferlinghetti ya está instalado con los santones de San Francisco, el movimiento Beat, la nueva poesía contaminada con la vida, sin adornos, destemplada, y se apoya en Pound: "el objeto en su naturalidad es siempre el símbolo adecuado". Pound decía que la poesía es el lenguaje cargado de intencionalidad, y los poetas beats, jugaron esa carta con Ginsberg a la cabeza, abriéndole los sentidos a la palabra, al poema, al máximo, en caliente y tiempo real. Un grito, un aullido, un estallido. Los beat nacían en 1958, según el Time. En los 70, fundaría Ginsberg con Anne Walden en Boulder, Colorado, una escuela alternativa para enseñar poesía y brindar oportunidades de trabajo a la gente joven. La llamó de Jack Kerouac School of Disembodied Poetics.

Detrás de ellos o delante, Burroughs, Ginsberg y Kerouac. Especialmente Kerouac que sostenía que había que escribir de acuerdo con las leyes del orgasmo, a toda prisa, hasta sentir calambre, con intensidad. Era el iluminado entre San Francisco y Denver, que llevó a decir a H. Muller, que quizás la prosa norteamericana no se recupere más después de Kerouac. Y más atrás, no del movimiento beat, sino de la inspiración de Ginsberg, Whitman y William Carlos Wlliam junto al ya comentado viejo Ezra. Ahí está el circuito más o menos cerrado, más o menos abierto, como debe ser.

Cuando Nicanor Parra estuvo en Estados Unidos a fines de lo sesenta, Ginsberg leyó un poema de él en inglés (máximo honor para un visitante), porque el poeta chileno había sido escogido como el poeta de una reunión internacional. Sin duda la poética de Parra está vinculada con ese movimiento, una poesía desgrasada, pero sacada de la calle, del subterráneo psicológico del individuo, del hollín de sus días. Cada poema en sus pisos de doble fondo, la máscara y la ironía, una corriente fría, electrizante, la palabra deshuesada, pero no invicta, si renovada, usada de una manera sin uso. Ginsberg ya había estado en Chile tres meses, y en una entrevista que es historia, el poeta chileno Jorge Teillier, lo describió así: Su aspecto varía entre el de predicador religioso, comerciante ambulante y guerrillero cubano: frondosa barba, melena, desaliñado atuendo y un equipaje consistente en un gran bolso de buhonero y una caja de cartón

El estante me devuelve la mirada, busco, todo está cambiado desde que saqué a asolear los libros este verano, para quitarles la humedad tropical, el camino más corto para que se desintegre la palabra, con lo floja que está la verdad en estos tiempos. Blake, Michaux, Eliot, Diego, Cardenal, Kavafis, Cáceres, y van saliendo, pero la antología blanca, no hace la menor seña. Sigo con el texto.

Ferlinghetti es el sobreviviente de todo ese movimiento, una generación que Ginsberg dijo en Aullido, la vio morir, perderse en la droga, los talentos se volaban los sesos en las calles, con alcohol y fornicaciones sublimes. Dueño de la célebre librería y editorial City Lihgts de San Francisco.

En el recital que dio un viernes 13 del 2002, en México, dijo: "Soy un artista de los medios publicitarios... Soy el más avant de los avant... Soy el poeta que ha deshecho el idioma.... Yo pinto imágenes profundas... Le escribo canciones a la gente común... Estoy muy joven para morir". Eran sólo algunas de las ideas que mostraba Lawrence Ferlinghetti en su poema Poeta ciego, que él mismo leyó entre varios más" Y volvió a México a principios de este año y a sus 84 años, editó el libro La Noche mexicana.

Ferlinghetti creía en el trabajo poético, hacer el poema, laborar la palabra, y no quedarse en una primera intención como preconizaba Ginsberg: la total naturalidad del texto. Ferlinghetti es un hijo autorizado de la búsqueda, muy próximo al innovador constante, Ezra Pound, al corrector incorregible. Es una vos en medio de muchas voces, recoge los escombros del mundo y levanta sus edificaciones, Será una voz mestiza/ una voz políglota cantando/ tarde en la noche/ en las extendidas llanuras/ donde la desaparición de las luciérnagas/ señala el amanecer de una época.

Es un crítico de su tiempo, revaloriza el caos, un cronista, registra la atmósfera, las cosas Ha sido enviado, dicen sus versos, a describir la vida/ en el planeta tierra/ a contar las historias/ de qué Cuándo Dónde Cómo y Por qué.
Poeta de la coyuntura, podríamos decir también, de los hechos, la actualidad factual, del presente porque cree en un mañana mejor, y desde su época beat Ferlinghetti se ha jugado esa carta del hoy, porque mañana puede ser demasiado tarde. Un poeta del presente inmediato pero con visión de futuro: 'Entonces ahora es el momento para que hablen/ Todos ustedes amantes de la libertad/ Todos ustedes amantes de perseguir la felicidad/ Todos ustedes amantes y dormidos/ Profundamente en sus sueños privados/ Ahora es la hora para que hablen/ Oh mayoría silenciosa/ Antes de que vengan por ustedes'.


Quizás esa generación beat podría definirse como la que asaltó el sueño americano, no le arrancó la cabellera, tal vez algunas plumas, pero sentó el precedente de la inconformidad del sistema, se desintegró con él, le prendió fuego e inauguró un nuevo espíritu para la poesía, la sociedad en rebeldía y terminó inmolándose físicamente más allá del poema. Generación que usó la jeringuilla abiertamente en los sótanos del alma y se paseó desnuda por las aceras de la vida norteamericana, no comulgó con Viet nam, amó la paz por sobre todas las lápidas de la vida y aún así subió al caballo de la muerte para alcanzar la victoria.

El poeta y editor de City Lights, es lo que nos queda d ela leyenda beat, y para él son estas líneas.
Una de las famosas frases de Ferlinghetti es : yo veo lo que ustedes no ven. Y fue lo que me ayudó a encontrar la vieja antología norteamericana, pero ya el texto estaba escrito.
Está en mis manos la edición Aguilar, pero no está tan blanca, el tiempo, los viajes, las bibliotecas, las manos, me dicen que nosotros, los de antes, ya no somos los mismos, y los libros tampoco.

El poeta como pescador
L. Ferlinghetti


A medida que envejezco
percibo que la vida
tiene la cola en la boca
y otros poetas y otros pintores
ya no encarnan para mí
ningún tipo de competencia
El cielo es el desafío
el cielo
que aún debe ser descifrado
ese alto cielo
ante el que caen agobiados
los astrónomos
con sus grandes orejas electrónicas
ese cielo
que nos susurra constante
los secretos finales del universo
el mismo que respira
hacia adentro hacia afuera
como si fuera el interior de una boca
del cosmos
el mismo cielo
que es el borde de la tierra
y del mar también
el cielo
de voces múltiples y ningún dios
rodeando un océano de sonido
que devuelve ecos
como las olas
que estallan en el murallón
Poemas enteros
diccionarios completos
enrollándose
en la explosión de un trueno
Cada atardecer un cuadro instantáneo
cada nube un libro de sombras
a través de las que vuelan salvajes
las vocales de los pájaros
que llorarán repentinamente
Ese firmamento para el pescador
está despejado
a pesar de las nubes oscuras
Él lo observa
lo estima por lo que es:
el espejo del mar
a punto de precipitarse sobre él
en su bote de madera
al filo del horizonte oscuro
Nosotros lo imaginamos como un poeta
siempre cara a cara con la vieja realidad
donde los pájaros nunca vuelan
antes de la tormenta
No lo dudes
él sabe lo que caerá desde las alturas
antes de que amanezca
él es su propio vigía
en su embarcación
atento al sonido del universo
dando cuenta de las visiones
de la tierra de lo viviente
con su voz poderosa

****

ESTE ES TU ESPEJO

Este es tu espejo, amor

y la cruz de mis días, la imagen

que tu proyectas  en el ciego cristal,

que te refleja como si  mi memoria

viviera con tu cuerpo desnudo, afiebrado

en el temblor de estos días inútiles.

Oh, señora mía, libérame en la carne,

la piel nos grita en la sabia memoria de la noche.

Luna, las albas sábanas, nieve de estos días,

tus copas alzadas, aguas contenidas.

Sólo entremos a un tiempo, digo, ahora,

que en nosotros avanza la noche

y nos nombra extranjeros.

 ROLANDO GABRIELLI

 

 

 

 


Rolando Gabrielli
 
Rolando Gabrielli
es Periodista y Escritor chileno

Si desea escribirle puede hacerlo a:
panaglobal@hotmail.com

Actualmente vive en
El Dorado, Panamá

 

 


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