Negar el logos es negar los
600.000 años de Historia de la Humanidad. Nada más primitivo puede
ser presentado como absolutamente moderno.
Exigen callar: que se sepa el hombre esta comenzando con su ecolalia,
su glosolalia y no el tiempo de su 'dislalia' final. Es el tiempo
de la Eulalia.
Negarnos cuando somos, ¿para qué?; ¿a quién convocamos, para quién
escribimos, para los muertos?; y si es así, los muertos escriben poesía?
Entonces hay una conexión con el mundo del Hades y los poetas supuestamente
'modernos'.
Mientras estamos fuera del espejo, fuera de los otros, somos nadie,
mas cada espejo (el otro) nos convoca al colectivo singular (sic).
¿Cuántos milenios debió pasar el protozoo andante para sentirse
'yo'? Y cómo es que ahora que lo ha conseguido terapéuticamente
sano, quiere esquizofreniarse. La poesía es lenguaje, es logos,
es lugar conquistado, destinado a modificarse, no anulado. Sólo
con un Universo fundado puede inaugurarse nuevos planetas de versos.
La poesía oral es oralia,
y si lo es, es música, delirio, trance, escape, ya que la mórula
es la salivación por el sentirse UNO. Nacer es llorar desde ese
antes, desde ese ingénito que venía desdoblado y que se concentra
como en un éxtasis fundante, desde, y es claro, el no ser, la esquizofrenia,
al ser, la personalidad.
Mundos muertos, mundos silenciosos, no son mundos poéticos; la muerte
es la nada, no puede haber una 'escatología' de la nada, de la muerte,
tiene que haber un 'cuerpo' del 'delito', un cuerpo poético. Lo
otro es supra metafísica. Decir es inevitablemente ser, ser en los
otros, en la acción, en la existencia, en el commum (unido) de las
cosas y los seres. El lenguaje en la economía política nace de la
Necesidad de catalogar el mundo para vivirlo, no para negarlo. Toda
poesía, es inauguración sobre lo ya fundado. Es más que obvio. El
hombre, único ser que conoce la poesía escrita, es signo, es logos,
es el lugar 'común' sublimado.
No existe la poesía sin comunicación, sin el conocer, sin el pre-sentimiento,
y en esto la poesía lleva el futuro en su vientre, vientre cerviz,
faro, de reunión de todos los caminos para adelantarnos, nunca para
retrocedernos. El lenguaje es porque somos, porque hay comun-unión.
Cuando no éramos, nada 'éramos'.
Negar el yo es válido en tanto SOMOS, negar el yo aislándolo de
significado es negar al hombre: somos gregarios, nacemos hombres
y no otra cosa que Hombres, y en consecuencia ese campo referente
de experiencias es la base de la comunicación, de transmitir una
idea, por muy abstracta esta sea, por negada u obscura. La ceniza
es ceniza porque ha ardido. Eliot define bien cuando dice que la
poesía es tradición. ¿Cuál sería sino la función del ethos poético
sino servir al ser humano en comunidad? Crear no existe para el
hombre en el mismo sentido cósmico que para Dios; todo es recreación.
Y la recreación es mirar con terror los ojos del Creador, sólo entonces
se puede hablar de una 'poesía' original, no de la nada ni del negar-nos.
Cuando Rimbaud dice 'Yo soy otro', remite al otro, al fundirse,
a la comunión, que es donde todos los Otros se juntan para ser.
Sin este negar afirmando, no existe el arte, que es 'respuesta'
o interrogación de lo ya acontecido, de la caza establecida, de
la economía de la poesía. Cuando Altazor inicia su vuelo en caída,
no lo hace desde la nada misma, sino desde una función pre-establecida
de sociedad 'moderna', es el ángel de luz bella que canta sobre
lo creado recreando desde el lenguaje para 're-instituir' nuevos
logos, y cuando cae a la Tierra se da cuenta que ya no puede ser
sino un Nosotros que se viene fundiendo y por tanto su glosolalia,
su dislalia, es la alegría y la angustia de conquistar el infinito,
y no el vacío. Como sostiene Óscar Hahn, Altazor es un libro 'bíblico',
más cristiano que muchos otros, porque como Job parte negando, para
reiterar en todo su poema las Pre-esencias y finalmente, como un
cristo más, dar su vida por la salvación del hombre, con el que
termina UNO... entregado. No se puede negar lo que no existe, y
Huidobro no lo negó. Esa es la gran lección poética de nuestro tiempo.