Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757

 
“La verdad como alumbramiento y ocultación del ente, acontece al poetizarse"
 
Una conversación con el performista argentino Gabriel Montero
 
Por Samuel Ibarra Covarrubias
 
El mundo aparece en las palabras, en medio ya de una sociedad sin mitos, bajo el retroceso de lo trágico que modeló una conciencia luminosa de las cosas por mucho tiempo. Los tiempos lógicos y científicos, donde todo es reducible a un contenido del saber, de cuantificación, verificación y mensurabilidad, es la gran promesa para ganar la  tan preciada verdad universal humana. 
 
El mundo se ofrece ante todo como una y pura práctica y de alguna manera pensar un ser incómodo con estas meta-narratividades nos harían saber que las palabras y el saber nacen del olvido que pierde de vista el punto de origen. La conciencia de la racionalidad moderna modela un mundo irracional, triste, melancólico en hastió y duelo. Lo que se pone en la verdad de la nominación y sus significaciones, olvida que el acontecimiento nos revela genealógicamente las condiciones de posibilidad o de la venida de ésa verdad. Se vuelve necesario, entonces, cuestionar cómo hablar del origen del sentido y mostrar que el saber, el pensamiento y las palabras del orden del progreso y desarrollo nacen de una  brutal simplificación. El sentido se da siempre en una diferencia con su acción, que no se puede borrar porque activa una materialidad inmediata pero indecible y que sin embargo, tiene mucho que ver con lo dicho. Es en su querer decir donde aparece la potencia del ser en disputa, ése que permite decir el sentido y entender la palabra en su significación, vale decir, la luz de un acontecimiento imposible de las palabras. La obra del argentino Gabriel Montero nos pondría en un problema (en griego: problemata que quiere decir “lo que está enfrente”). La pregunta, el problema se torna fundamental, es en sí una “pregunta fundamental” porque iría a cuestionar las bases del sentido del hoy y su actualidad ciega de verdades, nombre y epistemes. El mundo de hoy se nos aparecería en verdades y palabras imposibles de refutar y el cuerpo de Montero acusa la violencia de esa veridicción. Esta conversación es la síntesis parcial de diálogos virtuales y de cuerpo presente, recorrida por una conmoción filosófica común, esperanzada en que la luz de las cosas se evidencie en su parecer poético. 
Samuel Ibarra: En muchas de tus performances directa e indirectamente, demarcas una señalización a una idea de tecnología, a un planteamiento donde lo técnico ocupa un lugar movilizador para pensar actos y objetos. Siento que hay en esa opción un planteamiento Heidegeriano, por llamarlo de algún modo, al hacer expandir la idea de que la esencia de lo técnico no es nada técnico, y que la contraposición decisiva con ella, se da en un ámbito emparentado con ella, pero también en otro diametralmente distinto y distante.
 
 
Gabriel Montero: La relación que planteo en mis performances con lo técnico es una relación de poder que pone en tensión al cuerpo como integridad imaginaria, pero a la vez también física mostrándolo desde una voluntad ciega, que ambiciona tener en control total de lo real. En este sentido creo que el giro que da Heidegger para pensar la técnica tiene la misma dirección en como yo diseño mi forma de accionar con respecto a la tecnología,  donde la razón instrumental no  deja de mostrar el irracional deseo humano por un determinismo absoluto sobre la realidad. Aunque que ambivalentemente no deje de arrojarlo a la inmanencia en la pérdida de sentido de su obrar en la vida. 
 
SI: Siguiendo esa idea (la técnica, sus usos y modelos de racionalidad que proponen) ¿hay un tu visión una suerte de fascinación y repugna por sus promesas? ¿No estaría presente en esa critica que haces al catecismo modernizador un antiguo terror a la perdida de medida, de limite? ¿De que el torrente modernizador y su violenta embestida lo modifiquen todo? ¿Tal vez  de forma más bien distinta enuncias un horror que hoy ya no vale nada y más bien sugiere no acobardarse?
 
GM: Anteriormente hablé de ambivalencia y creo que el desarrollo tecnológico nos presenta esa ambivalencia. No estoy ni a favor ni en contra, porque de todas formas el desarrollo técnico está allí, claro que es algo inherente a la condición humana, pero creo que por nuestra limitada voluntad consiente, está  bueno poder dimensionarlo más claramente como algo que en su desarrollo escapa a toda racionalidad. Creo que eso posicionaría a la especie humana de otra forma frente a la tecnología pero principalmente frente a sus deseos y ambiciones que alimentan un sistema en base de la usura, a la cual es muy difícil no acobardársele desde la acción, no así desde el discurso donde todos soñamos que somos  héroes en la era digital. 
 
SI: Nuestra época está signada por el poder de configurar el mundo y el Hombre, en completa indefensión, queda entregado a lo que él tenga de destructivo y avasallador .Frente a ese dilema vuelvo a Heidegger; ¿Cómo cruzar el “meridiano cero” del nihilismo total? ¿Ese aquel que suplanta e invierte valores, que pone a la técnica como suplantación de toda fe y la pone por ejemplo en su expresión concreta de poder, en fuente única de dotación de sentido? 
 
 
GM: Creo que el hombre hoy en día no es más destructivo que épocas anteriores, pese a los malestares concretos que nos aquejan dentro de la sociedad del bienestar y todos los que tristemente quedan  fuera de ella. Pero la conducta de consumo parasitario de nuestra cultura nos encierra en esa metafísica que nos propone la tecnología como herramienta de poder, que por otro lado cada vez tiene más potencia transformadora  y  eso la dota de más capacidad destructiva.  Por eso destaco al arte y lo poético  como una forma de transitar la nada de forma positiva (aunque nada tiene que ver con el positivismo moderno) dándonos la posibilidad de apertura, para que la vida no se cierre a la  única fuente de sentido que determine la realidad y así no caer en el sin sentido del progreso tecnológico.
 
SI: Si pensáramos en preguntar ¿qué busca tu trabajo?, ¿cómo y qué pregunta?  
 
GM: Creo en la acción del arte como una forma de reflexión/creación sobre la realidad,  ante la imposibilidad de definirla unívocamente. Más allá del tema particular de la obra, la pregunta en definitiva es siempre la misma; por dios o la nada, a partir de un goce estético que enmascara  dicha acción. Eso es lo que le abre paso a la acción artística en un sentido positivo, al devenir de un cuerpo, pasar de un “estado de apariencia” del “yo soy”  a un “estar agónico” frente a lo posible. Pertenecemos a una generación, donde el ser moderno y sus horizontes platónicos cayeron en un inevitable simulacro frente a los ideales de progreso que construyó el pensamiento occidental, donde  preguntarse por el “ser” ontológicamente hablando es una estupidez porque no hay tiempo para eso, porque aunque uno valla y vuelva  es una pregunta que no tiene respuesta permanente y principalmente porque es muy poco eficaz detenerse a preguntarse por el sentido de la vida  frente a las demandas de subsistencias que nos imponen las tecnocracias de la cual todos formamos parte. Por eso la importancia de Heidegger, cuando dice que “el hombre ha olvidado la pregunta por el ser y de esa forma se entrega al dominio de los entes (las cosas)”, ósea, en definitiva  significa  que la técnica lo domina a él, perdiendo contacto con los sentidos inmanentes de la vida. Pero pienso que ese paso a la acción desde el arte, por caótico que parezca, es una forma de dar respuestas  a esa falta que nos crea la necesidad de “ser alguien”. Frente a una cultura que no tiene muchas más respuestas de las que te proporciona un razonamiento técnico práctico, la cual nos trasforma en un bien de consumo jugando dentro de la sociedad de mercado del “Ser” al obtener la mejor plusvalía para nuestros anhelos.
 
SI: Has dicho recientemente en una conversación …”Las preocupaciones del estar aquí presente en la vida frente a los discursos: publicitarios, políticos, científicos o mejor dicho los andamiajes tecnológicos  que hacen posible que vivamos en esta realidad cultural y no en otra….. Y más allá de que no pueda ser definida como totalidad hay algo que la define en el ahora del cual somos parte… Esa reflexión  le asigna al arte, y en especial a tu discurso una urgencia muy acuciante… poner luces a zonas oscuras o poco visibles. ¿No crees, pensando en palabras del pintor Jasper Johns  que el arte mas que en cuestión, pone en iluminación?  Pone luz negra-dice, que hace   cortocircuitar radicalmente los dos polos comúnmente conocidos; producción/ consumo, vale decir, la obra no inventaría  nada , no crea nada y sin embargo ,imitando lo que esta allí del mundo , lo desvía en un contrasentido o sin sentido mas rico en sentido que el “ya allí”?
 
 
GM: Podemos pensarlo desde esa metáfora de la luz, pero también creo que al crear o al poner ahí, adelante “algo”, indefectiblemente oscurecemos otros aspectos de la realidad, otras posibilidades igualmente validas a nuestra propuesta por eso principalmente veo el valor  del arte como un diseño poético  porque  abre caminos  entre lo factico y lo teórico y nos posibilita no quedar encerrados metafísicamente en un único discurso o sistema de representación de la realidad y sirve como conexión para que no caigamos en el sin sentido de lo fragmentario. Yo trato de que el arte sea una experiencia hacia mí mismo tanto en su producción como en su consumo y no directamente con una exterioridad, el afuera o la alteridad. Esto no implica que no se vea afectado por ello,  se ve afectado por donde lo mire.  Pero explicado en términos Sartreanos creo que se entiende mejor: Intento que cada uno de mis trabajos sean lo máximo que puedo hacer conmigo mismo a partir de lo que lo demás hacen de mí. De esa forma a veces una obra llega a poder trasmitir algo y no simplemente una “nada” más dentro de la cadena de producción/consumo. Quizás si se pueda pensar en la luz como metáfora pero la veo más como una luz alumbrando alguna de las  fracturas lógicas que existen en todo discurso humano como constructor de una realidad que siempre el tiempo la hace distar de lo que se ensucia.
 

Escáner Cultural nº: 
171

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