POSMODERNIDAD: DESFRAGMENTACIÓN DEL ARTE
Orlan, “Beauty (Cult)ure” (2007)
POSMODERNIDAD: DESFRAGMENTACIÓN DEL ARTE
Maria Pia Cordero
mpiacordero@gmail.com
Desde que el arte abandonó su autonomía para abrirse a su heteronomía, apropiándose de las “cosas” mismas, comienza a adentrase en la esfera de la posmodernidad. Ésta puede ser entendida como la superación de los discursos, que en cualquier ámbito del saber, tienden a la unificación o totalización de sus argumentos o razones. En contraposición a la modernidad, caracterizada por la idea de progreso, la posmodernidad es fragmentación. Según el filósofo francés Gilles Deleuze, la posmodernidad puede ser caracterizada por cierto rasgo de “esquizofrenia”, al primar las diferencias y rupturas, en contraposición a la unidad e identidad de los relatos. Esta época, marcada por el influjo de los mass media, la globalización y el multiculturalismo, es sobrecarga de información, posibilitada en nuestros días, además, por el influjo de las redes sociales. En este contexto, el arte también se encuentra sujeto a tal desfragmentación. Hoy el arte es la acción por la cual se transgreden límites, manifestación de las diversas posibilidades que posee el hombre de darle curso a su vida, dentro de una era dónde las coordenadas que tienden a determinar todo sentido del accionar humano son ciencia y tecnología. Ejemplo de esta situación es el trabajo de la artista francesa Orlan (1947), cuyo trabajo opera entre la fotografía, performance, escultura, instalación y video art. Esta artista, manifestación de tal desfragmentación, juega con su propio cuerpo, desbordando los límites metafísicos, de los que el arte paulatinamente se ha ido liberando. El trabajo de Orlan redunda en Orlan misma. Jugando con su identidad, da a conocer la manipulación a la que puede estar sujeto el cuerpo, sobre todo el cuerpo femenino. Extremando la situación, en cada acción su obra, o sea, ella misma, es sangre, fluidos, carne cortada y suturada.
Orlan, Self-Hybridizations African, 2000-2003
Observando el despliegue del arte, bajo estos lineamientos, podemos llegar a concluir que la desublimación del arte implica necesariamente la desublimación del hombre. Mediante lo estético se rompen los tradicionales paradigmas morales o éticos. Es evidente que ya no asistimos a una forma de ver el arte como antaño lo hicieron los escolásticos, cuyo principal representante, el filósofo y teólogo Doctor Angelico, Tomás de Aquino, definía lo bello como id quod visum placet, lo que da placer a la vista, es decir, lo que causa el goce de la inteligencia, mediante las siguientes propiedades: integridad, proporción y claridad. Para Aquino, y en general, para todos los escolásticos, la belleza era splendor formae, esplendor de la forma, que implica estricta y necesariamente bonum et pulchrum, trascendentales del ser. Contrastando esta visión, el arte actual ha abandonado estos remansos, desde que el hombre comenzó a ser el artífice de su mundo, todo su hacer comenzó a teñirse de la inmanencia que insospechadamente comenzó a habitar. Así, el splendor formae de los escolásticos, quedó reducido al abiectionem formae, abyección de la forma, por la que el arte mienta lo más periférico y segregado del acontecer humano: residuos biológicos (sangre de una menstruación, heces, orina, vómitos), sexo y su sexualidad (heterosexual, homosexual, transexual), sus enfermedades y sicopatías (bulimia, anorexia, SIDA, esquizofrenia, violencia, adicciones, etc.), así como también sus veleidades morales: esclavitud, prostitución, pedofilia, aborto, etc. De este modo, el arte contemporáneo, se erige como búsqueda, en el caso del body art, en el cuerpo vivo del hombre, de los aspectos más olvidados (consciente o inconscientemente) de la corporalidad humana.
Imágenes:
www.orlan.net