EL SECRETO DE UNA NOVELA
EL SECRETO DE UNA NOVELA
Desde Panamá, Rolando Gabrielli
A la salida de un drugstore en Panamá, unos viejos amigos dueños de una emisora me saludaron como a un fantasma, sorprendidos de mi aparente corporalidad y materialidad aún vigentes. A todas las personas que te conocen, les preguntamos por ti, y la respuesta fue una sola, más bien una conclusión: se fue a Chile. Reí de buena gana en medio de los adornos de Navidad, las luces y un gentío que se da citas para estas fiestas de fin de año. No están equivocados del todo, les dije, pero no me fui a Chile, sino a dar una vuelta por el mundo, en tiempo virtual, pero de manera real por mi propia escritura. Me esfumé es cierto, agregué, de la escena local, agotada para mi óptica, y este 15 de diciembre, cumplo dos años en Internet, un medio desde luego para entrar en contacto con otras pies, sensibilidades, portadas, máscaras, escenarios, realidades, sueños y oportunidades. Sobre todo para saber, más o menos, que se hace en otros lugares, aunque la literatura dura, real, no pasa por Internet. Si era extranjero, me hice más extranjero, a mis costos, en un universo total, pero trabajando desde la perspectiva del interior de mi palabra. Se retiraron satisfechos, me tocaron para comprobar que no era un fantasma el que les hablaba, lo comprobaron y les dije que en La Calzada de Amador, junto al mar dividido por esos kilómetros de cemento, palmeras, faroles antiguos, caminaba con mi cuerpo real este 2002 que comienza a despedirse, y que es un año para mi extraordinariamente especial.
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