Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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LO QUE LA VERDAD ESCONDE

Por Mario Rodríguez Guerras

direccionroja@gmail.com

En el conocido film de Harrison Ford, este encarna a un marido que ha asesinado a su amante. Como no ha sido descubierto, ante las dudas de su mujer, se muestra muy digno y niega toda responsabilidad. La incomprensión lleva a la mujer a alterarse y tal hecho se presenta como problema mental. La psicología ha producido tantos errores como el socratismo, y ambos son imposibles de poner en evidencia de forma racional, porque el error es esa racionalidad. La alteración del marido se muestra como el derecho a imponer la evidencia, es decir, la falta de unas pruebas concluyentes. La alteración se considera de dos formas distintas, según la consideración previa de las circunstancias. Los personajes que intervienen en las escenas, que desconocen los hechos, contemplan en la alteración de la esposa su “irracionalidad”  y advierten la “sensatez” y los esfuerzos del marido por traer la razón a su “querida” mujer que de tanto esfuerzo, el marido, acaba por desesperase. En cambio, el espectador que sospecha la verdad ve en la incomprensión de que es objeto la mujer la causa de su desesperación y ve, en las formas del marido, tuda su hipocresía. En otras películas este marido fuerza la situación para producir mayor incomprensión y desesperación en su víctima.

Todos estos hechos son habituales en la vida, pero resulta terrible advertir que nadie se percata de ello. La comprensión que muestra el espectador en el cine, desaparece en cuanto se enfrenta a los hechos reales, bien que sean los mismos. Parece que necesitamos del arte para conocer la realidad, pero solo durante el tiempo que dura la ficción. La existencia nos hace perder de vista la verdad de los hechos para aceptar lo comúnmente aceptado, so pena de sufrir la misma incomprensión que sufre en el cine y en la novela todo aquel que dice una verdad. ¿A qué puede deberse esta circunstancia?

Adolfo Vásques Rocca en un excelente artículo titulado La Epistemologíade Feyerabend.Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, dice:


… podemos ganar una nueva perspectiva que la teoría dominante no permitía considerar debido al requisito de consistencia entre hipótesis y teoría. Este requisito, nos dice Feyerabend, impide el progreso científico porque busca esencialmente la preservación de la teoría dominante, y no la mejor teoría o la más útil.

Yo me atrevería a ir más lejos y afirmar que, si en la ciencia se actúa de tal forma, el hombre en la sociedad se rige por los mismos principios, pues sigue siendo el mismo hombre, y pretenderá mantener el status personal de los individuos. El principio de actuación de los hombres es el de aceptar lo aceptado para que nada cambie, porque el cambio implica riesgos, el primero, el de las consecuencias desagradables que se pueden derivar de oponerse al orden establecido por cuanto lo establecido dispone de mayor poder y además se enfrenta a la aceptación general del orden con lo que será objeto de la más absoluta incomprensión.

Parece que la verdad, cuando se busca honestamente la verdad pues en caso contrario estamos ante otra guerra, como mejor se puede encontrar es mediante la confrontación de pareceres con el fin de evitar el perspectivismo de que pueden ser objeto cada una de las partes.

Ahora bien, cuando lo que se persigue ya no es la verdad sino mantener las posiciones ideológicas o sociales, de nada sirve la honestidad de una de las partes. Y la admirada confrontación de pareceres queda en una cuestión de fuerza por lo que se olvida el interés principal de alcanzar la verdad.

Tales casos son abundantes aunque la aceptación general de lo establecido impida verlos. La pérdida de la autoridad institucionalizada es un objetivo que se debe perseguir para alcanzar una higiene intelectual que no somos los únicos en reclamar.

Nietzsche, en El Nacimiento de la tragedia, comenta la imagen bucólica del pastor rodeado por la naturaleza de la época moderna tan distinta de la realidad del hombre griego. En el comentario, sarcástico, acaba por comparar al pastor moderno con un mono que ha adquirido cierta cultura, la justa para perder el instinto pero no la necesaria para volver a recuperarle. Es por ello que alaba al sátiro y no al mono. Es posible que el pastor moderno, especialmente el referido en su sentido metafórico, no sea otra cosa que un mono. Hace tiempo que sospechamos que la obra del planeta de los simios no sea una obra de ciencia ficción sino una inteligente y astuta crítica social. Aquel que haya llegado a ser hombre sabrá que, en su relación con los monos, es preferible mostrarse como sátiro, ya que si estos

 

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