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Texto de Justo Pastor Mellado
FACTORÍA SANTA ROSA INAUGURA MUESTRA SATO: EL ARCHIVO, DEL ARTISTA NIKOLÁS SATO
11 de marzo al 12 de abril, Factoría Santa Rosa, entrada gratuita. Avenida Santa Rosa 2260, segundo piso. Abierto lunes a viernes de 12:00 a 17:00 hrs. sábado de 11:00 a 18:00 hrs. Domingo cerrado.
En esta muestra Nikolás Yoshinobu Sato expondrá dos grandes obras. La primera es propia y consiste en una serie de pinturas que ha realizado en el último tiempo. La segunda es acarreada y persiste a través de la disposición de una gran cantidad de documentos personales, en una vitrina especialmente fabricada para su exhibición, donde expone la historia de su familia de origen japonés, a partir de la llegada de su bisabuelo Sutejiro Sato hace cien años a Valparaíso.
Es un gran riesgo presentar ambas cosas, porque significa conectar con una distancia que nunca es suficiente, el universo público del arte con el espacio privado de una historia epistolar.
En 1917 llegó a Santiago Sutejiro Sato y comenzó a trabajar de inmediato en el jardín Primavera, que pertenecía a un hermano que se habían instalado antes en Chile. Luego ejerció de jardinero para conocidas familias santiaguinas y viñamarinas. Lo que hay que retener de todo esto es el oficio de este hombre, a la sazón, bisabuelo de Nikolás Sato. Entre sus pertenencias traía bulbos de diversas plantas que luego trasplantó en Chile, en particular, bulbos de bambú negro. Pero sobre todo, traía consigo un savoir-faire especial que por razones complejas de explicar, fueron traspasadas a Nikolás Sato, que descubrió desde muy temprana edad una particular propensión a los oficios que lo vinculaban con su filiación japonesa.
Sin embargo fue hace unos pocos años que heredó unas maletas con papeles y fotografías que la familia había acumulado desde el arribo de su bisabuelo hasta los años ochenta, cuando su abuelo intentaba escribir en japonés unas cartas al gobierno de Japón para que rescataran a un hijo suyo, tío de Nikolás, preso por la dictadura. Este último, finalmente, puso exilarse en Suecia.
Lo que dejó a Nikolás Yoshinobu Sato prácticamente paralizado de emoción fue la gran cantidad de cartas familiares, escritas en papel de arroz y plegadas en delicados sobres, que daban cuenta de una otredad caligráfica que determinaría sin saberlo el sentido de su pintura.
En esta exposición, entonces, expondrá su trabajo reciente, así como los documentos gráficos de su filiación, como momento inicial para un gran proyecto sobre migraciones y floristería.
Justo Pastor Mellado
Critico de Arte y Curador independiente.
Premio Regional de Ciencias Sociales "Enrique Molina"
Concepción, 2009
justopastorvalparaiso.blogspot.com
www.justopastormellado.cl
BIOGRAFÍA DEL ARTISTA, por Nikolás Sato
A muy temprana edad me di cuenta de la facultad que tenía para los oficios; por eso decidí profundizar en ellos y puede entrar a estudiar mi secundaria en el Rudolf Steiner. Allí tuve a mis primeros maestros: Javiera Moreira, Hernán Matta y Odette Sansot. Con ellos aprendiendo muchas técnicas. No conforme les pedí más aún y por las tardes me iba a l taller de Javiera Moreira después de clases. Pero al mismo tiempo tomé un taller extenso de figura humana durante dos años con la maestra Carmen Pérez. Al salir del colegio postulé a la Beca Amigos del Arte que me permitiría estudiar en el DUOC-UC. Sin embargo, no quise firmar el pagaré y entonces postulé a otra beca, en la Escuela de Artes y Oficios del Fuego, donde me acogió su directora Simone Racz. Allí obtuve mi título de técnico superior en cerámica gres. Ahí fue que conocí a mi maestro Octavio Román, al que le pedí integrarme a su equipo de trabajo en escultura, donde aprendí todos los procedimientos (cera perdida, moldes, matrices, etc). Después me fui a vivir al Centro Cultural Eros Lab, en Avda. Matta, integrándome a otras disciplinas como la música, danza , teatro y el cine, ampliando mis expectativas. Al final de un corto período subí a Peñalolén, en la Comunidad Ecológica, donde me arrendé un taller pequeño que luego fui ampliando. Aprendí carpintería para fabricar mis propios bastidores y terminé trabajando de asistente de un ebanista. Durante un tiempo lijaba las piezas para un lutier.
En torno al 2004 regresó de Holanda una artista muy especial con la que comencé de inmediato a trabajar: Pancha Núñez. Fue ella la que me abrió la mollera hacia el arte contemporáneo. Ella fue la que me enseñó a “recortar y pegar”, sin pretender tomar cuidado en la durabilidad de los materiales. Logramos trabajar y crear juntos y salir de unos esquemas aprendidos, ingresando a la “academia de la basura”, donde todo era recolección y rearticulación de materiales. Trabajamos durante seis años y logramos tener hasta nuestra propia galería de arte, donde hicimos hartas exposiciones de artistas amigos. Ahí llegó mi gran amigo Pablo Domínguez, que arrendó un restaurante entero que había dejado de funcionar y lo convirtió en su taller. Allí compartí largas jornadas de pintura, llegando a ser el hombre más feliz del mundo. Después de su inesperada y triste partida, que nos afectó enormemente, decidimos con la Pancha mover el taller a Valparaíso. Allí nos instalamos en el puerto barrio Echaurren, donde trabajamos unos años más, al cabo de los cuales decidimos seguir caminos separados. Hicimos una exposición de despedida, que se llamó “el traspaso de los pinceles”.
En Valparaíso participé activamente en el taller El Litre, indagando en las artes escénicas y participando en espectáculos y festivales. Allí me arrendé una casa en el cerro San Juan de Dios, donde viví como siete años, hasta que en el 2013 empecé un proyecto con la familia de Nicanor Parra, con sus hijos Chamaco y Barraco, que me encomendaron una obra escultórica -"El Hablante Lirico"-, de ocho metros de alto por diez de ancho, para la celebración de los Cien Años de Parra.
Luego de terminada la obra regresé a Santiago y me instalé en casa de mis abuelos. Debo decir que desde hace algunos años me había empezado a interesar en la historia familiar, ya que mi bisabuelo japonés se había instalado a comienzos del siglo XX, ejerciendo su oficio de floricultor. Esto ha sido una historia familiar larga y documentada, que siempre martilló mi cabeza, esperando el día en que podría hacer algo con la gran cantidad de documentos que heredé. Junto a esto, me di cuenta que mi pasión por los oficios venía de ahí, ya que en esta misma casa tenían una pequeña fábrica de abanicos. Todo este saber me fue traspasado, de manera inorgánica pero no menos consistente, y me constituyó como persona y como artista. Solo ahora he podido disponer de la distancia y de la perspectiva visual que la cercanía de la caligrafía japonesa me ha significado, no solo por la importancia del trazo, sino por la función del vacío. Obviamente, todos estos rasgos están presentes en mi pintura.
¿Qué busco al realizar esta exposición? Sin duda, dar cuenta de mi pasado, de mi biografía, el modo como se ha construido mi presente. Pero hay un aspecto que me sobrepasa y que tiene que ver con la calidad y dimensión documentaria de una íntima historia de migración. Debo someter este material al ejercicio de las técnicas y procedimientos de estudios antropológicos y etnográficos, que permitan reconstruir esta historia y darle un estatuto. Esto no puede ser un trabajo “amateur”, sino que debo convocar a los especialistas en este terreno, para convertir esta documentación en objeto de investigación, tendiente a la formación de un Archivo. Por eso, el título de la exposición: SATO, EL ARCHIVO.
Nikolás Yoshinobu Sato
Santiago, febrero del 2017.