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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y EL ARTE LATINOAMERICANO
Por Mario Alejandro Vergara Leiva (1)
A los 17 años leí por primera vez Cien años de soledad. Con ella aprendí a mirar la realidad más allá del espejo de la cotidianidad. Y en el ir y venir de esos años mozos, con cada página de ese libro maravilloso, fui abriendo las ventanas de la percepción. Aisthetiké la nombraron los antiguos griegos, para definir a esa rama de la filosofía, que se encarga del problema del arte, la belleza y la naturaleza; de cómo percibimos los seres humanos el mundo a través de los sentidos, de cómo intuimos la verdad antes de hacerla racional en el proceso cognitivo, lógico y científico. Ciencia que estudia el origen del sentimiento puro y su manifestación: el Arte, en palabras de Emanuel Kant en su Crítica del juicio.
Jamás imagine, que 25 años después, estaría viviendo en las tierras que dieron origen a la cultura que dio vida a Macondo. Tierra mágica, vestida del verde tropical del caribe colombiano y del trino de las aves exóticas del paraíso, ese canto que quedó plasmado en la música y en la danza de este pueblo arawuack-caribe: zenú, chimila, tulé, mokaná, wayúu, tayronas, kogui, arhuaco, wiwa, kankuamo, español y africano. Sincretismo de culturas que emergieron en el ser colombiano y latinoamericano; sincronía en el tiempo y en el espacio, para formar las más hermosa sinfonía de colores y peculiaridades, características del ser y la naturaleza, que dio luz a cada uno de los personajes de una de las novelas más hermosas escritas en lengua Castellana: Cien años de soledad, es un grito en el silencio, de las voces que callaron los conquistadores y se conjugaron en los verbos de la magnánima novela, perdida en los montes de María, la Sabana y los ríos Magdalena, Cauca, San Jorge , Zenú y los caños y ciénagas de la subregión de la Mojana.
Cada vez que llegaba una carabela española, rica en versos castellanos, (pero también en voces catalanas, andaluces, gallegas y vascas), estos se veían transformados por los parajes de la nueva tierra, de la arena y del sol, o por la espuma de la mar, en palabras de Octavio Paz. Toda una cultura llena de vida y de matices curriculares: iberos, celtas, indoeuropeos y moros; la tierra de Cervantes y del Quijote de la Mancha que junto a Cien años de soledad constituyen lo más granado y bello del universo literario hispanoamericano.
Si existen o no resentimientos, eso ya no importa, es natural, somos eso y mucho más: occidentales del sur del mundo, con nuestras particularidades, necedades y virtudes, que nos hacen únicos e irrepetibles, en el jardín de las peculiaridades de la humanidad(2).
Pero debemos decirlo la voz del indio fue acallada mil veces por aquellos que creían que la luz de la razón y de la fe, era el dogma de la verdad, escolástica a través de las armas, de la hoguera y la tortura de la Santa Inquisición.
“Newenkelen, kimv, newen mapu, peñi ka lamngen, chem mupidungu yom, chem newen, chem newentun ka ngülam.” (Tenemos la razón, la sabiduría y la fuerza de la tierra, hermano y hermana, que es más fuerte que la represión y la ley). Gritan en el viento, hacia las montañas sagradas y los bosques heridos, los mapuche, (la gente de la tierra), con la fuerza de los antepasados: Leftraru(Lautaro), Galvarino y Caupolicán, con la sangre de los nuevos “weichafe”(guerreros): ¡Marri chi weu! (10 veces venceremos), escriben en las paredes de la Araucanía, en el sur de Chile.
En la Amazonia brasileña los awas, uno de los últimos pueblos cazadores recolectores, son expulsados de sus tierras ancestrales por el sonido ensordecedor de las máquinas y el metal; así ha sucedido y sucede, una y otra vez en toda América, por la estrechez mental de los que detentan el poder.
Y me preguntan una y otra vez ¿Para qué sirve el Arte? Y respondo ¡Para expandir los mundos! ¡Para abrir las fronteras de la percepción! Extender las cercas que impone la razón, de lo que aún no está descrito por la ciencia, de lo que se escapa entre los dedos del verdadero artista, para no olvidar que la ciencia y el arte transitan a veces por el mismo sendero, unos por la verdad en sí misma y otros por la búsqueda de su esencia.
Para no olvidar las quemas de los códices mayas por el sacerdote franciscano Diego de Landa en Mesoamérica, tan condenable y trágica, como las sucesivas quemas y destrucción de libros de la biblioteca de Alejandría por Julio Cesar, Aureliano, Diocleciano, Teófilo, el obispo de la ciudad y finalmente por los mahometanos, los mismos que resguardaron y tradujeron del griego al árabe los saberes que dieron origen a Occidente, mientras Europa cerraba los ojos a la luz de la ciencia. En la Alejandría Ptolomeica el conocimiento era resguardado por los primeros filólogos y filósofos del museo, del salón de las musas, donde se protegía gran parte de la sabiduría de las civilizaciones del mundo antiguo: egipcios, persas, griegos, caldeos; se cree incluso que de las civilizaciones del valle del Indo.
En su despertar el hombre del Renacimiento volvió a poner sus ojos en la naturaleza, y a estudiar los textos clásicos griegos: Píndaro, Sáfo, Homero, Hesíodo, Herodoto, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Menándro, Sócrates, Platón, Aristóteles entre otros; pero también estudiando el esplendor de su arte, el taxvn griego, no solo la habilidad, la destreza y la técnica como la tradujeron los romanos al latín arts, sino del que sabe y construye la realidad a través de esta forma de conocimiento, de esta cosmovisión del mundo; por eso es que Platón le teme y lo expulsa de su República ideal, o solo lo acepta como forma de domesticación, porque Platón, sabe que el arte es instauración , y mucho más elevado que aquel lugar de calificación en que lo relegó respecto de la verdad; el artista jamás ha estado tres veces alejado de la verdad, a pesar de que en la Antigüedad y hoy en día el artista quisiese imitar la realidad en su búsqueda de la esencia de la verdad, lo que consigue es recrear la realidad. Recordemos: imitación (mímesis), realidad, verdad ideal; el artista imita una silla, bajo la concepción del artista imitador de Platón, el artesano construye la silla( la realidad) ¿De dónde? De la idea, del ideal absoluto, la verdad, lugar donde Platón ubica a las filósofos; pero si es así, si el artista está alejado tres veces de la verdad, ¿por qué Platón le teme al arte? A mi parecer Heidegger da en el punto exacto de lo que es el Arte, de la gran obra de arte, lugar al que aspira el verdadero artista, el punto máximo de su elixir embriagador, puesto que el artista jamás ha sido un imitador de la realidad a través de la mímesis, no, el verdadero artista recrea la realidad, instaura una verdad nueva, que aunque, como nos dice Gabriel García Márquez, estaba ahí, era preciso develarla. He ahí la belleza. Jamás, después de la obra de Gabo, Aracataca será solamente Aracataca, ahora es Macondo, como tampoco podríamos concebir Egipto, por ejemplo, sin sus pirámides; Atenas, sin el Partenón, etc. Gabo instaura otra realidad. He ahí el Arte, he ahí la instauración, y su origen es poético, por eso el artista, independientemente de su disciplina es un poeta, por que persigue la esencia de la verdad y eso es Poesía, otro saber y forma de conocimiento, una cosmovisión del mundo, distinta de otros saberes de la humanidad, no niega a la ciencia, es su antesala; la ciencia busca medir las longitudes de onda; el artista, que atraviesen su ser, no solo de la verdad, también de los mundos posibles, de lo que está más allá del universo observable, como objeto de contemplación, como objeto de reflexión.
Como no admirarse, por ejemplo, de los creadores de los cánones estéticos clásicos: armonía, proporción y simetría, de los más celebres escultores que ha conocido la humanidad: Fidias, Mirón y Policleto; idea, método y cosmovisión que persiguieron 2000 años después los hombres del Renacimiento, los manieristas, los imprescindibles Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael de Sanzio, como tantos otros, solo por nombrar algunos que vienen a esta memoria frágil que reconstruye los pasos de la historia del arte y la cultura: Cimabue, Giotto, Mantegna, Boticcelli, Bramante, Rafael Alberti, Tiziano, Tintoretto, Veronese, etc. El hombre vive el mundo a medida que lo construye.
Al llegar a América, Hernán Cortes se encuentra con la más grande ciudad del mundo conocido en ese entonces: Tenochtitlan. Hoy solo nos podemos imaginar la grandeza de esa ciudad por los relatos del conquistador y los restos esparcidos en el interior de la Ciudad de México; pero su cultura está ahí, tan viva como antes, sumergida en el horizonte de los iconos de la religión cristiana, que va conformando lo que más tarde se denominaría cultura latinoamericana.
Gabriela Mistral la gran poetisa chilena, ganadora del premio Nobel como Gabo, nos decía que una imagen vale más que mil palabras y recuerdo apartes de este poema suyo, así: “Pintor, poeta, albañil, coloca tu ladrillo en esta hora, no tienes más tiempo que esta hora, los latidos de tu corazón en esta hora, el inhalar y exhalar de tu respiración en esta hora”.
Hoy en que valoramos cada una de las culturas que han hecho parte de nuestro acervo cultural, somos capaces de mirarnos a nosotros mismos, con toda nuestra grandeza y con toda nuestra miseria, como cuando Gabo se reconoce así mismo como caribe, como costeño y latinoamericano, en París, como la mayoría de los grandes artistas latinoamericanos del siglo XX, viajando a la Ciudad de las Luces, comienzan a reconocerse en el paradigma del ser latinoamericano.
Desde el método kafkiano, Gabo comienza la aventura del relato mágico de la realidad y se deja traslucir en él la naturaleza indomable del ser caribe.
Será labor de la semiótica y la filología identificar los símbolos y signos de nuestra rica y variada lengua y cultura latinoamericana, presentes en la obra de Gabo; como también de la hermenéutica, la de interpretar la riqueza de las palabras gabogarciamarquecianas que nosotros vivimos en esta hora, la hora de reconocernos a nosotros mismos como lo que somos. “Comernos el corazón del enemigo”, dice el reconocido autor cubano, Gerardo Mosquera, en su libro Del pop al post. ¿Pero qué es lo que tenemos que comernos? ¿La grandeza del arte y la cultura occidental o la usura y el robo de los últimos 500 años? O más bien la pregunta se hace en estos términos: Si existe una cultura latinoamericana ¿Existe el arte latinoamericano? y si Existe ¿Cuáles son sus principales características y peculiaridades? Los invito a ustedes queridos lectores y auditores a plantearnos estas preguntas y tratar de responderlas en este espacio de reflexión para navegar por el universo insondable de la obra de arte universal, y de la obra de arte de Gabo, en el contexto latinoamericano.
(1) Mario Alejandro Vergara Leiva,
Licenciado en Bellas Artes, Magíster en Estudios Culturales y Magíster en Estudios Clásicos. Docente de estado en la República de Colombia.
mariovergara72@gmail.com
(2) Idea tomada del libro “El jardín de las peculiaridades” del poeta chileno y doctor en filosofía Jesús Sepúlveda,(2011, editorial Nihil Obstat. Eugen- Oregon-EEUU).
Imagen: fotografía del cuadro "Homenaje" 360cm x 200cm, óleo sobre cartulina y collage.(2014) por Tartufo