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REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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ZARATUSTRA Y EL ETERNO RETORNO

Por Mario Rodríguez Guerras

direccionroja@gmail.com

I. Sobre el libro

En este artículo tratamos sobre la canción del alfa y la omega por ser la cuestión más característica del Zaratustra y porque nadie se ha ocupado de ella y, si hay publicada alguna explicación, la desconozcemos.

En el apartado 14 de la segunda parte, leemos:

"¡Oh Zaratustra, no me eres bastante fiel! Falta mucho para que me ames tanto como dices. Sé que piensas en abandonarme pronto. Hay una vieja campana, pesada, muy pesada; en la noche suena allá arriba, hasta en tu cueva... cuando oyes esa campana dar las horas a medianoche, piensas en abandonarme entre las doce y la una de la noche..., piensas en ello, ¡Oh Zaratustra! Sé que quieres abandonarme pronto." “Si -respondí titubeando; pero sabes igualmente..." Y le dije algo al oído, pegado a los enmarañados mechones de su cabellera a sus mechones amarillentos y revueltos. "¿Tú sabes eso, Zaratustra? Eso no lo sabe nadie..." Y nos hemos contemplado uno a otro, hemos dirigido nuestras miradas hacia la verde pradera, sobre la que caía la frescura de la noche, y hemos llorado juntos... Pero entonces la vida me era más querida que nunca lo fue toda mi sabiduría. 1

    

De las frases que siguen a la numeración de las campanadas extraemos las siguientes:

¿Qué dice la profunda noche?

He dormido, he dormido...

He despertado de un profundo sueño…

La alegría quiere ser eterna

¡Quiere eternidad profunda!

¡Doce! 2

A la última campanada sucede el absoluto silencio.

          

A continuación, en el capítulo 15, aparece la canción del Alfa y la Omega, cuyas primeras líneas del estribillo dicen así:

¡Oh! ¿Cómo no habría de estar anhelante de la eternidad, anhelante del nupcial anillo de los anillos...,  del anillo del devenir y del retorno? 3

Se acaba la segunda parte y comienza la tercera y, en el capítulo uno, La ofrenda de la miel, leemos:

Y otra vez pasaron meses y años sobre el alma de Zaratustra, sin que lo advirtiera. 4

       

II. Conclusiones

Con estas frases seleccionadas será fácil intuir los que nietzsche expone: En la tercera parte, aparece otro mismo Zaratustra.

¿Se ha entendido por fin?  El eterno retorno traerá siempre a los mismos hombres. Y siempre retornará el exigente Zaratustra. En el mundo son muchos y el mismo Zaratustra los que aparecen. Cada vez que se retira, muere. Y reaparece para enfrentarse a los mismos problemas con sus mismas exigencias ¿cómo no iba a estar anhelante del anillo del devenir?

       

Como confirmación de esta interpretación, en el apartado 12 del segundo libro,  entresacado del penúltimo párrafo, podemos leer:

Mira, nosotros sabemos lo que tú enseñas: que todas las cosas retornan eternamente y que nosotros mismos retornamos con ellas; que nosotros hemos sido ya una infinidad de veces y que todas las cosas han sido con nosotros. Tú enseñas que hay un gran año del devenir un monstruoso año: es preciso que, a semejanza de un reloj de arena, se invierta sin cesar de nuevo para que de nuevo vuelva a correr y vaciarse de tal suerte que todos estos años se asemejen entre ellos en lo grande y también en lo pequeño de suerte que hasta nosotros somos en ese gran año semejantes a nosotros mismos en lo grande en lo pequeño. Y si quisieras morir ahora [...] "ahora muero y desaparezco -dirías- [...] Pero retornará un día la red de las causas en la que estoy engarzado... ¡y tornará a crearme! Yo mismo formo parte de las causas del eterno retorno de las cosas. Retornaré con este sol, con esta tierra, con esta águila., con esta serpiente.., no para una nueva vida, ni para una vida mejor o parecida. Retornaré eternamente para esta misma vida, idénticamente igual, en lo grande y también en lo pequeño, a fin de enseñar nuevamente el eterno retorno de todas las cosas... 5

Podemos completar los puntos suspensivos de la primera cita: " Si -respondí titubeando; pero sabes igualmente... que volveré.

El mayor inconveniente del eterno retorno es que volverá a traer al hombre pequeño.

III: El objetivo del Zaratustra

En El nacimiento de la tragedia,  para decirnos que el hombre trágico, que aparecerá como superación del hombre socrático, precisará de nuevo la tragedia, Nietzsche cita a Goethe:

¿Y no debe yo, con la violencia más llena de anhelo,

traer a la vida esa figura única entre todas?

El Zaratustra de Nietzsche intenta cumplir esta máxima suya. No desea evitar el conocimiento, pero sí el conocimiento racional que reduce al hombre a los conceptos que utiliza la lógica. Entonces hace una exposición de sus ideas mediante el arte, recurriendo a la poesía. Su filosofía no corre el peligro de ser reducida a una ciencia porque sus conocimientos los presenta en forma de figuras evitando los términos científicos y los conceptos.

Sin embargo, en el prólogo para el Zaratustra, elaborado años más tarde, responde a aquella misma pregunta con tres rotundos noes. Nietzsche pretende enseñar el consuelo intramundano de la risa. En principio, se observa una contradicción entre el hombre trágico y la satisfacción mundana. Pero Nietzsche, astuto como Sócrates, disfraza aquello que mejor conoce. Por eso, en su escrito aparece un sospechoso antes. Con lo cual nos quiere decir que para evitar trasformar la tragedia en pesimismo, como hace la religión, le es necesario al hombre conocer la alegría: Debemos representar la tragedia y la comedia.

La diferencia entre trágico y pesimista nos la puede proporcionar entender la diferencia que existe entre la compasión y la pena. Cuando vemos que alguien sufre, nos apiadamos de él y le socorremos. De tal forma que socorremos a quien sufre no porque sufra, sino porque nosotros sufrimos con su situación. O porque aprovechamos la situación para obtener alguna ventaja. Esto obliga al perjudicado a perder su independencia y a contraer una deuda. En cambio, quien conoce el mundo y sus desdichas ve en el caso concreto la manifestación del dolor del mundo y, pareciéndole contrario al logro e interés de  la objetivación de la voluntad universal de la que uno mismo es su fenómeno, le evita cuando está en su mano hacerlo. Como dice Kant, el valor moral más alto de una acción es la que se realiza,  no por porque la miseria ajena conmueva, sino la que se ejecuta como un deber personal. La valoración trágica o pesimista es una interpretación del mundo mediante el conocimiento o mediante el sentimiento. Es cuestión de la altura del hombre que juzga.

     

A pesar de esta exposición juzgamos inadecuado aclarar el contenido de la obra de Nietzsche, pues al aclararlo se actúa contra su propósito. Se están haciendo bastantes adelantos en su interpretación y en algún momento llegarían a desvelarse estas cuestiones y es por ello que las exponemos. Es lícito investigar su filosofía, pero no es lícito adelantar el significado de sus obras porque para ello hay que explicar una poesía. Y, si de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso, del arte a la ciencia hay otro. Podrá parecer muy lamentable que se prive a algunas personas de las debidas explicaciones pero tales explicaciones perjudican su comprensión, quedando el conocimiento de su obra reducido a la parte racional.

IV.  Nietzsche y los sabios

Las diversas interpretaciones que se han hecho de la teoría de Nietzsche han tenido, en general,  dos orígenes distintos. Uno de ellos, es el sentimiento de algunos grandes sabios de tener que cumplir con su prestigio y entonces ofrecen una solución a sus enigmas con interpretaciones que oscurecen para que parezca que su profundidad no es alcanzada por los ignorantes, dando a entender que, si su exposición no se entiende, es culpa del lector dado que ellos no hablan para cualquiera. Otro origen es la desconsideración a las  teorías de Nietzsche que se extienden a su persona. En este caso, se ha llegado a entender alguna parte que no se admite y entonces se busca la forma de desprestigiar sus libros llegando a ridiculizarlos.  

Cuando se producen estas situaciones, nadie las pone en evidencia porque no se sabe cómo hacerlo. Y cuando se descubre la verdad, todo el mundo está interesado en la verdad y tampoco se analizan los errores del pasado. Sin este análisis, volverán a producirse hechos similares.  Los errores se pueden repetir y perpetuar porque nunca acarrean consecuencias negativas a sus dignos autores. Vemos un doble rasero, el empleado cuando se presenta una teoría distinta de la oficial, consistente en el desprecio o la burla, porque quienes dirigen tienen reservado el derecho a despreciar. Y vemos la reacción que posteriormente se produce cuando se descubre la verdad de la nueva teoría y el error de sus detractores, y lo que se observa es que no hay ninguna reacción a aquellos desprecios. Esto se explica porque quienes pueden permitirse expresar públicamente una opinión son los mismos que mantienen la versión oficial.

Los sabios reconocen lo difícil que resulta que se tenga en consideración cualquier novedad –salvo que provenga de ellos— y que tal circunstancia perjudica el avance del conocimiento que se desea permanezca inalterable. Pero tales afirmaciones no son otra cosa que manifestaciones teóricas y una cosa es predicar y otra dar trigo, y quienes con tanto ahínco realizan esa declaración es de  quienes más dudamos que sean capaces de reconocer nada que no coincida con su pensamiento. El hecho de que ponga en evidencia el error de los sabios no exime a tal sabio de estar libre del mismo error, ya que solo analiza las obras ajenas y nunca las propias.

 Toda consideración humana es hoy en día una consideración social. Incluso las teorías científicas no persiguen una verdad sino una garantía de la estabilidad social, una jerarquía. Las ideas superiores solo pueden estar establecidas por los estamentos más elevados. Una verdad establecida por quien pertenece a un estamento social inferior no es admitida ni por los estamentos superiores ni por los inferiores. Los superiores verían mermado su poder y sus privilegios. Los iguales e inferiores advertirían la aparición de una nueva fuerza social y, como el conocimiento se identifica con poder, se percibiría como una ruptura de la estructuración del orden social. Socialmente, la verdad no tiene valor por ser cierta, sino por estar defendida por estamentos superiores. En ese caso, no precisa ser cierta. En la sociedad, el error es preferible a la verdad. La condición de la verdad no es la realidad, es la sociabilidad.  Schiller declaraba que le interesaba más la búsqueda de la verdad que la verdad misma ¿porqué los sabios iban a molestarse por alcanzarla?  Y llegados a este punto en el que el valor social ha adquirido tal importancia que será determinante para las nuevas formas de la actividad humana ¿Por qué iban a preocuparse por buscarla? Si no necesitamos una verdad y nos satisfacemos con una apariencia de la verdad, tampoco necesitamos del sabio, nos basta con una apariencia del sabio.

Poco a poco, quienes no tienen preocupaciones personales han ido desgranando la obra de Nietzsche con solo leerla. Pero el perspectivismo que denuncia Nietzsche continuará perjudicando el conocimiento de la verdad y no se libra de él ni la ciencia. Todo  hombre de prestigio, de reconocimiento social, aprovecha la confianza que su prestigio inspira y, a falta de una verdad, presenta su opinión que gozará, en la sociedad, del mismo reconocimiento que su persona. De esa forma, nada nunca se contradice, porque lo que contradice la versión oficial se elimina ¿Cómo podría la sociedad pensar, más aún, admitir, que todos estuvieran equivocados?

Después de esta introducción tan alegre, se entenderá con facilidad las circunstancias a las que hace referencia la exposición que se presenta a continuación.

     

V.- Los hombres pequeños

Ahora los sabios ya no pueden hacernos creer que los libros encierran oscuros secretos que solo ellos pueden descubrir. Olvidan que es el sentido el que da un espíritu a las palabras y las que antes eran pesadas como losas, se han vuelto tan ligeras que se elevan solas. No, no es suyo ese mérito, las palabras han estado escritas desde siempre y nadie las había podido levantar.

Si alguien pretende traer el fuego a los hombres debe saber esto: Siempre fueron sabios los dioses y nunca cometieron injusticia y frente a la necedad como cualidad característica de los hombres, ellos poseen la sindéresis como virtud. Nunca echarían margaritas a los cerdos y no porque no amasen a los cerdos, sino porque también amaban a las margaritas y eran justos con ellas. ¿Podría alguien ser más justo que los dioses? Lo igual solo es reconocido por lo igual. Entre todos ellos solo se aumenta el vacío, tienen la virtud del agujero.

Se muestran indiferentes ante cualquier teoría que no sea suya, con esa actitud demuestran a la sociedad que están por encima de los hombres, que solo ellos saben, que nadie más tiene derecho a saber, que en sus manos el conocimiento está seguro. Pero se ha hecho la luz, y ahora vemos desnudos a los hombres. Buscan el conocimiento en la cabeza, como si solo la razón bastara, como si solo su razón bastara, pero la inteligencia no reside en la cabeza, la inteligencia reside en el corazón... y hasta en la nariz. Solo se comprende lo que ya se conoce. Retrotraer algo desconocido a algo conocido implica que finalmente todo debe referirse a los instintos, a los dolores de muelas, a lo que se conoce internamente ¿Recuerdan ellos que la inteligencia no consiste en razonar sino en comprender? Quizás hayan entendido que existen tres clases de conocimiento, la sensibilidad el instinto y la razón ¿No estaremos rodeados por sabios que no comprenden?

Hemos podido superar la compasión por el hombre, pero no el asco. Todo es demasiado pequeño, el hombre más grande sigue siendo pequeño -por grande que sea su prestigio social y por mucho valor que eso le conceda -o que con eso se conceda.

Entre ellos había quien mostraba una gran satisfacción al destruir a Nietzsche y cualquier otra cosa que apareciera por encima de sus cabezas. ¿Cómo podrían conocer lo que está por encima de ellos? Así que lo temían y debían creer en la prueba de la fuerza: Si ridiculizamos sus palabras es que le superamos, ¡qué grandes somos! pensaban ellos ¡y qué satisfechos se quedaban! cuánta burla vertieron algunos sobre el mediodía y la medianoche. Y aún habrá quien no lo haya entendido. Pero ahora se demuestra lo pequeños que son  esos sabios, esa burla baja demuestra que son hombres inferiores. Pero ¿qué otra cosa son esos sabios en particular sino hombres inferiores compensados con un título? Solo son titulados  ¿Para qué? Para que defiendan a la sociedad ¿De qué? De lo que no es como ellos.

Y cuánta complacencia con sus iguales. Entre ellos, todo se lo aplauden ¡Cuánta concupiscencia! Unos a otros se dan el placer del reconocimiento mutuo

Se indignan. ¿Se ha rasgado el velo del cielo? ¿Han fulminado a alguien con su mirada? ¿Le han condenado al fuego eterno? No parece que los dioses presten atención a tales sabios. No creo que se la preste ni el diablo. Dudo que tengan poder para nada, solo poseen el poder social de destruir. Eso ya es otra cosa, entre mediocres se defienden. Puesto que no pueden nada contra la voluntad, atentan contra su fenómeno: En eso son unos maestros todos los seres incapaces de crear. Conspiran contra lo superior a fin de mantener su fenómeno como fenómeno que no logran superar. El único efecto visible que han logrado todos ellos es el de producir asco.

 

Pero cada cosa tiene su tiempo y ya viene otro tiempo, ¡Así que basta ya de lamentaciones! Quede la miseria como cárcel para los miserables que, donde hay voluntad,  la voluntad se eleva sobre su fenómeno, la voluntad que quiere crear, esa voluntad eterna sabe esto: ¡Que por fin ha llegado el mediodía! ¡La sombra está bajo sus pies! ¡El impío ha traído a los sabios su medianoche! ¡Mi asco…  ha desaparecido!

Notas:

1.- F. Nietzsche, Así habló Zaratutra, Ed. Alba, 2001, Alcobendas, Madrid, p. 236.

2.- Ibíd. p. 236.

3.- Ibíd. p. 237.  

4.- Ibíd. p. 242.

5.- Ibíd. pp. 228-229

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