Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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blog de Carlos Yusti

HENRY MILLER, ritmo profundo y oculto de la vida...

Carlos Yusti

La primera novela que leí de Henry Miller fue Trópico de Cáncer. La impresión fue mayúscula. La fuerza amoral de su estilo y lo desencuadernado de su prosa me enganchó de inmediato. Leer sus otros libros fue casi automático. Con Trópico de Capricornio pude percatarme del oficio y la madurez que iba adquiriendo su prosa. Primavera negra, que narra parte de la infancia y juventud de Miller, es mi predilecta y fija de alguna manera su innegable importancia como escritor.


EL ENSAYO DESDE OTRA ORILLA

"La conciencia de la no identidad de exposición y cosa impone a la exposición un esfuerzo limitado. Esto y sólo esto es lo que en el ensayo resulta parecido al arte"

W. T Adorno

Carlos Yusti

En literatura eso de los géneros en mi despierta más suspicacia que entusiasmo. Cada cual en su parcela de género literario y todos felices. Con el ensayo ocurre que es tomado como algo subalterno, especie de actividad sucedádenea ejercitada sin lujuria alguna por el poeta y el novelista (o en el peor de los casos por el crítico literario sin el talento suficiente para escribir poemas ni novelas).

Mi experiencia personal es más bien trivial, pero bien vale algunas líneas para ver si entramos en materia.

En esos días de juventud (y Lolitas con sabor a caramelo de menta) ingresé en un grupo literario, que era algo así como ingresar a la vagancia con ínfulas. Mis amigos entraban en la Universidad, en el Ince o en el cuartel. Yo me fui a un grupo literario a darle carne metafórica a mi bohemia y mis malas maneras. Éramos alrededor de 18 sujetos con malos hábitos y bastante desplanchados en cuanto a la apariencia y al estilo. 15 poetas, 2 narradores, un autor teatral y ningún ensayista era la suma reglamentaria de aquellos días. Por supuesto yo también escribía mis gusanos poéticos y sólo aspiraba a ser un poeta maldito, un navajero del verso libre. Mi amigo el poeta Pedro Osty postula que todo el mundo se mete a poeta, pero nadie se sale. En mi caso tuve que salirme de poeta para asumir el ensayo ya que democráticamente, como se elije todo en este país, el grupo decidió que era yo el más indicado para escribir los ensayos, además por esos días se cocinaba el primer número de nuestra revista.

 

INÉDITO Y MALDITO


Carlos Yusti

Siempre quise ser un escritor maldito y de paso inédito. Por culpa de un amigo escribí mi primer libro, luego se publicó y mis inclinaciones por ser un jornalero del malditismo (desplanchado e ilustrado) se esfumaron. Mamá siempre quiso que dejara de escribir, que buscara una chica, que fuera un novio oficial, formalizara un hogar y me comportara como un hombre común. No obstante la literatura me ganó para su bando.


Se especula, no sin sorna, que aquí es más sencillo escribir un libro que editarlo. Quienes escriben acarician siempre esa posibilidad de editarlo. Los mecanismos para publicar son una lata. Terminado el libro se envía a una editorial y luego recibirá una misiva amable rechazando su manuscrito. No hay que tornarse lúgubre y es mejor tomárselo suave como lo hace el escritor Slavko Zupcic: “Los escritores envían sus libros. Tres meses después, las editoriales los devuelven. Los escritores entonces recogen su paquete -esquela incluida-, lo ocultan de la mirada de sus parejas y vecinos, se consuelan pensando en García Márquez, en Roberto Arlt, en Kennedy Toole, algún confundido quizás recuerde a Kafka, otro que se pretende informado dirá que lo mismo le sucedió hace dos años a Jorge Volpi y mire usted ahora, pero todos, absolutamente todos, corrigen el libro, le cambian el título, se inventan un seudónimo y lo vuelven a enviar”.



Valencia derivada (con Prozac)

Carlos Yusti

Los buenos ensayistas son escasos quizá por las exigencias nada exigentes del género. Son pocos los ensayistas que se preocupan por el denso arte de escribir y que hacen como ese personaje ficticio de Cortázar, Johnny Carter, un jazzista de saxo que se traspapela con el Charlie Parker real, quien durante un ensayo de repente deja de tocar y rabioso dice: “Esto lo estoy tocando mañana”. El buen ensayista trata de ser un individuo que escribe mañana y entonces se vuelve un lío.

El ensayo tiene contados cultivadores, poquísimos adeptos (y ni se diga adictos). Sin mencionar que el ensayista es considerado como un escritor aplazado al cual no se le toma con alguna pizca de seriedad en el ambiente literario. Por lo general se le subestima y se le relega, o se le ficha, como escritor en segunda potencia: escritor que escribe de todo sin ser maestro en nada. De todos modos el género, inventado por Montaigne y que Francis Bacon retoma con inigualable maestría, tiene hoy enorme maleabilidad y gracias a ello se arguye (a manera de sorna claro) que sólo se dedican al ensayismo (no confundir con escapismo) esos escritores sin fibra musical para la poesía, carentes de convulsiones imaginativas para la novela o el cuento, o sea, los ensayistas se le juzga en su condición de parias de la literatura.

Escribir buenos ensayos, con calidad de página como escribiera Umbral, es un poco hacerle frente a ese estrépito de rumores transeúntes, malentendidos de barra y hablillas de café. En Valencia se ha dado un fenómeno poco frecuente: el ensayo como tributo de inspiración, cotilleo, erudición y cosa. Todo mezclado en un cóctel que intenta limpiar al género de cierta profesoral y hemorroidal pesadez, de quitarle esa broza de tanto acartonamiento libresco, de tanta erudición casposa y retomarlo desde la pasión para empacar (sin prejuicio) la vida leída y vivida en pocas páginas dándole un chance volátil a la fantasía literaria que la realidad escribe con soltura y desenfadado absurdo.

Maricadas al margen el ensayista se inventa la realidad a partir de sus lecturas, sus fobias, sus odios, sus amores y con todo esa bisutería existencial trata de convertir en metal precioso la hojalata de las palabras. José Carlos De Nóbrega es un buen ensayista y su libro Derivando a Valencia a la deriva viene a confirmar un rumor: el ensayo respira en Valencia aires distintos.

BANSKY, ESTÉNCIL VÁNDALO E INSPIRADO

Carlos Yusti

El arte auténtico ha encontrado en la calle una singular trinchera. Museos y galerías privadas de alguna manera asfixian y constriñen al arte en la actualidad, sin mencionar que el mercado le resta toda peligrosidad innovadora al cotizarlo en cifras astronómica.

Grandes artistas han sido en primera instancias grafiteros de oficio, otros, quizás con inclinaciones menos artísticas, emplean las paredes de la urbe para estampar sus inquietudes hormonales. Algunos ingenuos van a las paredes para dejar constancia de sus carencias intelectivas o el nivel elevado de su cursilería. En el Mayo Francés la pared fue una hoja volante para la frase creativa, política y apremiante. Lo cierto es que hoy día las paredes de la ciudad siguen siendo buena hoja para la redacción de los mensajes más dispares y de las estéticas menos encoñadas y algo más informales.

El artista va a la calle tratando de encontrar un respiradero para su trabajo creativo, es un ensayo sobre los derroteros que puede seguir su obra. Algunos han conocido el estrellato como Basquiat o Haring. Hoy son los cinco minutos de fama para Banksy.

No hace mucho un coleccionistas compró, a través de Internet, un graffiti por la suma de trescientos mil euros. El autor no era otro que el escurridizo y fantasmal Banksy. Las calles de Londres son el lienzo de este artista y quien a pesar de ser un tanto borroso es uno de los artistas más cotizados.

Nadie sabe a ciencia cual es su identidad. Sus datos biográficos se pierden en las callejuelas de su Bristol natal. Tampoco se conoce a que barrio pertenece, ni en que suburbio perdió sus dientes de leche o le dio por dibujar. Para otros grafiteros es un icono, un ejemplo digno a imitar. La policía le tiene cierta ojeriza. Para los transeúntes su arte es a veces sorpresivo, panfletario. Otros lo consideran un grafitero con talento auque en Londres hay mejores. Pero en lo que muchos parecen coincidir es que se publicita bastante bien, aunque él mismo se ha definido como vándalo profesional. Para los turistas tomarle fotos a su trabajo en tan importante como hacerle fotos a los sitios históricos de Bristol.

 

Correjir es escribir


Carlos Yusti

Alonso Quijano es un lector compulsivo. Como a todo buen y gran lector (como es lógico) le asalta la tentación de escribir, pero no todos los grandes lectores cruzan la línea y se enfrentan a la hoja en blanco. Don Quijote expone, o más bien Cervantes, las razones por la cuales no escribe: “…,y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.”

Tanto escritores grandes o pequeños se han visto zarandeados por la burla y el ninguneo de sus contemporáneos. El escritor Antón Chéjov le escribe (Moscú, 28 de marzo de 1886) a Dmitri V. Grigoróvich: “Todas las personas cercanas a mí siempre han menospreciado mi actividad de escritor y no han cesado de aconsejarme amistosamente que no cambiara mi ocupación actual por la de escritor. Tengo en Moscú cientos de conocidos, entre ellos dos decenas que escriben, y no puedo recordar ni a uno sólo que haya visto en mí a un artista. En Moscú existe el llamado “círculo literario”. Talentos y mediocridades de cualquier pelaje y edad se reúnen una vez por semana en el reservado de un restaurante y dan rienda suelta a sus lenguas. Si fuera allí y les leyera una parte de su carta, se reirían de mí. Tras cinco años de deambular por los periódicos he logrado compenetrarme con esa opinión general de mi insignificancia literaria.”

No es por casualidad ni por prurito que el buen lector aplaza el momento de la escritura, ese momento de un encuentro de amor-odio con las palabras. No hay formulas para escribir, quizá existan algunos trucos, la consabida carpintería del oficio, pero a fin de cuentas todo escritor está un poco solo tratando de sacarle un brillo especial a esa hojalata de todos los días del lenguaje.

Los grandes escritores también han sido grandes correctores de sus libros. James Joyce realizó más veinte mil correcciones nuevas a las galeradas finales del Ulises. Stendhal sometió a implacables y profusas correcciones a la Cartuja de Parma. El más desquiciado corrector de sus libros fue sin duda Balzac y en una ocasión escribió: “Algunas veces una sola frase ocupaba toda la velada: la retorcía, la amasaba, la forma necesaria, absoluta, no se presentaba sino después de agotarse todas las formas aproximadas”. El torturado por excelencia con eso de la escritura fue Flaubert.

La Mujer Maravilla

EL AMANTE DE LA MUJER MARAVILLA

Carlos Yusti

En otras oportunidades he escrito sobre ese síndrome de Sancho Panza que me asalta al momento de leer cuentos o novelas, es decir que soy un aguafiestas y no trato do confundir gigantes con molinos. Vladimir Nabokov lo postuló sin miramientos: “La verdad es que las grandes novelas son grandes cuentos de hadas...”. Situado del lado de Sancho Panza se pueden distinguir los molinos de viento a lo lejos; no obstante, y aunque siento envidia de la afiebrada imaginación de Don Quijote, tengo siempre presente que la realidad es dura y desolada como un cuadro de Giorgio de Chirico.

También he contado que me inicié en la lectura por los suplementos de comiquitas y luego por las novelitas vaqueras escritas por un español con el sonoro seudónimo de Marcial Lafuente Estefanía.

Nabokov recomendaba a sus estudiantes que las grandes novelas, a las que consideraba obras de arte, eran, invariablemente, la creación de un mundo nuevo y al cual se debía estudiar haciendo énfasis en los detalles, un mundo sin conexión con los mundos ya conocidos. El mundo de las comiquitas (o el cómic) es por antonomasia un mundo desconocido, un universo iconográfico que enriquece nuestra realidad. Scott McCloud ha escrito: “El cómic no es un género literario ni un estilo artístico. Ni un mero híbrido del arte del dibujo y de la literatura. Es un arte basado en lo visual (el mundo entero de la iconografía visual) y en el mundo invisible de los símbolos y del idioma”.

 

 

CHARLTON HESTON, La épica acartonada.

 

Columna de Carlos Yusti

“Los actores son muy felices, porque tienen una gloria sin responsabilidad.”

Alfred De Vigny

 

La película que llega a las playas de mi memoria de Charlton Heston es aquella deciencia ficción futurista titulada “Cuando el destino nos alcance”. Es el año2022. La población ha superado cualquier número estadístico de crecimiento y como es lógico la comida no alcanza. La gente desesperada protesta y esbrutalmente reprimida. Grandes palas mecánicas empujan a los manifestantes comosi fuesen desperdicios. A todas estas un millonario ha sido asesinado. Un detective privado investiga y una corporación que produce alimentos sintéticosestá a punto de lanzar su nuevo producto: el Soylent Green. Lo que descubre eldetective, interpretado por Heston, es un hallazgo macabro. Michael Moore lo desempolvó un poco en el documental Bowlin for Columbine. Allí lo descubrimoscomo un Republicano conservador y achacoso.

Como actor nunca calzó de lleno en sus personajes y quizá su mejor desempeño fuecomo Miguel Ángel, del resto se repetía de un personaje a otro: forzado, tiesoy sin fluidez.

Daba la estampa de un físico-culturista de segunda. En Ben-Hur, quizá su películamás publicitada, combina cuerpo menos talento menos actuación y todo eso sumadodaba una superproducción a lo Hollywood: muchos extras, el CinemaScope y losbuenos triunfando siempre, llegando ala meta a pesar de todo.

 

 

 

DOS LIBROS

Por Carlos Yusti 

 

Historia y novela en Denzil Romero

Celso Medina

FondoEditorial del Caribe

167 páginas

 

Denzil Romero abrió nuevos derroteros en eso que los especialistas y académicos denominan novela histórica, sus aportes irreverentes son indiscutibles. Leído a medias (o con cierto desdén) en su momento legó una obra literaria importante,que sin duda tendrá sus lectores, tesistas y críticos de rigor los cualescolocarán en una balanza sus aportes estéticos a las letras nacionales.

El de Celso Medina “Historia y novela en Denzil Romero”, editado por el Fondo Editorial del Caribe, se inscribe en esa tónica. El libro es un estudio, blindado de una rigurosa investigación, que acerca al lector a los pormenores de la novela histórica cultivada con desabrochada intemperancia por Denzil Romero. A pesar de lo minucioso del estudio este no es monótono ni bostezante. De manera ágil Celso Medina aborda el tema sin dejar nada al azar e intentando colocar todo en equilibrada perspectiva.

Las primeras páginas del libro intentan aproximar al lector a ese concepto, algo escurridizo, de “Novela Histórica”. El autor se pasea por distintas hipótesis y conjeturas sobre dicho concepto y cita a los teóricos más solventes para llegar al hueso de un concepto sencillo y transparente. En otra parte del libro se sumerge en la novela y la historia en Venezuela. A este respectoel autor acota: “La Novela Histórica venezolana continúa la misma tradición de escamoteos que han venido caracterizando a la historiografía nacional, pero es explícita en sus intenciones; no se ofrece como proveedora de la totalidad histórica. Alienta más bien la conciencia de que no hay una historia única,sino historias fragmentadas a la que es posible acceder desde variasperspectivas y lo que es más importante: la historiografía no es el límite de lo ficcional. Ella no sólo aporta sus certezas, sino también sus silencios. Allí, el novelista encontrará espacios que le servirán de pivote parafantasear”.


NOSTALGÍA MARCA REGISTRADA

Carlos Yusti

He aprendido tarde (y mal) que laliteratura no es la vida aunque ésta le agregue ese aderezo imprescindible que es la imaginación. Uno que anda por la existencia de gris, para no desentonar,utiliza la escritura para darle color a ese mundo particular de la escrituraque enumera los enseres del amor, la rabia, la alegría y la pena; un mundoespecial cimentado con palabras y silencios.

Hay un cuento titulado “Una mesa es una mesa”, de Peter Bichsel que refiere la historia más o menos (cito dememoria) de un hombre entrado en años, que habla lo indispensable, cuyo rostrotiene las marcas del cansancio y la rutina; es tal el asunto de su cansancio que perdió la capacidad para reír o disgustarse. Es un hombrecito corriente queusa un sombrero gris, una chaqueta gris, pantalones del mismo color y en elinvierno un sobretodo también gris. Es huesudo a tal extremo que las camisas le quedan holgadas. Su vida transcurría de manera monótona. Un día se percató que la gente habla como si nada y se entiende. Entonces decidió que todo necesitaba sufrir un cambio y esa idea lo animó bastante. Así comenzó a cambiarle elnombre a los objetos del cuarto donde vivía. Así la cama ahora se llamaba cuadro, la silla era el reloj, La mesa era ahora una alfombra, El periódico erala cama, el espejo era el álbum de fotografías y la silla era sueño. De esa manera cuando la silla daba la 6 de la mañana, el hombrecito se levantaba delcuadro. Hacia sus ejercicios matinales y después Iba a la silla colgada en la pared para verificar la hora. Luego buscaba un sueño para sentarse en laalfombra y comenzaba a pasar las páginas del espejo. Después pasando las hojas de la cama leía las noticias.


LA LITERATURA COMO ESPEJO

Por Carlos Yusti

Curtido con la cultura del mercado y el burdel he tratado de hacerme con una cultura lectora para completar mi educación sentimental y menos canalla. Después, uno se aferra a esto de la escritura para no trabajar como el capitalismo manda. En mi ficha de quejas y reclamos está la frase: ha leído mucho, pero ha estudiado poco.

Luego se descubre que la vida va por su lado y que la literatura es apenas un remedo de esa realidad y sigue su propia brújula, especie de espejo de feria que todo lo deforma, lo agranda, lo infla y lo enriquece.

Mucha gente tiende a confundir la vida con la literatura y viceversa. Don Quijote tiene más adeptos que Cervantes, quien para muchos de sus contemporáneos era un escritor insufrible y segundón. A Conan Doyle muchos de sus lectores le preguntaban por Sherlock Holmes, mientras a él como escritor le ignoraban por completo y en verdad tenía más porte de Doctor Watson que de escritor urdidor de tramas policiales eficaces e inteligentes. A Vladimir Nabokov lo confundían con el viejo baboso y lúbrico de su novela Lolita, historia que es un soberano invento del escritor ruso. Confundir la literatura con la vida real (o viceversa) es caer en un craso error de percepción como ha pasado con el “El Guardián entre el centeno”, libro que ha sido prohibido en algunas escuelas norteamericanas por ser la lectura preferida de muchos asesinos seriales y de uno que otro terrorista.
Por esa razón, siempre me coloco a la orilla de Sancho Panza (y dale con lo literario) que era algo así como un aguafiestas de las ensoñaciones imaginativas en las cuales caía Don Quijote. Sancho era la voz de la razón que advertía que la realidad no suele moverse de sus goznes, y que está allí para darle de patadas a los sueños (y dale con la vida mundana y silvestre). La literatura es el álbum de la realidad pasada por la metáfora. Así quienes vayan a la literatura buscando realidad pierden el tiempo. También lo pierden quienes tratan de sacar algo en limpio de los libros sobre la vida. Aquella frase del Adriano imaginado por Youcenar todavía mantiene su límpida lucidez: “La vida me enseñó los libros”.



ALFREDO MANEIRO

Por Carlos Yusti

Los filósofos de la Grecia Clásica convirtieron la expresión oral en su mejor tarjeta de presentación. Hicieron de la plaza un aula virtual para sus distracciones. No escribieron nunca, tenían poca estima por la palabra escrita, hasta el punto de considerarla una degradación de la palabra oral. La elocuencia de muchos filósofos era tan eficaz y magistral que con prontitud se hacían de una cohorte de seguidores y discípulos. Alfredo Maneiro, el sempiterno fundador de ese esperpento político que se llamó Causa R, emparentada mucho con los filósofos de aquella Grecia del dialogo y la filosofía.

Fue un conversador vehemente, un orador inteligente y memorioso que jamás alardeó de nada aunque había hecho pasantía por la lucha armada, era profesor universitario y se había graduado con altas calificaciones en filosofía. Te envolvía con gran lucidez en su oratoria, nunca sus interlocutores se enteraban si esta mintiendo o diciendo la verdad. Cuando Alfredo Maneiro hablaba seducía sin remedio. Era bajo regordete y ágil con su verbo. Maneiro de toda su travesía revolucionaria, que podríamos denominar dura, y de su ruptura con el MAS quedó un tanto a la intemperie. No obstante no se resignó como otros a ser un derrotado, rumiando su fracaso y justificando sus acciones. A todas estas el país político se fragmentaba en muchos pedazos y los oportunistas y políticos de oficio ocuparon los puestos claves del poder.

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