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PRÁCTICA ARTÍSTICA EN UN CONTEXTO GLOBALIZADOR |
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Hace tan solo unos años nos encontrábamos ante una nueva utopía de libertad y acceso global a la información y al conocimiento que, sin embargo, hemos visto desvanecerse paulatinamente al analizar y observar detenidamente como se van sucediendo los acontecimientos. Aquella idea de tecnología liberadora e Internet como un espacio más democrático -a la que la mitomanía rindió culto y pleitesía- no es más que la visión optimista de un sueño que aparece como irrealizable. Lo cierto es que las condiciones para la actuación social, acción política y creación artística han entrado en una zona de indiferencia peligrosa debido al papel servil que el efecto perverso de la globalización nos ha reservado.
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Tal y como cuenta Thomas Friedman en su último libro "La Tierra es plana" (MR Ediciones), la fuerza dinámica de la globalización en un primer estadio fueron los países en proceso globalizador, en un segundo estadio las empresas en proceso globalizador, la fuerza dinámica de la globalización en un tercer estadio, es el recién hallado poder de los individuos para colaborar y competir a escala global. La ciudadanía (casi reducida su capacidad a la de meros consumidores) están desatando fuerzas que "aplanaron" las empresas y los gobiernos y están creando una nueva sociedad civil. Estamos ante una nueva era que se caracteriza por la colaboración entre muchas personas que trabajan en comunidades con gran capacidad de organización y comunicación, explorando, reflexionando y aportando energía a movimientos y procesos tales como el acceso a software de código libre, la subcontratación, el acceso libre a la información, la transformación de los medios de comunicación, el software social, etc.
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En la economía global cualquier organización por pequeña que sea su fracción de representación en la estructura, puede tener una influencia decisiva en la comunidad global. Este punto fundamental estratégico, que muchas corporaciones utilizan de forma despiadada para obtener cuotas de control o de dominación en sectores de la política y el mercado, puede sin duda, utilizarse de forma efectiva para transformar estos mismos valores, o al menos intentarlo. Esa es la fortaleza del grupo basada básicamente en la virtualidad de su identidad, su capacidad para trabajar organizadamente y su autonomía frente a las instituciones del Estado, la lógica del capital y la seducción de la tecnología.
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Nuestra sociedad, economía y cultura están construidas sobre intereses, valores, instituciones y sistemas de representación que, en general, limitan la creatividad, confiscan y manipulan el trabajo del artista y desvían su energía hacia la confrontación estéril y el desaliento. Interesada en poner en evidencia las configuraciones del poder, la práctica del arte debe de establecer mecanismos de relación social que ayuden a asegurar su impacto a largo plazo y permitan trasladar su discurso mas allá de los confines restringidos al público del arte y la propia institución. No puede limitarse simplemente a airear los grandes interrogantes de lo humano y lo divino -ni obedecer a estrategias puramente estéticas o de mercado-, sino que debe comprometerse en un proceso social y político que busca cambiar las reglas del juego descubriendo métodos de trabajo y colaboración - muy a menudo con otros individuos o colectivos sociales- para demandar ese cambio tan esperado. Este cambio comienza redefiniendo el papel del artista en la sociedad, aún dentro de su especificidad. Aprovechemos este periodo histórico de cambio. Se impone un proceso de ruptura de la clásica concepción del artista a otro de carácter procesual, analista, informador, crítico o activista en una realidad y lógica contestación a la situación en que se encuentra la institución exclusivista burguesa del arte -el museo, el mercado, el mundo académico, el conservador concepto de artista-. En un afán por ofrecer alternativas de actuación, de abrir espacios de confrontación y de crítica a una visión demasiado encorsetada del mundo del arte y con una concepción unidimensional, instrumentalizada y teledirigida del mundo que nos rodea.
La Red, como espacio público, está determinada también por relaciones sociales y de poder. Las tecnologías de información y comunicación tiene un indudable efecto transformador en la medida en que desmantela viejos modos de pensar y funcionar. El avance de las llamadas nuevas tecnologías capacita para hacer las cosas de forma diferente. Los actuales sistemas de información y comunicación, efectivamente, pueden mejorar la eficiencia de determinados procesos y es ahí donde debemos de enfocar nuestros esfuerzos, en la utilización de las herramientas de una forma transformadora y efectiva.
Internet está ineludiblemente ligada a los procesos de cambio estructural y de transformación fundamental de nuestra sociedad que, sin duda, está modificando nuestra forma de pensar, consumir, producir, comerciar y, en definitiva, modificando cada una de la actividades que emprendemos. Hemos de analizar cuidadosamente sus verdaderas capacidades y, sobre todo, estar muy atentos en la extraordinaria lucha abierta para que estas capacidades continúen siendo explotadas desde el espacio público. Los Estados sienten que por medio de Internet se les escapa el control de la ciudadanía. Por otro lado, las grandes corporaciones ven necesario un control más efectivo para desarrollar planes como el del comercio electrónico y el control de la información.
Las grandes corporaciones y el alto rendimiento de las telecomunicaciones están reforzando la idea de espacio digital privado alterando la estructura del espacio digital público.
El espacio digital no surgió simplemente como un medio que permite la comunicación, también surgió como un nuevo teatro de operaciones para la acumulación de capital, operaciones económicas de concentración global y el ejercicio del control. Este es claramente un espacio disputado -particularmente cuando se considera la lógica de la economicidad a toda costa del mercado de capital- cuyos intereses ven amenazados las grandes corporaciones por lo que ellos denominan prácticas de piratería y extorsión, en realidad un cambio en los hábitos de apreciación de la función del autor y la libertad de expresión. Pero, este es también un espacio donde otros actores pueden ganar visibilidad y redefinir el sentido que los grandes actores del capital global quieren imponernos.
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Daniel G. Andújar (Almoradí, 1966. Vive en Valencia )
La trayectoria de este artista se inició a mediados de los ochenta con la realización de videos y proyectos de intervención en espacios públicos, que giraban entorno a temas como el racismo, la xenofobia y el abuso de la tecnología en los sistemas de vigilancia.
Tras familiarizarse con los recursos informáticos y sus posibilidades interactivas, desarrolla desde 1996 el proyecto Technologies To The People® (TTTP), a partir del cual genera otros, tanto en la red como en soportes físicos (exposiciones, instalaciones, CD-ROM).
Daniel G. Andújar cuestiona, mediante la ironía y la utilización de estrategias de presentación de las nuevas tecnologías de la comunicación, las promesas democráticas e igualitarias de estos medios y critica la voluntad de control que esconden detrás de su aparente transparencia. Partiendo de la constatación que las nuevas tecnologías de la comunicación están transformando nuestra experiencia cotidiana, Daniel G. Andújar crea una ficción con el fin de hacernos tomar conciencia de la realidad que nos rodea y del engaño de unas promesas de libre elección que se convierten, irremisiblemente, en nuevas formas de control y desigualdad. Es director de proyectos como art.net.dortmund, e-barcelona.org o e-valencia.org.
listado de proyectos en red:
http://www.irational.org
http://www.e-wac.org
http://art.net.dortmund.de
http://www.e-valencia.org
http://www.culturasdearchivo.org
http://www.e-barcelona.org
http://ma.exploradorarte.com
http://www.e-manifesta.org
http://www.e-seoul.org
http://www.e-sevilla.org
http://www.postcapital.org
columna a cargo de yto.cl