Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 7

Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 79
Diciembre 2005

Literatura y comunicaciones  


“LIMONES AMARGOS” DE UNA EPIFANÍA
Desde Osorno, Mauricio Otero

La novela del poeta inglés Lawrence Durrell (1912-1990) comienza como una preciosa estampa, con descripciones impresionistas en que el aliento se empieza a mantener en vilo, fascinación que ocurre hasta el fin de esta crónica paradójicamente atemporal, donde el caso de Chipre y su Enosis, es sólo un excelente pretexto para sumergirnos en la belleza poética más maravillosa vista en prosa en la edad contemporánea. El ángulo del narrador es el de un periodista y diplomático en servicio a la corona y desde esa posición va dando lecciones de una sabiduría inmensa en política y relaciones internacionales, de manera tal que se le puede considerar como un Maquiavelo o manual del 'sentido común' y de las artes de gobernar, vigentes. No pude evitar asociar esta obra con otras: con los hermanos Goncourt, con Yourcenar, con Dylan Thomas y su Bajo el Bosque Lácteo, sobre todo, en cuyo final se le asemeja y es una continuación surrealista. Como no podía esperarse menos, la presencia fantasmal de Rimbaud en los parajes espirituales, ahora vistos por unos ojos que no dejan de asombrarse de la calidez humana de un pueblo dependiente que anhela libertad y que la busca en su símil griego, son un contrapunto de la prosa realidad versus la poesía y la fantasía. De la guerra y la paz, del cuerpo y el alma. De esta forma Durrell nos sitúa de pleno en la isla chipriota con sus detalladas narraciones vivas en que el paisaje geográfico respira y alienta como una muchacha en flor, gozando de la vida, en una era perdida, como toda isla, aislada, en un mundo feliz que para desconsuelo del poeta terminará rompiéndose por pasiones y ansias insatisfechas, deviniendo en una desesperada epifanía de limones amargos, que estaban plantados en el patio de su casa junto al árbol de la ociosidad, y durante cuya violencia, sin darnos cuenta asistimos a un eterno errar por el trasmundo, donde los muertos viven, no resucitados, sino simplemente siguen de largo su vida no limitada entre los 'dos' lados, que se tornan imposibles a fuerza de la delicada poesía pabilar y muda en que las almas están unidas amorosamente y perplejas en su no vida, inadvertidos de que el mundo conocible ha quedado atrás para dar paso al de un edén fantástico, mas, ácido, que es el no tener valor la vida y estar condenados a irse para siempre en una prolongación de esa misma belleza infinita. Un silencioso canto espiritual susurrado por la naturaleza y el mar en un oleaje lustral y denso en que todo flota y suspende. Pocas epifanías como esta en el mundo de la literatura, que es todos los sitios, que nuestro desaparecido narrador Roberto Bolaño imitara en sus célebres cuentos, llevado por la admiración confesada de este genio que era Durrell.

 

 

 

 

Si quiere comunicarse con Mauricio Otero puede hacerlo al mail m.otero@chile.com
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