EL REGRESO… |
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Tras una larga ausencia (10 meses) regresa la columna de teatro (maternidad obliga … )
En este tiempo, las compañías locales prosiguieron con su labor creativa y la cartelera se nutre de una cantidad estable de espectáculos.
Aldo Droguett, uno de los jóvenes directores “promesa”, declaraba en estos días que el teatro actual le aburre, que falta creatividad.
Bueno… es una opinión…
La búsqueda prosigue…
Quizás, el teatro chileno contemporáneo se introdujo por una senda demasiado transitada y falta originalidad.
En todo caso, hay variedad de ofertas y a nuestro regreso a las salas nos encontramos con abundante público.
Pues que prosiga…
Ya se prepara el Festival Internacional de Enero que este año se llamará Santiago a Mil con España como país invitado (Rodrigo García y su compañía La Carnicería Teatro participan de la muestra, entre otros)
Invitamos, también, a seguir el trabajo de Daniel Muñoz y Heidrun Breier, (actualmente en el Teatro Mori de Benjamín Vicuña y que también actúa) por escoger siempre buenos textos y puestas en escenas originales. En esta ocasión: Cocinando con Elvis. Nuestra nota será para el mes próximo.
Más que a morir o el precio del desengaño.
Dirección: Elías Cohen
Teatro La Tempest
Matucana 100.
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La última obra de Elías Cohen y su compañía La Tempest, investiga los lenguajes escénicos desde la perspectiva del cuerpo, la imagen y la música.
En este espectáculo se aborda el Amor es abordado como una obsesión que fácilmente puede llevar al desenfreno y a las fantasías más ocultas del ser humano.
La propuesta resuelve esta temática con poéticas y metafóricas imágenes que tratan de alejarse de la realidad.
En una sala de interrogatorio un policía indaga sobre un crimen cometido por traición. Un hombre extranjero se ve envuelto en esta situación inesperada. Quien lo culpa es una mujer relacionada muy íntimamente con el fallecido (como se verá hacia el final)
En esta obra todo tiende al hermetismo, a la ambigüedad.
La temática es marcadamente decadente y oscura: Una reflexión metafórica sobre el ser y la sociedad actual (por ejemplo, el racismo)en torno a un amor desequilibrado.
Nos sorprendió esta línea tras un espectáculo tan dinámico y alegre (dentro de su crítica e ironía) como fue el espectáculo anterior de Cohen: “Los Colores del Poder” donde se mezclaba coreografías y sketchs muy ingeniosos.
Cohen continúa con su interés por la mezcla racial y cultural: La obra, financiada por la Fundación Andes, cuenta en su elenco con la participación de Jair Bispo artista brasileño (el acusado ) y del actor indio Manu Chalissery, encargado del canto.
La pareja del drama es interpretada por el bailarín Mario Ossandón, convincente en su rol masculino, y la atractiva y frágil Bernardita Montero. Ambos conforman un plástico dúo. El policía es interpretado por Carlos Araya, en un rol que no marca.
Quizás el problema de la obra sea su formalidad (en el sentido de preocupación por la forma), sin lograr emocionar a pesar de lo tremendo que nos plantea.
El cuadro final (en que la mujer, literalmente, devora al hombre) es impactante, lo que más queda en nuestra retina y nos estremece.
Igual, un espectáculo que ver para opinar, pues tiene una propuesta personal.
Tengo miedo torero
Texto: Pedro Lemebel
Dirección: Rodrigo Muñóz
Cia. Chilean Business
Teatro Bellavista.
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Esta compañía reincide en la adaptación teatral de un texto de Pedro Lemebel.
Anteriormente, fue “De Perlas y Cicatrices” en que se teatralizaron las llamadas “crónicas” del mismo nombre de este autor.
En esta ocasión, “Tengo miedo torero”, novela del mismo.
Proyecto bastante osado, si se tiene en cuenta el carácter más bien cinematográfico de tal texto (de hecho, parece ser que se prepara su salto al cine)
Así pues, pasando del relato novelado en boca de los actores a la acción dialogada se recrea el encuentro de una “loca” madura dedicada a bordar manteles para esposas de militares y un joven frentista implicado en la preparación del atentado contra Pinochet en 1986 en el Cajón del Maipo.
La “loca”, enamorada del joven, finge no saber y acoge en su casa el arsenal destinado para acabar con la vida del dictador con tal de tenerlo cerca.
En paralelo se muestra a doña Lucía, maniática y mandona, dirigiendo monólogos llenos de banalidades a su esposo, un vulgar monigote (en el sentido literal de la palabra)
La puesta en escena recurre a la proyección de fotografías de la época con la voz en off de Sergio Campos para contextualizarla.
Se entiende el propósito pero, ello aporta un tonillo didáctico algo evidente (sobre todo si tenemos en cuenta que los espectadores son chilenos y conocen la historia)
Las abundantes músicas también contribuyen a situarnos en ese tiempo y nos introducen el universo “kitsch” de la “loca” Todo ello aderezado con algunas divertidas coreografías.
La escenografía, sencilla y eficaz, usa un sistema giratorio de una estructura de madera, incluso un auto de cartón.
Las actuaciones son algo desentonadas: contrasta la sutileza y justeza de Rodrigo Muñoz que encarna a la “loca” sin caer en clichés ni exageraciones y con un físico que, a priori, no encaja tanto con el de una “loca” con las caricaturas forzadas de doña Lucía (desdoblada en dos actores, una representada por Claudia Pérez y la otra por Mario Soto. Los dos están a cargo de interpretar todos los personajes secundarios: por ejemplo:las vecinas, la novia). El estudiante, interpretado por José Luis Aguilera, consigue nuestras simpatías y, a pesar de no ser tan joven, logra convencernos del enamoramiento de la “loca”. Ambos consiguen una convincente complicidad en medio de ese amor imposible.
Hacia el final, la obra se demora en darnos el desenlace y sobran unos minutos que la alargan innecesariamente.
Se trata, en todo caso, de un trabajo serio y profesional. Un buen espectáculo a ver y que prolonga, dado el éxito, su temporada santiaguina.