Por: Víctor Hugo Ortega
Si juntáramos en un cuarto cerrado a Wim Wenders, Emir Kusturica, Takeshi Kitano y Andrei Tarkovski a ver "Perfume de Mujer" (1992), de seguro se reirían y hasta harían mofa de su estructura narrativa simplona, de su estética políticamente correcta y de su efectismo a prueba de balas, totalmente representativo del cine estadounidense. Pero ninguno de estos cuatro monstruos del séptimo arte, podrían dejar de excitarse con la memorable personificación de Al Pacino, como el ciego militar jubilado, Frank Slade.
Una película tan vista como ésta y que marca la carrera de Pacino, por ser la única que le ha otorgado un Oscar como mejor actor, resulta difícil de comentar y analizar a trece de años de su estreno. Sobre todo si más encima nos encontramos con que su director, Martin Brest, ha rozado el extremismo. En 1992 dirigía "Perfume de Mujer" y lograba el éxito de su vida. Una década después realizaría "Gigli", el gran fracaso cinematográfico que protagonizaron Jennifer López y Ben Affleck. Curiosamente en esta producción también aparecía Al Pacino, claro que en una pequeña intervención.
"Perfume de Mujer" es el remake de una cinta italiana que a su vez está basada en la novela "Il Buio E Il Miele", de Giovanni Arpino. Bajo el guión confeccionado por Bo Goldman, Martin Brest instalaría la historia en la actual Nueva York.
8 minutos y 20 segundos transcurren desde el inicio del filme, hasta que escuchamos por primera vez el vozarrón de Pacino haciendo temblar al dubitativo y tímido Charles Simms, personaje interpretado por Chris O'Donnell, el mismo que ayudaría a sepultar la saga de Batman en los noventa, representando a Robin en las partes 3 y 4 dirigidas por Joel Schumacher. Y tampoco digamos que brilla demasiado, pero sí logra el contraste necesario para hacer dupla con Pacino.
La trama es sencilla. Charles aprovecha el fin de semana largo para trabajar cuidando al ciego cascarrabias que nadie quiere. Es estudiante de Baird, una escuela de alcurnia, que el personaje de Pacino define como "un montón de mocosos pedantes y elegantes tratando de parecerse a George Bush". Al mismo tiempo, Charles se encuentra en problemas, ya que ha presenciado un acto que ha dejado en vergüenza al director del establecimiento. Debe decidir si acusará a los culpables o si se quedará callado con riesgo de ser expulsado. Chantajeado por el mandamás de Baird, de recibir una beca si ayuda a dilucidar a los culpables, Charles se encuentra entre la espada y la pared. Es el niño pobre y esforzado, que estudia becado en un sitio donde sus compañeros irán a pasar los días de fiesta a los senos nevados de Vermont.
El ciego busca un lazarillo para realizar un viaje a Nueva York, lugar en el que también tiene pensado quitarse la vida, después de realizar ciertas actividades, como visitar a su hermano y manejar un Ferrari.
Un cóctel de histrionismo, gesticulación, gritos carraspeados, ironía y mordacidad nos ofrece Al Pacino durante las dos horas y media que dura esta cinta, que para los más fieles seguidores de "El Padrino", resulta inexplicable que recién en los noventa el otrora Michael Corleone fuera ganador de un premio de la academia.
Al Pacino ofrece clases de actuación gratuitas en esta película que ha recibido críticas de efectista y predecible, y que quizás están bien formuladas. Pero hay que decir que películas efectistas y predecibles llegan a la cartelera nacional casi todos los jueves, el punto es observar con que elementos se narra una cinta de estas características. Si el factor principal es un actor de 1.65 que se mete en la piel de un ciego loco que estremece y escalofría al espectador en cada aparición, es porque estamos hablando de una película distinta. Cada movimiento, cada gesto, el cigarro que toma con su mano izquierda, su mirada perdida, su elegancia, sus salidas de madre, su alpacinería (término que inventé hace un tiempo y que tiene su base en arrugar la frente y mover las manos con estilo) hacen de Frank Slade, un personaje de culto dentro del vilipendiado cine estadounidense.
"Perfume de Mujer" es de esas películas en las que uno se acuerda más de instancias específicas, que de su total desarrollo. Los momentos antológicos se inician cuando Frank visita a su hermano Willie Slade (Richard Venture) y después de provocar a medio mundo, comienza a ser humillado por su sobrino Randy (Bradely Whitford). El resultado, Randy contra la pared forzado por el ex coronel con una llave a la tráquea.
Para qué hablar del tango que baila con la bella Donna (Gabrielle Anwar), quien espera a su novio en un lujoso restaurant. Hasta Gardel aplaude desde su tumba la performance de Al Pacino, bailando "Por una Cabeza" en la versión de "The Tango Project".
Por último, está una las secuencias de mayor tensión, en la que se empiezan a resolver los conflictos entre ambos protagonistas. Es cuando el personaje de Pacino se va a suicidar y ante el esfuerzo por detenerlo de Charlie, comienza a gritar desenfrenado. "Estoy en tinieblas!!!", le dice Frank con un tono amenazador, después de haber forcejeado con el muchacho, por quedarse con el revólver. Una retórica perfecta por parte de Al Pacino marca este episodio de "Perfume de Mujer", en el que se provoca el quiebre de su fuerte personalidad. Sus gritos y gestos faciales hacen de esta escena una marca registrada de su técnica actoral.
Al otorgar el Oscar como mejor actor protagónico a Al Pacino, la academia hacía justicia a su gloriosa carrera. Sin embargo, en aquella entrega de premios de 1993, otro grande, Robert Downey Jr. (guardando las proporciones) se quedaba con las manos vacías por vestirse de Chaplin. Pero esa es otra historia.
Frank Slade / Al Pacino: "En el tango uno no se equivoca. No es como en la vida. Si uno se equivoca o se enreda, sigue bailando"