Conversemos de esto y de lo otro, por mi por lo que inevitablemente se pega al costado de nosotros como restos de algodón de azúcar en los dedos embarrados. Háblame de esta ciudad, yo vivo algo triste, algo cansado, disimulo, eso si, hago como que no me duele, que todo esto alrededor no me duele, si no que pienso y medito por nuestras ojeras claroscuras. Ruego por que mi voz no se arranque, digo que ruego por que ella y su hijo lleguen a su casa bien y sin novedades. Amo la soltura de los nudos en el instante pleno de irse a reposar, no quiero molestarte, conversemos de esto y de otro
Tomo mate con cascaritas de limón, si deseas no hablemos de lo que anuncian los diarios que va a pasar inevitablemente, estoy acá pero no lo deseo, un paso hacia la cocina y beberé del alcohol traicionero, chusma chamusqueada, no te quiero más. Permíteme la resonancia de mis débiles huesos. Entonces, como dijiste, yo ahora nunca estaré solo de cosas caíbles y fatales como una parrilla de sopetón al suelo. Adoro esa risa tenue cuando ha dejado de llover, mi jardín crece inexplicablemente y corto lo que me dicen que corte esos fugaces duendes imprescindibles.
Ven, siéntate aquí, tomemos las cosas como son, deseo que caigamos lentos y sin dolor, me lavo el pelo pensando en eso, pero se olvidan las cosas, siempre, uno tan despistado que es. Trato de no ver la hora, las niñas cantan en la calle canciones que hablan del reino de Jesús, una chinita se posa en mi hombro y se asusta piensa que no la quiero que deseo matarla y que soy uno más de esas sombras grandes y obesas. La cadena del baño está mala y este sol, nuevo sol, que me deja la frente tibia y andamos sin apuros, esta vez se que el pasto no es dañino, tomaremos sopa en un rato más, algo va a salir, pero tiremos piedras al lago, corramos como cuando mirábamos a "los adultos" conversar cosas con cigarros. No tengamos miedo y vengo a decir que se acabó la sal pero no tengo miedo, conversemos de esto y de lo otro, la guitarra siempre quiere ser tocada, me voy a poner un chaleco, vuelvo en seguida, por favor los cojines, los restos de ropa, los caracoles y las conchitas, devuélvanme la memoria, ¿qué es lo que iba a hacer? (pero en la pieza voy a recordar ese poema que escribí cuando era chico y que desee siempre jamás olvidar).
No hice esa llamada pero es que ya no tengo teléfono ni cajas blancas con noticiarios, ¿y que ha pasado?, ¿y la gente?, ¡ven Rufus que hay que darte comida! y si tu mamá vuelve ¿qué va a decir?. Está empezando el atardecer, meditaré un rato en el baño.
Adiós, chao en este momento, me quedo aquí y es placer divino. Beberé lo que resta en el concho por ti y por mi, por esto y por lo otro, por el carrousell y por la vida, en este tiempo.