Desde México, César Horacio Espinosa Vera
Con la saga de las Fundaciones , Isaac Asimov reconstruye frente a un monumental telón de fondo galáctico la historia de la humanidad con sus momentos cruciales de invención y ascenso, seguidos de extensos periodos de rutina y declinación.
A lo largo de ese rosario de narraciones asimovianas presenciamos tanto la eclosión del neolítico como la opulencia de las dinastías faraónicas y las ciudades-imperio de Mesopotamia, hasta el afanoso peregrinar mercantil de los fenicios y el milagro griego -en palabras de Michel Serres- del surgimiento de la geometría y el razonamiento matemático; seguido por la impetuosa colonización de los romanos -hormigas guerreras- sobre el mundo conocido y el correspondiente asalto de las periferias bárbaras que abren el dilatado periodo de regurgitación y meditación medieval.
Al mismo tiempo, las Fundaciones son una aguda visión del mundo de nuestro siglo, y de nuestro actual inicio de siglo y de milenio, caracterizado por fuerzas extraordinarias que están llamadas a transformar radicalmente la historia humana, pero que al mismo tiempo sobrevuelan un mar de fondo de desigualdad y miseria abismales de la población terrestre. Es aquí oportuno inquirir: ¿representan una utopía las Fundaciones de Asimov?
A no dudar, su pensamiento y su narrativa están impregnados de la prosapia iluminista de la modernidad, con sus paradigmas basados en la razón instrumental, el despliegue progresivo y el desarrollo lineal, lo cual ciertamente encierra a sus proyecciones futuristas en las perspectivas de la utopía; pero, al mismo tiempo, oscila en ellas el desencanto típicamente posmoderno y el sabor de crisis permanente que fueron el signo del final del siglo 20, especialmente dedicado a la iconoclastia y a la hecatombe.
Hay un ingrediente casi esotérico que atraviesa toda la epopeya de las Fundaciones y constituye su matriz epistemológica: la creación y existencia de la "oculta" ciencia de la Psicohistoria , cuyo profeta es el matemático y psicólogo Hari Seldon y cuya piedra de Medina es su imagen holográfica, fantasmática, que aparece a la vista de los escépticos habitantes del planeta Términus para anunciarles alguna reiterativa y amenazante "crisis de Seldon".
En su formulación inicial, coetánea de la segunda guerra mundial, la psicohistoria es vista como una elaboración matemática estadística para fines predictivos-prospectivos, basada en una suerte de psicología de masas -muy a tono con los aquelarres hitlerianos y mussolinianos de la época y la insidiosa amenaza de la "quinta columna" que preludiaba a la "blietzkrieg" germano-nazi.
Sin embargo, en la parte postrera de la saga, publicada en 1993, la psicohistorica seldoniana ya incorpora en su etiología ecuaciones anticaóticas para sus fines de anticipar el futuro. Con esto, a despecho de la proclamada "muerte" de los paradigmas, ciertamente topamos con la emergencia de nuevas ciencias en nuestra actualidad para desentrañar la realidad natural y avizorar opciones quizás menos oscuras.
Al comienzo del siglo, la economía mundial en su conjunto aparece críticamente ineficiente: enormes capacidades han quedado sin explotar, al tiempo que la mayoría de los pueblos del mundo son marginados del desarrollo económico. Muchas posibilidades y grandes recursos en creatividad permanecen sin desenvolverse.
El número de economías críticamente empobrecidas es creciente: de 26 países que aparecían en 1964 en la lista de las Naciones Unidas de "países menos desarrollados", hacia el final de la centuria pasada el número había crecido a más de 40, sin contar los que se acumulen en el último lustro.
Mientras que la mayoría de las sociedades industriales se ha vuelto más proteccionista en las décadas recientes -pese, o debido, a la ideología neoliberal -, los efectos sobre el sur han sido devastadores. Las medidas proteccionistas de los ricos han sido el factor principal en la duplicación del abismo -ya de por sí grande- entre los países más pobres y los más ricos, desde 1960.
El Reporte de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo apuntaba en 1992 que tales medidas han privado al Sur de 500 mil millones de dólares al año, esto es, alrededor de 12 veces la "ayuda" total proporcionada al llamado Tercer Mundo, que además, en su mayor parte, viene a ser una promoción de las exportaciones de los países ricos bajo diferentes disfraces.
Al despuntar el nuevo siglo, los principales factores que permanecen marcando la difícil perspectiva económica global son fáciles de captar. En primer lugar, la globalización de la producción que ha ofrecido a los empresarios de sectores clave de las economías el prospecto apetitoso de hacer retroceder las victorias en derechos humanos conquistadas por la gente trabajadora.
Al mismo tiempo, salta a la vista que alrededor del 40% del "comercio mundial" no es realmente comercio sino operaciones internas de las corporaciones, gerenciadas de manera central por una mano altamente visible, con toda clase de mecanismos para socavar los mercados en beneficio de ganancia y poder, para no hablar de la tradicional utilización y dependencia del poder estatal y del subsidio público.
Por otra parte, el factor trascendental del proceso lo constituye ciertamente la revolución de las fuerzas productivas. El desarrollo de las tecnologías de comunicación y transportes proporcionó a los procesos de producción una movilidad y flexibilidad geográfica nunca antes vista en la historia. Fue esa movilidad geográfica la que hizo posible la conceptualización y utilización real del planeta como un solo lugar de producción transnacional.
Al terminar el siglo, las crisis financieras y de intercambio de Japón y los dragones asiáticos, así como la recesión estadunidense, apenas levemente remontada mediante la economía de guerra bushiana, mantienen sus efectos sobre las economías de todo el orbe, con el virtual colapso financiero de los estados endeudados sin esperanza de pagar, la persistente hambruna en Africa y las crisis urbanas exacerbadas por el desempleo, la violencia y la miseria en muchos países del Tercer Mundo, sobre los que pende también la amenaza de la "guerra preventiva" antiterrorista de los EEUU.
A galope sobre ese panorama de crisis, la humanidad se acerca con mayor o menor lentitud a un punto de bifurcación . Las bifurcaciones son más visibles, más frecuentes y más dramáticas cuando los sistemas que las representan se acercan a sus umbrales críticos de estabilidad, cuando "viven peligrosamente". Y en los inicios del siglo XXI es así como vivimos.
Casi podríamos decir que nos aproximamos a una "crisis de Seldon", en la perspectiva de las Fundaciones asimovianas. En realidad, viene al caso afirmar que la ciencia social del siglo XX tuvo que manejarse con tendencias extrapoladoras, obtenidas por medio de estudios estadísticos cuidadosos pero limitados.
Tales extrapolaciones daban siempre por sentado que las condiciones eran estables; fueran cuales fuesen los factores que generaban las tendencias, debían mantenerse inalterados a través de la escala de tiempo de la extrapolación. Esto equivalía a una bola de cristal de corto plazo, que no revelaba la naturaleza y las probabilidades del cambio básico.
Sólo después de mediados de siglo apareció en el mercado científico una bola de cristal de largo plazo. Es la de las ciencias del no equilibrio , sobre todo la teoría de la termodinámica del no equilibrio y la teoría de los sistemas dinámicos.
Su postulado básico es simple: que las leyes, ya sea en la naturaleza o en la historia, no necesariamente especifican un hecho único sino que pueden ser también probabilísticas: proporcionan los fundamentos para grandes conjuntos de hechos, ninguno de los cuales es más probable que otro.
Dentro del marco de las nuevas ciencias de los sistemas de no equilibrio, las sociedades humanas, tanto como las especies biológicas y las ecológicas, son variantes de sistemas complejos que se desenvuelven a través de múltiples bifurcaciones. Éstas intercalan largos periodos de estabilidad y coronan los picos y los valles y las oscilaciones aparentemente azarosas de las épocas de inestabilidad.
Las bifurcaciones se desencadenan cuando sistemas complejos están sobretensionados, empujados más allá de su umbral de estabilidad. Hasta ese punto, el comportamiento de los sistemas es relativamente ordenado, hay oscilación periódica, es decir, movimiento alrededor o hacia determinado estado, o estabilidad en uno u otro estado. Pero más allá del punto crítico, el orden se rompe y el sistema cae en el caos.
En la mayoría de las clases de sistemas complejos el caos da paso, por último, a una nueva variedad de orden. Pero la relación entre el orden pre-crisis y post-crisis no es en modo alguno simple. La evolución de los sistemas complejos es fuertemente no lineal, está llena de saltos y sorpresas.
A juicio de Ilya Prigogine -Premio Nobel de Química 1977 y teórico de la complejidad-, la repentina aparición del orden a partir del caos es la regla antes que la excepción. Prigogine usa la palabra caos de dos modos bien diferenciados, aunque a veces intercambiables. Está el caos pasivo del equilibrio y la entropía máxima, donde los elementos están tan íntimamente mezclados que no existe ninguna organización. Este es el "caos térmico del equilibrio", propio del eventual universo tibio que predice Clausius.
Pero en la segunda acepción el caos es activo, caliente y energético, un "caos turbulento alejado del equilibrio". Prigogine fue uno de los primeros científicos contemporáneos que advirtió que pueden ocurrir cosas extrañas en este caos alejado del equilibrio: en esta situación no sólo se desintegran los sistemas, sino que emergen sistemas nuevos. De ello se desprende que una propiedad del caos alejado del equilibrio es que contiene la posibilidad de autoorganización .
Prigogine y sus colegas encuentran estructuras autoorganizativas en todas partes: en biología, en los vórtices, en el crecimiento de las ciudades, en los movimientos políticos, en la evolución de las estrellas. Prigogine denomina "estructuras disipativas" a esos ejemplos de desequilibrio y autoorganización.
El caos, tanto en la sociedad como en la naturaleza, es ultrasensible; la más leve modificación puede nuclear, expandir y cambiar la dinámica del sistema que lo manifiesta. En esta tesitura, el hecho de que el clima del mundo esté en un estado de caos no significa que sea desordenado; sólo significa que su orden es complejo y sutil, sensible a variaciones minúsculas, como es el caso del llamado "efecto mariposa".
En el hombre, los estados cerebrales que están especialmente vinculados con el caos pueden ser especialmente creativos; los científicos y los artistas, los poetas y los profetas conciben sus mejores ideas y reciben su mayor inspiración en los "estados de conciencia alterados" típicos del sueño, la meditación y el trance.
La sociedad también entra en un estado caótico de vez en cuando. Éste no es meramente un estado de anarquía, sino de bifurcación. Es sensible a toda pequeña fluctuación. El caos es el pasaporte de la humanidad para pasar de una edad a la siguiente. De esta forma, el caos que interviene durante las épocas de bifurcación en la evolución de las sociedades, al ser ultrasensible, es de hecho sensible a los valores.
En una época de bifurcación, todas las estructuras de la sociedad se tornan altamente sensitivas, registran la más mínima fluctuación y cambian con ella a través de bifurcaciones que implican intensos conflictos. En consecuencia, son muy sensibles a ciertas clases de información que recrean dichas bifurcaciones. Un mero titular en un periódico puede movilizar a una nación entera llevándola a la guerra; o la "amenaza de armas secretas", como sucedió con la segunda guerra contra Irak.
La cultura no es la excepción. Es decir, en una época de transición salen a la superficie, en profusión, ideas y valores nuevos, inicialmente pequeños y débiles. Pero una vez que han emergido, algunos de entre ellos muestran una disposición a "nuclearse", se apoderan de la imaginación de vastas capas de la población y cambian los modos dominantes de pensar y de actuar.
Para desencadenar la evolución cultural no hace falta la mano pesada de los dictadores, basta con crear fluctuaciones bien concebidas de los valores y las creencias, y sustentarlas en la mezcla dinámica de ideas y movimientos en competición. De nosotros depende encontrar bifurcaciones sensatas y eficaces, y bifurcaciones a tiempo y en la dirección correcta.
En el curso del tiempo, las cascadas de puntos de bifurcación hacen que un sistema se fragmente (duplicación de periodos) cayendo en el caos, o que se estabilice en una nueva conducta mediante una serie de rizos de realimentación para acoplar el nuevo cambio a su medio ambiente.
Estas propiedades de la realimentación, sobre todo de la autorrenovación constante, confieren a los sistemas vivientes características definidas con el concepto de "autopoiesis".
Las estructuras autopoiéticas se encuentran en un complejísimo extremo del espectro natural de los "sistemas abiertos". El espectro abarca desde los sistemas autoorganizativos simples (los remolinos, la Mancha Roja de Júpiter) hasta estructuras disipativas más complicadas (la reacción Belousov-Zhabotinsky) y sistemas autopoiéticos de elevada complejidad (nosotros mismos).
Las estructuras autopoiéticas son criaturas notables y paradójicas: al tener capacidad de autorrenovación son muy autonómas y cada cual posee una identidad propia que mantiene continuamente.
Aplicado a la historia, lo anterior sugeriría una visión "utópica" con el advenimiento de una sociedad globalmente integrada y tecnológicamente avanzada, organizada mediante un equilibrio básico de diferenciación con integración, con unidad dentro de la diversidad. La centralización y la homogeneización darían paso a la descentralización mitigada con coordinación.
¿En verdad se avizora ese tipo de sociedad en algún punto del planeta? Creo que más bien presenciamos las grandes turbulencias, bifurcaciones y cambios que suenan tan promisorios como amenazadores, donde no se avizoran horizontes tan equilibrados , precisamente.
* Artículo basado en ponencia presentada en el Encuentro "Cultura y Civilización en el Siglo XXI.- Las ideas sociológicas de Isaac Asimov.- Ciclo las Fundaciones (Sesión 3) Las fundaciones y el futuro", Centro Nacional de las Artes, septiembre de 1998.
Referencias:
Isaac Asimov . Fundación, Fundación e imperio, Los límites de la fundación, Hacia la fundación. Plaza Janes Ed., Barcelona.
Ervin Laszlo. La gran bifurcación. Crisis y oportunidad: anticipación del nuevo paradigma que está tomando forma . Gedisa Ed., Col. Límites de la Ciencia, 2ª Ed. junio de 1993, Barcelona
J. Briggs y F.D. Peat. Espejo y reflejo: del caos al orden. Guía ilustrada de la teoría del caos y la ciencia de la totalidad. Ed. Gedisa, España, 2ª ed. 1994.
Horst Kurnitsky. Vertiginosa inmovilidad. Los cambios globales de la vida social. Blanco y Negro editores, Col. Vino tinto, 1998, México.
Robert Fossaert. El mundo en el siglo XXI. Siglo XXI Ed., México, 1994
César Horacio Espinosa V. Mexicano. Escritor, poeta visual. Fundador en 1963-1964 de los Cafés Literarios de la Juventud y coeditor de la Hoja Literaria Búsqueda . Integrante del Movimiento de Los Grupos, en los años setenta. Desde 1977 forma parte del circuito del arte-correo, del cual promovió una serie de exposiciones y proyectos en México. Creó y ha coordinado las Bienales Internacionales de Poesía Visual y Experimental (1985-2001). Autor de libros y ensayos sobre poesía, arte, política cultural y comunicación.