Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 1 
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 6.
12 de Junio
al 12 de Julio 
de 1999.

Tres Escritores Tartamudos

Gonzalo León 
Chileno 
1998 

Tres amigos que no se veían muy a menudo quedaron en juntarse aquel lluvioso 27 de agosto. A minutos de las siete de la tarde ninguno de ellos había llegado a la cita en aquel bar. Llovía a cántaros, y en las calles todos corrían para guarecerse.

-¿Qué lluvia, eh? -comentó el mozo al dueño del local.

-No me imagino un clima más adecuado para hoy.

-¿Por qué lo dice, jefe?

-No lo sé realmente... Pero algo me dice que éste es el clima ideal para lo que va a suceder acá.

-¿Otra vez con sus presentimientos?

Mientras el mozo soltaba una tímida sonrisa, el dueño de aquel bar enarcó sus cejas y aclaró:

-Lo que yo tengo no son presentimientos. ¡No! Lo que a mí me sucede es,... no sé si tú has tenido esta sensación, ¿no? Bueno... Esa sensación de haber vivido un acontecimiento dos veces.

El mozo acercó su rostro al de su jefe y le dijo con una risita burlona:

-¿Hablamos del inconsciente, de Freud y esas patrañas?

"¡Desde luego que no!", enfatizó el dueño del local, y tras cartón una figura alta, envuelta en gotas de lluvia, entró al bar. Sin sacarse su abrigo se sentó en la única mesa que tenía un cartel que decía "RESERVADO" y llamó al mozo con la mano.

-¿Ves, estúpido? -le dijo el dueño al mozo-. A esto me refería. "Esto" ya comenzó.

Llovía y Sergio estaba en su departamento, poniéndolo todo patas para arriba, buscando por aquí y por allá unos malditos papeles, unas anotaciones hechas por él mismo hacía un tiempo no muy lejano.

Ya había lanzado al suelo casi todos sus papeles y lo mismo había hecho con los libros de su pequeña biblioteca, cuando de pronto, en medio del desorden, algo se le reveló. "Por supuesto,... ¡en la cocina!" Sin dudarlo, Sergio se precipitó a la cocina, cuando el reloj de pared que allí había marcaba las siete y cincuenta minutos de la tarde.

En el bar, un hombre bajo y regordete entraba con su impermeable empapado.

-Hola Pato, ¿esperas hace mucho? -dijo.

-No -contestó Pato con indiferencia.

Leonardo se sacó entonces el impermeable, lo colgó en un gancho de bronce colocado en la pared y se sentó.

-¿Está bueno el whisky? - le preguntó a Pato.

-No preguntes idioteces. Mira que el clima no está para eso.

-Tienes razón -admitió Leonardo sin intimidación alguna-. Bonito el día que escogimos para esta reunión. ¿Y Sergio?

-Tú sabes cómo es él.

-Sí, lo sé. -Y pegando un fuerte grito, Leonardo llamó al mozo.

-Sí, señor.

-Quiero una botella de cabernet sauvignon y una tabla de quesos.

-¿Algo más?

Leonardo meneó la cabeza y luego la dirigió hacia donde su amigo, quien daba el último sorbo a su vaso de whisky. Algo en Patricio no estaba bien.

-Hoy murió mi viejo -comentó Pato de repente.

Y ante el comentario, Leonardo quedó atónito, y su rostro se llenó de asombro y compasión,... y cierta incredulidad también.

-Yo siempre pensé que tu viejo había muerto hacía tiempo,... digo, como no hablabas de él, era lógico pensarlo.

Las palabras de Leonardo sonaron como a disculpa, por lo que Patricio tuvo que aclarar unas cuantas cosas.

-Mi viejo, como ves, estaba vivo. ¡Siempre estuvo vivo el muy conchadesumadre! -El mozo llegó con el pedido de Leonardo justo para escuchar el garabato-. No, no me refiero a usted. ¡Ah! Y otro whisky, por favor.

Cuando el mozo se retiró un extraño silencio envolvió a aquellos amigos, pero sólo duró hasta que Leonardo probó los quesos.

-¡Pero estos quesos están pasados! ¡MOZO! ¡¡MOZO!!

-Sí, señor.

-Estos quesos están pasados. Mire, incluso algunos tienen partes verdes.

-Discúlpeme, pero esos quesos son así.

-Pues a mí no me gustan. ¡Llevéselos!

-Está bien.

Y cuando el mozo se iba, masculló "si no le gusta el buen queso, le llenaré la tabla de puro queso gauda. ¡Ignorante!"

-¿A qué hora murió tu padre?

-Temprano, en la madrugada. O al menos a esa hora me avisaron.

-Madrugador el hombre -bromeó Leonardo-. ¿Sabes dónde vivía?

-Antes sí. Cuando era niño; pero hace tiempo le perdí la pista.

-¿Pero al menos sabes si vivía aquí, en Valparaíso?

-Creo que no. A él nunca le gustó Valparaíso.

-¿Y qué ciudad le gustaba a él? -insistió Leonardo.

-No lo sé. Ya te dije que era un conchadesumadre. Y eso es lo único que sé de él.

Y ante la irritación de Patricio, Leonardo decidió cambiar de tema.

-¿Hablaste con Sergio?

-¡Que andai` preguntón hoy día!

-Bueno, bueno, pero ¿hablaste hoy con él?

-No. Hablé ayer con él.

-Qué bien.

-¿Y se puede saber por qué está bien?

-Porque siempre que se le recuerda un compromiso, no lo cumple.

-¡Ah, de veras! -exclamó Pato-. Sergio es un tipo muy raro.

En su departamento, Sergio, en medio del desorden de su cocina, recordaba una conversación que había sostenido con Leonardo. "¿Sabes? A veces tengo la sensación de que estás en otro nivel de realidad." Caminando por entre aquel caos, Sergio se preguntaba si "ese nivel de realidad" al que se había referido su amigo era superior, inferior o sólo distinto. Y cuando estaba en esto, instintivamente observó su reloj de pulsera y sólo ahí recordó. Inmediatamente se precipitó hacia la primera chaqueta que encontró, luego cogió un paraguas, y cuando se peinaba nerviosamente frente al espejo, ubicó mentalmente los malditos papeles. "¡Qué torpe! Cómo no lo pensé antes", se dijo al momento de revisar un bolsillo de la chaqueta que tenía puesta, en donde, doblados, descansaban aquellos papeles.

Al salir de su departamento eran las ocho y media de la noche, y todavía llovía.

Una parte de la lluvia hecha hombre pareció entrar al bar como una verdadera borrasca. Pato que estaba sentado con una vista privilegiada para observar quién entraba o salía, vio aproximarse a aquella figura con mucha decisión hacia su mesa.

-Hola Pato; hola Leo.

-¡Sergio! -dijo Leonardo al darse vuelta y verlo todo mojado.

Sergio se sacó la chaqueta y llamó al mozo. Tiritaba de frío.

-No te parece que habría sido una buena idea si hubieses abierto el paraguas -apuntó Pato, quien ya iba en su tercer vaso de whisky.

-¡Bah! No me di ni cuenta que no lo había abierto -sonrió el aludido, y luego se sacó su chaqueta y se sentó.

-Ves Sergio, a cosas como ésta me refería cuando te dije la otra vez que estabas en otro nivel de realidad.

Tras las palabras de Leonardo, llegó el mozo y preguntó:

-¿Qué va a ordenar el señor?

Pero Leonardo detuvo a su amigo para proponer:

-¿Qué te parece si pedimos una botella de merlot?

Sergio lo miró de soslayo y repuso con seriedad:

-¿Y por qué no mejor dos?

-¿Dos? Me parece bien.

-¿Eso no más?

Leonardo no respondió. Sólo dirigió su vista hacia Sergio y le preguntó en voz baja:

-¿Tienes dinero?

-¿Dinero? No sé, ¿por qué?

-Para pagar, ¡¿para qué más?!

Sergio revisó sus bolsillos: su chaqueta, sus pantalones.

-No -anunció calmadamente-, no tengo ni uno. Pero ¿supongo que tú me prestas?

-Está bien -contestó Leonardo con resignación-, yo te invito.

-¡Excelente! -exclamó Sergio con felicidad-. ¿Y? -preguntó mirando a Patricio.

-¿Y qué? -replicó el aludido.

-¿En qué estaban?... Vamos, vamos, continúen. Hagan como si yo no existiese.

Pato entonces miró a Sergio con furia y le dijo:

-¡No seas estúpido!

-Oye, pero a ti ¿qué te pasa? -replicó Sergio, muy ofendido por la actitud de su amigo.

-Nada. Murió su padre -le explicó Leonardo.

Sergio se quedó perplejo.

-¡¿Tienes padre?! -exclamó-. Yo pensé que él había muerto hace años,... cuando naciste o algo por el estilo.

-Pues, como ves, hasta ayer estaba vivo.

-¡Qué lata! Espero que al menos tengan la delicadeza de no involucrarte en esas típicas actividades de familia que siempre se hacen cuando un pariente cercano muere.

-Ya es tarde -apuntó Pato-. Hoy almorcé con dos medias hermanas que en mi vida había visto.

-Lo siento, viejo, ¡no sabes cuánto lo siento! Yo pasé por lo mismo cuando una tía abuela, una vieja a quien no conocía, agonizaba y me obligaron a verla morir. Recuerdo que cuando me aproximé a su lecho ella me agarró con fuerza mi mano y murmuró quién sabe qué. Era un 18 de septiembre, y afuera se preparaba chicha en una pileta (estábamos en un campo en Limache); y para fermentarla los niños que por ahí andaban, y que yo no conocía, defecaban en ella. ¡Era asqueroso! Después que la vieja murió, comimos un asado y mi viejo bebió de esa chicha. Es más; casi todo el mundo bebió de esa chicha.

Pato y Leonardo se miraron pasmados con la historia contada por su amigo y a lo único que atinaron fue a reírse a carcajadas.

-¿Qué? -repuso entonces Sergio-. ¿Acaso dije algo gracioso? -Y tras cartón se unió a las risas, y sólo vinieron a parar cuando el mozo llegó con las dos botellas de merlot.

El mozo abrió ambas botellas, se retiró, y luego, Pato haciendo referencia a una hermosa mujer que había en el bar -y que estaba acompañada por un tipo con aspecto de pelmazo- dijo:

-Creo que la conozco.

Sergio, sin disimulo alguno, recorrió el lugar con la vista.

-¿A esa colorina? Es bonita -comentó.

-¿La habías visto antes? -preguntó Pato.

-¿A quién?... ¡Ah! A ella. No, ¿por qué?

Tras la conversación, Leonardo comenzó a reír de nuevo. Tanto que se puso a toser.

-Les cuento -dijo Sergio, cuando Leonardo ya se hubo recuperado-. ayer hice un cuento,... ¡bah!, me salió verso -rió al final.

-¿De qué se trata? -preguntó Pato con desinterés, pues seguía mirando a "la mujer de sus sueños", y preguntándose a cada momento si la conocía.

-Se trata de tres escritores tartamudos que se juntan a debatir de literatura y de todo en general. -Sergio se interrumpió para servirse más vino-. Lo más gracioso de todo es que, como los tres son tartamudos, no pueden pronunciar las "c", las "k", las "p", en fin todas las letras fuertes, porque para ello necesitan que la lengua se retraiga; pero como ellos son tartamudos y precisamente de eso se trata la tartamudez, los diálogos resultan ridículos. ¿Entienden?

-¿Investigaste con un fonoaudiólogo, acaso? -preguntó Leonardo.

-No, con una fonoaudióloga y con una miga suya, que es muy tartamuda y MUY RICA.

-¿Es colorina? -interrogó Pato.

-No, es morena, ¡una morenaza!

-¿Quién: la fonoaudióloga o la amiga? -terció Leonardo.

-¡Hablo en serio! -dijo Sergio para llamarle la atención a su amigo.

Pato, al enterarse que la amiga tartamuda de la fonoaudióloga no era colorina, se volvió hacia "la mujer de sus sueños". Sergio se percató de ello y, como él quería capturar la atención de todos, le preguntó a Patricio.

-¿Y lo querías?

-¿Me hablas a mí? -dijo Pato distraídamente.

-Te preguntaba si lo querías.

-¿A quién?

-A tu padre, ¡a quién más! -exclamó Sergio.

-Ya le dije a Leonardo que él era un conchadesumadre.

-¿Pero lo querías? -insistió Sergio tercamente.

-No, no lo quería -respondió Pato.

-¡Entonces brindemos!

-En eso estamos, ¿o no? -dijo Pato.

-Sí, ¡SALUD POR EL CONCHADESUMADRE DE TU VIEJO! -exclamó Leonardo.

-¡SALUD! -brindaron todos.

Bebieron y bebieron, vino, sólo vino, y cuando ya todos estaban bien ebrios Sergio preguntó:

-¿Les gustaría que les leyera el cuento de los tres escritores tartamudos? Lo tengo aquí en la chaqueta. Antes de venir para acá, pensé que lo había extraviado; pero no, lo encontré, estaba en esta chaqueta y yo el muy güeón dejando la grande en todo el departamento, dejando todo hecho un asco, sin ningún orden. Bueno, ¿quieren que se los lea?

-No -respondió Pato secamente.

-No estamos para cuentos. Estamos ebrios.

Y en la barra, mientras estos tres escritores tartamudos conversaban lo mejor que podían, el dueño le decía al mozo:

-Ves que tenía razón.

-Son muy tartamudos, ¿no es cierto? Le juro, jefe, que me fue muy difícil no reírme de ellos.

-Bueno, al menos no han armado ningún "jaleo" como lo había presentido.

Y cuando el mozo estaba a punto de replicarle al dueño que lo que él tenía sí eran presentimientos, la luz se cortó y los tres tartamudos aprovecharon la ocasión para huir sin pagar la cuenta. En medio de la terrible lluvia, los pocos transeúntes y automovilistas podían ver a tres tartamudos totalmente ebrios, bailando y cantando como Don Lockwood (Gene Kelly) en "The singer in the rain".  

 

Si quieres escribir a Gonzalo León: leon@chilemix.com  
Si quieres leer más de sus cuentos y un exelente cómic visita su  página en: http://www.geocities.com/Paris/Salon/5021 
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