Santiago de Chile.
Revista Virtual.

Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 55
Octubre de 2003

 


Columna a cargo de Marcela Rosen

ADRIANA MONSALVE VARAS

Cuento ganador del 1er premio Mitos y leyendas de la V Región año 1994

El Cono de Oro

¡ El momento de ocultar el regalo de los dioses ha llegado! Así lo comprendió el brujo, y esa tarde, de pie en la áurea cima del cerro, se dispuso a cumplir su aterradora misión. El traje ceremonial agitaba su majestad con el viento de las alturas. El, contemplaba con esos ojos, donde la sabiduría milenaria había hecho su cuna, el pacífico valle habitado desde siempre por sus hermanos de raza. El sol en el ocaso le mostraba el futuro... Tembló al contemplar esas imágenes. Una lágrima heroica cayó por sus mejillas, y su pena, la más honda de las penas, vibró por el espacio alertando a la naturaleza dormida. Una bandada de cóndores trajo el luto solemne y acongojadas las nubes oscurecieron sus sonrojos. Los árboles, sobrecogidos, pusieron piedad en sus hojas y las aguas silenciaron su bajada cantarina. ¡ Llegaban los huincas ! Llegaban precedidos por los rumores que el sol confirmaba como ciertos: cabalgaba junto a ellos la codicia y la crueldad. ¡Codicia de oro! El áureo penacho del cerro que los dioses obsequiaran debería ser ocultado en el interior de la montaña. -- ¡ Cóndores, amigos ! -- clamó con voz ceremonial el hechicero -- jamás he visto un huinca mas rechazo su maldad. Las aves giraban lentamente, oscura ronda, habituadas tal vez ha escuchar las palabras confidentes que el hombre ritual les dirigía. -- Dicen por ahí que ellos son monstruos: mitad hombres, cuerpo y patas de animal. Dicen que los trajeron malos vientos caminando por los mares. Pero si los dioses, en su capricho, feos los hicieron, poca importancia tendría. Yo he visto grandes horrores en la práctica de la hechicería. Lo que me alarma es la impiedad del corazón. -- ¡ Oh, sol ! No me sigas mostrando a mis hermanos flagelados por el látigo ni continúes, cruel, enseñándome la forma en que se podría profanar el cono divino de mi cerro por las herramientas de los míos, obligados por la tortura. ¡ Dioses ! ¿ Es preciso mi sacrificio ? El aire movió lentamente su diáfana cabellera y el brujo comprendió... Extendió sus brazos, magnificados por el manto ritual que los cubría. Su soberbia soledad era sólo acompañada por los cóndores, negras alas de las cumbres, solemnizando aquellos instantes. De sus labios cayeron como perlas las palabras. Era una letanía triste y de gran magia que desató el manantial de las lágrimas de sus oscuros ojos fijos, ahogando en su lluvia la nostalgia. Y las perlas rodaron hasta valle mezclándose con la tierra que aun no sabía de pesares. Fue el inicio del rito. Y Pachamama convulsionada por la pena tembló entera. El cerro, conmovido, abriendo una compuerta al conjuro del hechicero comenzó a cobijar en sus entrañas misteriosas el dorado metal que antes lo coronara.El brujo, con la serenidad de las almas nobles aceptó lo inevitable y no vaciló ante el violento terremoto. Sus labios mantuvieron el conjuro en tanto sus brazos, extendidos en el sentido del horizonte, bajaban lentamente junto con el cono al interior de la montaña que, quizás hueca, pudiera convertirse en su morada. El final de todo fue una multitud de estrellas disparadas hacia el cielo. Los cóndores, sobrecogidos, regresaron a sus nidos y sólo se escuchó toda esa noche el canto de la muerte entonada por los hijos de esta tierra. Los años han cubierto la leyenda pero quien visite Olmué y mire hacia lo alto de su cerro verá que este está trunco: le falta la corona. Es el cerro La Campana donde permanece el brujo prisionero, guardián celoso de la sacralidad del oro de los dioses. En las noches invernales se oye su lamento que se enmarca al sonido del kultrum y que nace tenebroso de las profundidades del monte. Es un lamento salado, pues sus lágrimas han formado mares en la piedra. Es un grito de roca envuelto en fantasía por aquel mítico ser atrapado para siempre en un valle encantador y también encantado.

 


JUAN PABLO

>>>> > LA MICRO>>

No sé si subir. Mejor la dejo pasar. Y así hago, la> dejo pasar. Sin embargo, no dejo de fijarme en los> rostros que veo tras esas ventanas. Ellos también me> miran, no todos, pero los suficientes para sentirme> observado, y prefiero bajar la vista. No quiero que> piensen que los miro a ellos, pero no importa, el bus> ya se alejó. Aquí viene otro, con nuevos rostros,> tampoco conozco a nadie que esté sentado dentro. Me> miran y se repite la misma escena; yo los miro, ellos> me miran, me siento observado, bajo la vista, y el bus> se aleja. Ahí viene otro. No sé a donde va. Dudo en> subirme. No me sirve, pero no quiero que se repita la> misma historia, no quiero mirarlos, no quiero que me> miren, no quiero sentirme observado y no quiero bajar> la vista cuando el bus se haya alejado. Detengo un> taxi. No me subo, le digo que lo he pensado mejor, y> que me iré en bus. Pero cuando bajo prefiero caminar.> Si caminaré. Pero justo cuando comienzo a caminar> decido tomar el bus que se acerca. Probablemente> pensaré lo mismo de siempre y la historia se repetirá:> yo los miraré, ellos me mirarán, yo me sentiré> observado y luego bajaré la vista. Pero que más da.> ¿No hemos hecho acaso las mismas cosas siempre, y> nunca nos hemos preguntado nada?>


REBECA BEHAR

  Soy una poeta y traductora francesa de París. Pertenezco al movimiento alternativo desde los años 1970 - 1980, participé en grupos feministas sobre la escritura de las mujeres, en el movimiento de las radios libres y de la prensa independiente en Francia. . He escrito cuentos, poemas y una novela.  El tema de mi sitio es "poesía y traducción": http:www.rebecca-behar.com. Hay una pagina con poemas que son escritos directamente en español.

 

El Toxóforo

Rodeando el silencio, volaban los mosquitos de la morbosa ciénaga tras el fracaso de las palabras que se amontonaban dentro de la lógica celestial.

El País embriagado parecía cuajado en un reflujo de olas y empate de horas.  Los equinoccios cruzados y el curso de los planetas, devueltos a los augurios, guiaban las estrategias del poder total donde se tramaba la guerra de los Mundos-Pensamientos en gestación en el huevo cósmico.

En los limpios callejones, malditos carteles subsituían a las fachadas de sonrisas y las fotos captaban al natural el obsceno rictus y la risa servil de las hembras de látex. Irrisorios ludiones de codiciosa mezquindad se chocaban contra el puro concepto de una entidad inexorable que se desplegaba, según un plano riguroso, en estructuras movedizas.

Entonces sucedió un jaleo de embrujados aullando en el baile de las hechiceras de uñas pintadas de verde locura. Nunca fue seguida tal desesperación de tantos efectos de estilo y refinamiento perverso.  Las ondas captaban frecuencias al azar; las emisoras de láser recorrían ciegamente el espacio; posaban los cautivos, vivas estatuas cuyos gestos probables resultaban de una cifra infalible.

Llamadas afónicas entre cuerpos rebotaban con intermedios de alteraciones sucesivas y con violentas batidas se descargaban los carnívoros que no tenían más remedio que cazar la sombra de sus fantasmas.

Los fulgores de lo invisible y la barrera del viento construían la arquitectura. Un escenario de piedra soñaba todavía debajo del sol adornado con un velo rosa inaccesible al erotismo neutralizado.

Los vegetales ondulantes encantados por la Conciencia vacía se engendraban a espaldas de la precisión de los espectroscopios a pesar de que filtraban vibraciones hasta los confines de los meandros enmarañados del porvenir. Cada salto de saber afinaba la proeza del alquimista, transmutando el polvo cósmico, los rayos y las fuerzas dispersas, en un poder adormecido envuelto en su oscura belleza de espíritu-matéria insensible.

Pero el niño Soledad crecía en secreto, en el centro de los mundos, alimentado de leche de estrellas, fuera del alcance del ciego deseo.

El revés y derecho de las ilusiones se alternaban, formando majestuosas obras estelares. Fragmentos de conciencia, como tropismos singulares asombrados de repente por la claridad, percibían esos rayos espectrales de manera confusa.

En una llamada de intima fusión

Volviendo al compás sagrado

La noche trenza la aflicción

Se abre a  los monstruos en ritmo sofocado

Despertando de la nada el cuerpo despojado

En las fraguas del maestro del sueño

La tregua de los delirios viables recaía en golpes de placer para los adormecidos a quiénes se les permitían proteiformes contactos.

A veces algunas sílabas intercambiadas triunfaban sobre la universal mediación:

Láksme tkché

Táksma lkché

Yermói dargléi

Gikch Táksma Yérma dargl dargl Giktch

Gritos de sordo mudos, armónicos heridos en crescendo que la rueca electrónica devana, al compás del autómata mágico, sin fallo orgánico, reflejos revulsivos del soma insensible donde finas y dulces agujas granizadas instilan filtros alucinatorios. En este zumbido se difundían las pompas de sueños suspensas bajo la hipnosis de luna que poseía a los Ingenieros de Ultrasonido para que, finalmente, se apacigüen las carnes agotadas en un silencio de sangre casi animal que recordaba el antiguo orden de vida del qué no quedaba nada.

Fábricas equipadas de micros estruendosos, ladrando mandamientos sintéticos, producían en un flujo continuo círculos de poder, armas sutiles, códigos cincelados nacidos de mentes densas cebadas de cuerpos jóvenes. Los ávidos consagrados a la obra de mutaciones testarudas, se agarraban a las barreras invisibles de la negación emanando del abismo donde se forjaban extrañas gestaciones, combinaciones de tiempo y materia, e invocaban interrogando a las multitudes muertas detrás de sus máscaras de recuerdos extraídos de manera electro-carismática.

En el centro planetario, los Captores de originales - sus sinapsis sacudidas por gigantescas pulsaciones, chorros de furor, sollozos catárticos - aspiraban y expulsaban, procesaban las secuelas de dolores mudos y de refinados crímenes,  registraban, devoraban, machacaban, extendían sus billiones de tentáculos en las paredes neurónicas que recogían, amasaban, procesaban y restituían el jugo de memoria fétida en putrefacción.

Epopeya de los pueblos de sombra

Cuyo silencio fue violado

Por la vida/muerte

Y  fueron lanzados

sin encontrar tropiezo

ni eco

A perpetuidad

Las apariciones programadas acosaban sin reposo todo lo inefable escondido en el fondo de las carnes rascadas y husmeadas y la panza de la naturaleza recreaba los vertebrados necesarios, perfilados con harmonía en los astilleros de la ultra-esfera.

Los cuerpos labrados salidos de moldes cromosómicos con una eugenesia probada eran insultos a los especímenes de alguna fauna exótica extraviada que, con los caprichos de alguna colisión, resultó ser echada a lo lejos, mas allá de cualquiera estructura activa, como una huella del caos imprevisible y fértil, pero que todavía las Formas-Ideas registraban y absorbían meticulosamente como ventosas sosas de seducción pálida.

Ni esto              Ni aquello

La implacable necesidad

De contenido desviado

Violenta el crisol púber

Con insaciable afán

 del  Increado

La abundante llegada de datos imponía su ritmo, sus hipos, su tiempo negador, desplegaba el poder de decisión de falanges unidas de Ejecutivos, esposos de autómatas magníficos proveedores de energía. De manera que todo, hasta las esferas lejanas que derivaban a distancias de años luz, era escrutado, clasificado, observado, y entre relacionado para tejer una amplia tela de ilusiones creando faldas superpuestas que abrigaban al Universo-Modelo, quintaesencia adorada por la colmena centellante.

Una ~~~onda~~~imperceptible

Bajo el delirio representado

Se propaga ~~~~~~inexorable, matemática

El axioma sin el que toda estructura se auto devora

Un sonido~~~color~~~cifra hermética

Al acecho los cazadores de formas

Silencio

Debajo de la debacle del producir obsesional

Cruje la fábrica, imaginería vomitada

Una ~~~onda~~~invisible

La presciencia

- Peligro

Desconocido -

El tiempo,  llamado a la cita de los Captores de originales

Exigido por la nada de los ávidos

Por la ira de los gozos desnudos

Se iba reduciendo a silicio

La filiación de la onda contradictoria revelaba sus estigmas en la agónica lucha que contemplaban los Maestros de los sueños a través de los fulgores retransmitidos a todas las Formas-Ideas en alerta.

Que sucede al fin

El diluviano encuentro

Entre brujos mutantes

Eclipse borrándose

Para que se crea

Un signo

Todo el poder abismal se estrellaba a los confines del tiempo donde se recogían en su misterio, lejanos y nuevos crecimientos que acunaban al niño Soledad de soplo apacible.

El País embriagado rechinaba y chispeaba, la onda zarabanda aceleraba el baile de las cautivas enloquecidas, tatuaba a los descalzos consumidos, gritaba en la carne lujuriosa, atizaba la histérica aspereza de los ávidos. El Mundo-pensamiento desenfrenado daba carcajadas amargas.

Algo se avanzó - un peón - un toque de violín entrabado - la onda obturaba las antenas de las cajas neurónicas, malbaratando la preciosa invención de los Ingenieres del ultra-mundo.

En las calles se borraban las huellas, los transeúntes destacándose en el viento se materializaban, como intrusos formatados por el imprevisible parámetro que se había introducido en las estructuras abstractas, preludio de la agonía de creaturas atravesadas por la flecha de un advenimiento tenebroso.

El Centro planetario funcionaba al revés, las órdenes volvían a su origen, cegaban los cerebros, un sonido estridente sin localización burlaba los centinelas electrónicos y el sistema erizado de defensas perfectas. Ninguno de los cuerpos adormecidos que componían la multitud del decorado restituido, aún percibía la vibración extraña - salvo quizás con gritos más allá de las palabras que subían hacia agudos rítmicos donde se distinguían a veces huellas de aullido.




ó
y Soldiem thísle

Khal idhó ohm

Oh lákksma óydiem

Khál thísle oy

El crisol grandioso de gestación de formas y de estructuración de mundos producía residuos, derivaba en contra órdenes, sus procesos a contrapelo, bloqueando a sus servidores, estremeciendo las sinapsis, repitiendo las faltas, actuando, contra-actuando, avanzando, regresando. Todo ello se hundía en aporias en un proceso que conducía a la parálisis.

El niño Soledad crecía envuelto por las cálidas emanaciones de los siglos, lleno de savia eternal, a lo lejos, en la luz secreta de las finalidades vivas.

Los sueños habitados liberaban sus imágenes. Fotos, hologramas, vídeo-programas se convertían en figuras disociadas que proliferaban sobre los sexos palpitantes, llevaban a la incandescencia los deseos disfrazados y toda la sed de vivir reconstruida por los cucúrbitas del genio genético: cangrejos, sanguijuelas, alacranes, cucarachas, todo el cortejo perpetuo de reinos lúgubres tartamudeaba en monstruosas repeticiones que los Captores azorados iban escupiendo.

El niño Soledad esperado en el taller de lo possible, suavemente irradiaba una luz lejana.

La intensa vibración en evolución se hacía más amplia, subía los escalones de la jerarquía de inconsciencias proyectadas, siguiendo la pista de los vegetales embrujecidos hacia los santuarios del Mundo-pensamiento.


Dentro del artefacto lógico

Roído de herrumbre parásita

La immanencia se enfrenta

a  un saber hiriente

Mientras el sentido

Interroga al tiempo

Quistes de luz se formaban para prevenir ataques simulados en una modelisazión de complejidad creciente cuyas rigurosas deducciones convergían hacia el mismo umbral de lo desconocido. En este anonimato planificado donde se operaba la ablación de los potenciales sensibles, nadie hubiera nombrado ni echo suyo el sentido de lo que llamamos sufrimiento.

Ahora bien eso le sucedió a una majestuosa entidad organizada, espumeante de actividad, a un modelo de decreciente entropía, que fue amenazada por cualquier inexplicable sacudida de materia o por un oscuro signo de las balanzas cósmicas. De repente, bajo la sentencia del destino, todos los seres se volvieron inertes en el caos mineral o desembocaron hacia estrellas jóvenes que consumían el impulso de estas creaturas entorpecidas que golpeaban sus antenas y mezclaban sus códigos.

El fin que nos acosa late en las épocas siderales, el peligro no se puede prever en los programas rayados de los artefactos y siempre la suerte está echada por causa de la equivocación, de ilusiones, de fabricaciones y multiplicaciones buenas si se toman por separado.

Aquí se acaba

El ritmo herido

El dolor azul del vértice

Inclinado hacia su fondo

Explorando sus fronteras

Auscultándose sin saber

Tocándose sin poder

Y como una piedra deseando alumbrar

se arranca de la hierba que aplasta

Los deseos se alarmaron. Sangrientas orgías mohosas escandían el fin en un rumor de imprecaciones ahogadas.

A la escucha de los abismos, una soledad lejana en sollozos tristes exploraba las coincidencias de las épocas.

Todo lo que estaba vigilando, funcionando en la estructura necesaria que se perpetuaba en su ser, Ingenieres de hipnosis, Maestros de los sueños, Captores de fuerzas vitales prometidas al sacrificio, ávidos husmeadores buscando materias para moler y mutantes para clonar, pulpos del cielo, toda la maquinería alada del Centro planetario se hundía, convergiendo hacia las neuronas saturadas, con hipos y sacudidas, a espaldas de la Conciencia vacía concentrada sobre la alarma, hacia la nota final del órgano.

Más allá, el niño Soledad percibía este silencio perfecto de osario, la serenidad inmóvil del pánico de la derrota y las emanaciones de la gran sustancia corroída por la implosión del tiempo escaso.

En los callejones se apilaba el estiércol de organismos con bio-ritmos perturbados.

De repente las rupturas se acumularon, en una sinergia de apocalípsis, el desbordamiento propagó sus reacciones a través de la estructura en peligro privada de signos, delante de las puertas cerradas del tiempo, y la Conciencia vacía desintegró la energía en el proceso de entropía hacía la última nada.

Tensión pura

Un nudo

Violencia increíble

Impossibles magnetismos

Volcados

Pulverizados

Aniquilados

Nada

Queda

Ni sombra

Onda

Signo

Vacío libre

El niño Soledad, fascinado de hipnosis de nacimiento, apenas noto que la entidad en peligro le estaba rozando, y se presentó a la hora de la muerte exactamente calculada por los últimos destellos de las inteligencias neurónicas.

La Conciencia vacía, resultante del tejido en descomposición, proyecto sus formas-pensamientos sobre la nueva orquídea cósmica de infinita compasión, en este momento último, a la orilla de un tiempo firmado, para cumplirse en el espejo de verdad.

Sucedió una noche de ciegos, un silencio cruel de estrella moribunda.

Lo insondable operó su misterio, los enredos se desanudaron, el germen maldicho se resorbió para siempre.

Y el porvenir cogió impulso, libre, vibrante de nuevas posibilidades.

beki.behar@club-internet.fr

 

 

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Marcela Rosen
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encargada de la evaluación y publicación de las obras literarias en Escáner Cultural.

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