Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 50
Mayo de 2003


LA HORA DE LOS IMPOSTORES

Texto: Carlos Yusti

Comprender la pintura, intentar dilucidar los derroteros actuales del arte resulta una actividad cuesta arriba con la postmodernidad y la globalización creando nuevos paradigmas de convivencia(y subsistencia) mundial. María Luz  Cárdenas (crítica y curadora de arte) se quejaba en un escrito sobre la ignorancia creciente en torno "a la presencia de las ideas y de la integración del pensamiento como parte esencial del proceso creativo". Argumentaba además que "no se trata solamente del enriquecedor papel que juega la información en la comprensión de la pintura, sino de colocarnos en el espacio mismo de reflexión que propone, no la pintura, sino la razón pictórica: la pintura como discurso, la pintura como paso del ornamento al pensamiento, sino como representación, como dimensión de una acción según la cual deja de comportarse como ornamento para convertirse en filosofía".

Sin duda que el arte en general, pero más específicamente la pintura, es un discurso que no ha dejado de reflexionar sobre las inquietudes más variadas del hombre. No parece razonable que ahora la pintura se derogue la responsabilidad de hacer filosofía en torno al devenir humano. Quizá los filósofos comiencen a pintar. En lo particular el arte siempre ha tenido algo de brujería y de filosofía, algo de ritual de exorcización y de meditación trascendental desde la prehistoria, pasando por los griegos, la civilización egipcia, la Edad Media, los Mayas, el arte moderno de fin de siglo. La pintura en nuestra etapa contemporánea se vuelve abstracta como un rechazo de la realidad acribilladas de guerra y desolación, los artistas de la vanguardia moderna desmitifican el arte, lo bajan de su pedestal como una manera de reflexión sobre la obra de arte como pieza de culto encerrada en el museo.

Que el arte quiera estrechar lazos entre el alma y el conocimiento parece una simbiosis inevitable y necesaria, lo que sí parece un rumor sin fundamento es que el artista esté enterado de ello. Cualquier santotomas puede dedicar unos minutos de platica con cualquiera de esos nuevos covachuelistas del arte encargados de hacer arte conceptual, instalaciones, arte efímero, etc. y comprobará con asombro que una miss tiene más argumentos. O sea estos nuevos artistas distan mucho de ser filósofos en mayúscula y la gran mayoría se queda en el lamentable escaño del analfabeta funcional provisto, eso sí, de gran audacia, caradurismo y mucha intuición estética. Del resto ni la profundidad reflexiva, ni el conocimiento intelectual parecen regir su actividad creadora, la cual colinda bastante con el azar y la improvisación. Gombrich ha puntualizado algo interesante: "El artista es su mejor crítico. Si dialoga con su obra, es un artista; si dialoga con el público, es probablemente un impostor".

Toda generalización tiene por supuesto su excepción. Tenemos por ejemplo el caso de un contado número de artistas cuya claridad conceptual y filosófica sobre sus peculiares propuestas estéticas representan algo así como ese otro extremo donde el creador entabla un dialogo con su trabajo artístico y no tanto para darle pistas al espectador como para encontrarle ventanas de luz a su propuesta estética.

La ignorancia cultural del pintor es en la mayoría de los casos proporcional a la ignorancia cultural del espectador. En tales circunstancias el diálogo es una suprema utopía. La preocupación de críticos y curados estriba en sí un urinario tiene tanto valor artístico como por ejemplo las pirámides mayas. Si el arte efímero tiene validez en mundo donde parece ser momentáneo, incluso los cincos minutos de fama reglamentario que tienen muchos artistas.

El arte en general hoy día, luego de una sinuosa travesía, ha llegado al puerto de la ambigüedad más aparatosa. Como hoy no se lleva la vanguardia ni el compromiso el artista es apenas una prima donna del mundo ligero del mercado artístico. Al mercado no le interesa la intrincada conceptualización que esgrima el artista sobre su obra, ni los fundamentos filosóficos y metafísicos que la fundamente. Hoy la obra de arte no explica NADA y por eso el artista trata de envolverla con un discurso que le proporcione validez tanto como obra de arte y como discurso.

El disfrute del arte actual más que conocimiento parece requerir de sensibilidad y curiosidad por parte del espectador. Es innegable que necesitamos educarnos para el arte de nuestro tiempo. Es innegable la necesidad de educar el ojo y los sentidos para cruzar el laberinto del arte actual y el cual posee una riqueza y variedad bastante extensa.

Lo interesante de las novísimas propuestas estéticas es que no son un hecho acabado y definitivo en sí, más bien son ensayos, tanteos que de seguro en un futuro próximo se impondrán como tendencias a pesar de las críticas y de los silbidos públicos (recuérdese las exposiciones de los dadaístas o de los impresionistas).

El punto crucial en la actualidad palpitante y globalizada es el crecimiento intelectual, técnico y espiritual del artista. Si el trabajador del arte se queda varado en su intuición y desecha toda preparación intelectual tendrá muy poco que ofrecer. Roger Fry ha escrito: "...en un mundo en el que el individuo está atenazado, moldeado y pulimentado por la pasión de sus prójimos, el artista continúa siendo individual de manera incontrolable: en un mundo en el que todos los demás son educados perpetuamente, el artista permanece ineducable; donde los demás están ya formados, él crece". El crecimiento del artista va directamente ligado a sus propuestas plásticas. Querer endilgarle al arte o al artista el rol de educador del espectador parece una soberana estupidez. El arte tiene tareas menos tangibles que cumplir.

Quizá el arte no pueda enseñarnos a ser mejores seres humanos(para eso está la ética, la filosofía), apenas puede permitirnos entrar en contacto con la belleza, con el asombro de la metáfora hecha obra de arte.

 



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