Desde Chile:
Mauricio Otero*
Hemos
constatado por la prensa española, leyendo la carta denuncia de Juan
Goytisolo y cien escritores respetables junto a él, que los concursos
que se realizan por miles en tierra ibérica, no son del todo transparentes.
Goytisolo y los cien han descubierto un velo de vergüenza que oculta
los subterfugios, estratagemas, y lo que es peor, el juego que se lleva
a cabo con las ilusiones de los 'concursantes', la mayoría jóvenes latinos.
Esto
configura, desde el punto de vista moral, una afrenta mayor a los corazones,
llenos de nobleza de la edad 'prístina', haciéndoles caer de frente,
herida, sobre la indeseada realidad.
Decimos
peligroso, en todas sus letras, y es aplicable de toda propiedad la
frase: jóvenes con todas sus letras, muchos con libros sin registrar,
que envían a estos 'certámenes', a los riesgos que ello implica, ilusionados,
es decir, plenos de confianza y optimismo, como quien apostara a una
lotería convencido de que va a ganar, por amor propio. Mas, debemos
señalar desde nuestra posición intachable, que lo que se pretende con
estas estrategias no es otra cosa que refrendar a personajes predesignados,
afectos al régimen, con la carga política de sustentar a los sistemas
y gobiernos. La relación entre política y literatura no es nueva. Viene
desde que el Estado existe. Quienes, como hombres o mujeres libres,
han optado por un camino propio, independiente, han pagado un precio
caro. Conocemos los casos de grandes escritores y poetas que fueron
'olvidados', sepultados por el aparato del Estado, en los regímenes
opresivos de muchas partes del mundo. Tal vez, sólo por nombrar lo emblemático,
sea el de los rusos Marina Tsivietaieva y Boris Pasternak. Digamos de
la primera, que como la mayoría de los genios poetas de ese país, se
suicidó (ya lo habían hecho Esenin, Mayakovski). Y del segundo que,
pese a la asfixiante realidad, vio un poco de luz, al serle concedido
el Premio Nobel de Literatura, merecido por cierto -el que tuvo que
rechazar para no ser expulsado de su país-, habiendo tenido un éxito
inmenso fuera, gracias a las traducciones de poetas amigos, en occidente.
Por muchos años la izquierda intelectual del mundo extra muros del este,
condenó a Pasternak, con una anteojera espantosa, sólo por haber sido
fiel a su rol de hombre libre y actuar en consecuencia. El precio que
debe pagar un hombre libre es 'la muerte en vida'. Pero los grandes
saben que el verdadero premio, es la eternidad. Es decir, la vocación
abierta a la libertad. (Ya advertía Maquiavelo a los príncipes de manera
evidente en esa época. ¿Qué nos toca hoy, entonces?)
Cuando
se hace una mezcla entre vanidad y poder, el cóctel puede ser mortal
para un escritor. El alquiler de la pluma, es lo peor que podría acontecerle.
Pero
volvamos a los concursos y a la geopolítica. España, pretendería mantener
su protectorado colonial cultural con América Latina, haciendo que concurran
los escritores, sobre todo jóvenes, aún inseguros de sí mismos, en busca
de la fortuna (fama y dinero), que trocaría sus desgracias cotidianas
y anonimatos en un tío vivo de gloria. Digamos que la intención nos
parece 'degenerada', pues no es la forma de pulimentar y conservar el
idioma 'madre'. Es más, está probado que cuanto más lejos de la paternidad
de una cultura, más alto se llega. El caso de Darío, Huidobro, Vallejo,
Lezama Lima y Girondo, son paradigmáticos. Esto debiera llamar a reflexión
a los conservadores y alertar a los jóvenes. Pensamos seriamente, que
se debieran implementar otras maneras de alcanzar reconocimientos a
los artistas del lenguaje. Sobre todo por esta condición, de 'artistas'
del 'lenguaje'. Cuando pienso en el caso de Isaac Babel, desaparecido
en los hospitales psiquiátricos soviéticos, por orden de Stalin, el
alma se me empoza en sangre abismal. Cuando estoy consciente de los
casos de escritores propagandistas, mi espíritu da un vuelco, se retuerce
de injusticia. Los gobernantes, debieran saber que los escritores son
más útiles siendo libres, críticos, conscientes, más que toda oposición
política, más valiosos que una cámara, torre de Babel, muchas veces.
Un escritor no puede ser considerado peligroso por pensar. Y el pensamiento
libre es condición de las sociedades plenamente modernas, con libertad
de expresión plenas. Y es tal vez por lo que tenemos que luchar todos,
mancomunadamente, sin alquilarnos, sino limpiando prejuicios y ventilando
las casas. Cuando medito en torno a los anarquistas nuestros, como Manuel
Rojas y José Santos González Vera, o la sociedad tolstoyana, abrigo
un poco de esperanza para nuestras generaciones. Los políticos siempre
han pretendido arrendar las plumas, porque saben que alquilan inteligencia,
y omiten libertad, y no hay cosa que un mal gobernante deteste más,
que la crítica. Hay quienes prefieren al escritor entregado, sometido
por unos denarios, pero éstos se engañan y saben del engaño. Mas en
aras de la libertad por la que lucharon y sobre la que se sostienen,
debieran meditar en la capacidad de transparentar la inteligencia, para
que esta brille realmente. Una sociedad acrítica, que no debate sus
temas, todos los temas, está condenada a la perdición. Y la democracia,
el resto de democracia que va quedando en el mundo moderno, debiera
nutrirse completamente de la discusión, del foro. Porque es la única
manera de salirse de los esquemas. Y no se debiera temer, puesto que
se legaría un 'estado' de plenamente abierto, donde quien pretendiere
someter estaría condenado al fracaso, por el sólo imperio de la ley
no escrita de la libertad permanente. Todos quienes ha pretendido poner
una mordaza a la letra han fracasado. No porque esté escrito en los
grandes libros, sino porque es una verdad auténtica (sic), la que se
mantiene por sí misma. El mejor remedio para los males de una democracia
es la discusión, debatir profundamente, partiendo del debate que se
lleva a cabo diariamente en las mesas de comer, hasta las oficinas,
hasta las calles y el foro público. El mejor tratamiento -y no hay otro,
gracias a las leyes no escritas del universo- para una enfermedad social
es la apertura total del entendimiento. Los que pretendan desentenderse
de esto, sabrán que están esclavizando a los pueblos. Un demócrata consecuente,
verá su apogeo en la libertad total, en los hombres libres circulando
sin miedo. Ese es el cambio que necesitamos. Hay que seguir avanzando.
Y los escritores e intelectuales en general verán florecer sus almas
con la única pócima real, la 'droga' de sí mismos: el hombre libre.
*Poeta,
escritor y dramaturgo chileno.