Desde
Chile, Gonzalo León.
Hollywood
es quizá donde vemos más patente lo políticamente correcto, o ese
imperativo social que se traduce en el reconocimiento de ciertas
minorías. En la última entrega de los Premios Oscar se premiaron
a dos actores afroamericanos y a Sydney Poitier, el actor de color
que cambió la historia de los afroamericanos en Hollywood. Por otro
lado, el reestreno de ET -la cinta de Steven Spielberg que impactó
hace veinte años- provocó cierta curiosidad por una escena modificada:
el niño va con ET en su bicicleta, los policías le ponen una barricada,
pero en vez de sacar sus revólveres, en esta ocasión los policías
sacan sus radios. También recuerdo la película española La niña
de tus ojos, de Fernando Trueba1,
en donde un grupo de actores españoles va a filmar una película
a la Alemania Nazi. Dentro del grupo se encuentra un franquista
admirador de Hitler, quien en el transcurso de la película es confundido
y llevado a un campo de concentración. ¡Qué políticamente correcto!
La
exageración de lo políticamente correcto ha llevado a que este concepto
-acuñado por una culpógena sociedad norteamericana- pierda totalmente
su sentido. Políticamente correcto ahora significa prácticamente
todo.
Estados
Unidos fue una nación esclavista de negros y de chinos. En Hollywood
-conocido como el aparato comunicacional de los Estados Unidos o
el Banco de la Comunidad Judía2-,
durante un tiempo3 persiguió,
encarceló o exilió a actores, productores y directores que fueran
tildados como antipatriotas o derechamente de comunistas. Más recientemente,
Estados Unidos -a través de la Doctrina de Seguridad Nacional- intervino
en muchas naciones, cuyos gobiernos les podían ser hostiles, tal
como a principios de los 60 lo fue Cuba con El Caso de los Misiles.
Estados Unidos -a través de la CIA- intervino en casi todos los
países en subdesarrollo: Vietnam, Panamá, Irán, Irak, Brasil, Argentina,
Chile... Es extenso el listado.
Sin
embargo, hoy el orden mundial ha cambiado. La Guerra Fría se extinguió,
y lo de las Torres Gemelas aún tiene choqueados a gran parte del
pueblo norteamericano. Pero no nos desviemos...
En
los Estados Unidos, se han desarrollado las principales luchas feministas
y por los derechos de los homosexuales. Como vemos, Estados Unidos
tiene razón por sentir culpa. ¡Vaya que la tiene! Y para exorcizar
esta culpa, los intelectuales norteamericanos -cuya mayoría son
judíos- crearon este concepto de políticamente correcto que resulta
ser un vulgar perdonazo. Lo políticamente correcto no se traduce
en un proceder presente, actual, sino más bien en uno que guarda
relación con el pasado, con atrocidades pasadas, y eso pone al concepto
en serio cuestionamiento.
Yo,
por ejemplo, o cualquier otro que no sienta que su pasado o el de
su familia o nación ha violado ciertos derechos inalienables podría
sentir que lo políticamente correcto carece por completo de significado.
O sea lo tiene, pero tal como está planteado es para otros y no
para uno. Yo me pregunto qué significado puede tener para ciertas
tribus africanas, alejadas de toda civilización, este concepto.
Sin
embargo, Estados Unidos -como muchas cosas- ha tratado de diversificar
esta culpa. O sea, a los chilenos -que la única culpa que debemos
sentir es por los mapuches, a quienes les quitamos todas las tierras
y parte de su dignidad- de todas maneras se nos apela desde Estados
Unidos a plantearnos en serio qué pasa con la cultura feminista
y la cultura homosexual. La verdad es que, en Chile, estas no son
las banderas más emblemáticas que debiéramos levantar, tomando en
cuenta nuestro particular pasado. Fuera de hechos aislados, nuestro
verdadero problema es la pobreza y la marginación de muchos chilenos.
La discriminación por raza o por género en realidad resulta ser
tan minúscula al lado de la pobreza que levantar la bandera del
feminismo como principal problema no deja de resultar absurdo y
tonto.
Arthur
C. Danto, basándose en Hegel4,
explica que el fin de la historia significa la conquista de la libertad
y, para el arte, la plena autonomía. "Es cierto que, en un
sentido, nos quedamos sin esperanzas, pero eso no es necesariamente
algo negativo. Tomemos el ejemplo histórico de lo que en la cultura
norteamericana se llamó el final de la frontera, cuando los
blancos completaron su dominio del territorio hasta el océano Pacífico.
¿No implicaba también para ellos el final de las esperanzas puesto
que ya no se podía avanzar más?"
Danto
afirmó esto desde Nueva York, meses antes del Atentado a las Torres
Gemelas. Él daba por hecho el fin de la historia, la conquista de
la libertad, en fin... Hoy, con otro orden sabemos que, al menos,
en lo del fin de la historia -creado por el japonés Fukujama5-
se equivocó. La historia del mundo y de las naciones sigue sucediendo.
Puede que existan períodos de marasmo, como alguna vez afirmó Felix
Guattari con relación a los países latinoamericanos, pero la historia
como la vida fluye y es imposible detenerla. La historia vive dentro
de cada uno de los seres humanos que habitamos este planeta. La
historia late, tiene su pulsión, como se dice hoy en día, y no acabará.
Quizá habrá procesos o hechos históricos que serán difíciles de
entender, pero eso es otra cosa.
Digo
esto porque este concepto de políticamente correcto basado
en un culpógeno pasado estaba y está mal planteado, porque se pensaba
que la historia se había detenido (o mejor, los procesos históricos),
y que por tanto, las equivocaciones de nuestros pasados -discriminación,
luchas de poderes, etcétera- serían las mismas. Es decir, se pensaba
en un unívoco pasado.
Por
otra parte, estar del lado de lo políticamente correcto significa
una cómoda posición, pues no se necesita pensar, sino acatar un
dictamen que hasta en Chile parece adquirir universalidad. Hoy,
por ejemplo, si uno es un artista debe ser políticamente correcto,
y en lo posible, adscribir a las posturas más radicales: feminismo,
movimiento por la liberación homosexual y el comunismo. En otras
palabras, para cualquier artista es mucho más fácil tener una impostura
que una postura propia frente a las cosas que suceden.
En
lo personal, jamás adscribiría al feminismo (porque soy hombre y
creo que este movimiento es una cuestión de género) tampoco al movimiento
discurso homosexual (porque lamentablemente soy heterosexual) ni
menos al comunismo (pues soy un anarquista declarado). Entonces,
para mí, esto de los discursos es más complicado que para otros.
Soy escritor y mi deber es pensar, y luego, sostener un discurso
propio; aunque si quiero hacérmelas más fácil puedo actuar en todo
ámbito políticamente correcto. No, mejor no. Mejor, prefiero decir
adiós a lo políticamente correcto, a la teoría de la culpa como
la denomino, y aceptar las consecuencias. A veces es preferible
ignorar hasta la más noble de las teorizaciones en pos de lo que
uno realmente cree y siente dentro del territorio donde se ha desarrollado
su vida, su pasado.
1
Director que con esta película obtuvo el Oscar a la Mejor Película
Extranjera. Antes había destacado con La Belle Epoque.
2
Esto último lo señaló en un documental el director Alain Rudolph.
3
Más específicamente, después de la Segunda Guerra y hasta finales
de los años 60, la Comisión de Actividades Antipatrióticas, presidida
por el senador Mc Carthy, condenó a actores, productores y directores.
Sólo en los años 70, se les ofreció disculpas por procesos errados
o llevados simplemente por la pasión de la Guerra Fría.
4
Filósofo alemán. Junto a Marx, uno de los más tercos opositores
al Capitalismo.
5
Historiador que se hizo famoso en los años 90 con su libro El fin
de la historia.