Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 4
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 38
Abril de 2002

ARTE Y TRANSGRESIÓN

Por: Carlos Yusti

El arte contemporáneo en muchas oportunidades se ha extralimitado en su afán de experimentación y en eso de retorcerle el cuello al cisne de los prejuicios estéticos de los críticos y de las ingenuas(a veces ignorantes) expectativas del público.  

El arte clásico parecía exhausto en su genialidad y pulcritud. Era necesario descorrer las cortinas, abrir las ventanas del museo y dejar que la luz impresionista, que comenzó a filtrarse en los cuadros de pintores como Manet, Monet, Degas, Sisley, Pisarro, comenzara a trabajar como una inusitada metáfora. La primera exposición impresionista (1874) desató la estampida de críticas más airadas. Un crítico aseveró, Jules Claretie, que los pintores impresionistas "parecían declarar la guerra a la belleza".  

Pero más que declarar la guerra a la belleza el artista contemporáneo venía a echar por tierra toda esa mistificación en torna a la obra realizada para encerrarla en un museo, venía a pisotear ese trillado canon de belleza heredado de los griegos. Ahora lo feo, lo absurdo, lo rústico, lo ordinario podía tener un lugar destacado en el arte.  

Desde hace bastante el arte ya no incomodaba a la administración.  Desde que los dadaistas convirtieron el hecho estético en espectáculo de burla violenta.  Desde que Marcel Duchamp le pintó bigotes a la Mona Lisa y exhibió un urinario de porcelana como una escultura. Es imprescindible el nombre de Piero Manzoni quien en una de sus exposiciones vendió su aliento en globos de colores. En 1961 creó su obra "Mierda de artista", consistente en noventa latas, firmadas y rellenas, con sus excrementos. También tenemos a Leo Castelli que exhibió latas de cerveza vacías arrugadas. Las tendencias artísticas proliferan: el perfomance, el video-arte, el body art, el arte conceptual. Chris Burden en eso del perfomance no ha escatimado en riesgos. En una ocasión se hizo disparar a quemarropa en el brazo derecho. Así mismo se hizo crucificar, bajo los efectos de la novocaína, a un volkswagen. Ron Jones ha sometido su rostro a nueve operaciones de cirugía plástica para convertirla en un collage con la frente de la Mona Lisa, el mentón de la Venus de Botecelli y así, aparte de exhibir y vender frascos contentivos con su grasa corporal. La Argelina China Adams colocó un anunció en varios periódicos donde solicitaba un trozo de carne humana. Alguien donó una tajada de un muslo. Luego la artista lo guisó con sal y ajo. Lo comió delante de los incrédulos asistentes en el museo Armand Hammer de los Ángeles.  


Pero para no ir muy lejos aquí en nuestro patio se recuerda el famoso "homenaje a la necrofilia", que desagradó a muchas narices respingadas.  También estuvo Loyola y sus banderas chatarras, Nelson Garrido y sus fotos blasfemas o sexual y religiosamente incorrectas. También tenemos a Javier Téllez, que metió un pabellón completo para enfermos mentales en la GAN. O sea, que el arte luego de unos creativos atentados cayó en la postmodemidad, en la transvanguardia, en el arte conceptual.  En fin que decidió pactar con el engranaje del mercado y la moda artística, tratando de aplazar la locura y la furia creativa, hasta asumir las razones tintineantes del dinero y contabilizar las ganancias con obras más colindantes con la decoración que del arte como fuerza expresiva.  

La exposición Sensation (sensación), de los jóvenes artistas británicos, que se inauguró (año 1999) en el Museo Brooklin, colocó de nuevo en el tapete esa idea del arte como propuesta transgresora, como hecho fustigador que descorre el velo hipócrita de la violencia que corroe todos los estratos sociales en el mundo. La muestra generó mucho ruido y hasta el senado tuvo que intervenir.  

Variada, violenta, superficial, asquerosa y brutal podrían ser algunos de los calificativos más idóneos para definir Sensation. Además, dicha exposición aireó bastante la atmósfera cargada y soñolienta del arte británico de estos últimos años. Sensation apunta a los sentidos del espectador, dirige su artillería hacia los prejuicios sexuales, morales y culturales; busca estremecer al espectador, vapulear su concha de supuesta normalidad en la cual se esconde tratando de escapar de esa violencia cotidiana que le salpica cada día. Aunque no hay nada nuevo ni original las obras de Sensation buscaban descifrar el mundo actual, donde la violencia se convierte en una estética espeluznante, buscan hacer un bosquejo de una época de barbarie sin ningún acecho claro de poesía o belleza.  

La muestra incluía 92 creaciones de 42 artistas. Todas las obras tienen un denominador común: la burla calculada, la irreverencia desprejuiciada. Hay obras que a todas luces parecen una tomadura de pelo como los maniquíes de Jake y Dino Chapman donde encontramos niñas con falos en la nariz y boquetes sexuales en sitios nada sutiles. Su obra "Ubermensch" representa al científico parapléjico Stephen Hawking, con su computadora portátil en las rodillas y su silla de ruedas al borde de un precipicio. La obra de Sarah Lucas, "Au naturel", un viejo colchón matrimonial adosado a una pared y en cuya superficie se reúnen, un tobo, un pepino erecto y cuya base son dos naranjas. Completa la obra dos melones.  El resto lo coloca el morbo del espectador. En otro espacio estaba la obra de Tracey Emin, un lienzo en forma de carpa de excursionista, titulado "Todas las personas con las que me he acostado". El interior de la carpa está tapizado con un conjunto de nombres escritos con prisa, o de manera descuidada, y notas sobre las relaciones con amantes pasados.

La obra "Myra" de Marcus Harvey, representaba el rostro de frente (foto de fichaje en la delegación de policía) de una asesina en serie de niños.  Dicho rostro estaba formado por las diminutas palmas de manos infantiles superpuestas y en tonos diferentes. Las obras de Rachel Whiteread son un oasis en la muestra. Sus espectrales y sutiles estructuras, fabricadas en yeso y resina permitían al espectador un poco de silencio y que se apartara de la algarabía efectista de las otras piezas. Las obras de Damien Hirst se construyen con y pedazos de animales disecados. Colocados en enormes recipientes de cristal, en una solución de formol, lo cual permite tener una panorámica de las partes internas del animal, en algunos casos una vaca entera, un cerdo. La obra que causó más revuelo fue la virgen negra y embarazada de Chris Ofili.  Es un cuadro que representa una virgen africana.  Tiene un seno descubierto en forma de mama de elefante y sobre un fondo amarillo y ocre se notan esparcidas recortes de pequeñas fotos que representan órganos sexuales.  El cuadro está montado sobre dos piedras azules y en uno de los extremos un gran trozo de excremento de elefante.  

En el arte actual fórmula del todo vale a veces permite que artistas mediocres logren estar a la par con artistas de verdadera y gran fuerza creativa.  Ya no importa tanto la obra como objeto de culto para ser encerrada en museos, que la obra como experiencia sensitiva, tanto para el creador como para el espectador.  Si el arte hoy todavía nos mueve al asco, el rechazo o el guiño cómplice se puede aseverar que nuestro espíritu libertario va sobreviviendo a ese sentido programático que nos encarcela la a vivir sin pasión.  Cuando el arte llama a botón nuestros sentidos, distraídos por la actual agitada manera de vivir, más que buscar nuestra complacencia exige nuestra atención, reclama de nosotros cierta disposición de estar alerta con la vida que pasa y en la que se encuentra la metáfora que vivifica al arte aunque llegue a perturbar o conmover.


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