Prefacio:
Desde eras
remotas el hombre viene intentando alcanzar espacios lejos del nivel
del suelo raso, o sea que la intención ha sido y, es, acercarse
lo más posible al espacio sideral. No olvidemos que ya en los tiempos
de Babilonia, sus habitantes se pusieron a construir el edificio más
alto alcanzado jamás, hasta entonces. La famosa torre de Babel (la
Biblia de los cristianos nos habla de ello), es el preámbulo de
lo que hoy en día, llamamos "rascacielos". Más tarde, ya
unos cuantos miles de años antes de nuestros días fueron
los egipcios y luego las civilizaciones mayas y aztecas los que dejaron
su huella, en este sentido; las cuales comenzaba desde donde el hombre
ponía su pie hasta donde la vista se desdibujaba y perdía,
mirando siempre hacia arriba, hacia las alturas.
Cada
uno de los tipos de construcciones, a través de los tiempos, nos
han ido dejando como pautas los géneros de civilizaciones y culturas
que en ellas participaron.
Lo mismo
ocurre hoy, precisamente en este siglo, y de esto nos habla un joven alemán,
residente en la ciudad de Frankfurt a.M., que con su cámara fotográfica
ha estado captando las nuevas construcciones de alturas posmodernas.
Frank Springer,
quien a sus escasos 22 años, ya está incubando una crítica
constructiva en cuanto al valor cultural y a los intereses que se ocultan
a los ojos del simple mortal que, de pura impresión, se queda "boquiabierto"
al presenciar una construcción en donde moran los seres grises de
nuestros tiempos, por sobre el nivel de las nubes.
LAS CATEDRALES DEL MODERNISMO
Las
altas construcciones, como ventiscos en formas de cigüeñas
sorprendidas, se entremezclan entre las edificaciones del más puro
estilo barrocas, que desfallecen como si fueran aldeas olvidadas. Estas
enormes catedrales, tales como las de tiempos pasados, están siendo
bendecidas, ya no por los mismos clérigos del medioevo, si no que
son bendecidas por los nuevos sacerdotes inspirados por la nueva ideología,
la del consumo, doctrina del capitalismo y la libre competencia.
Durante los días claros
sus paredes relucen, haciendo rebrotar en sus cristales las ondas ultravioletas
del rey sol, pero que por las noches, cualquiera sea la estación
del año, siguen brillando, ahora por gracia del artificio, que las
hace resplandecer desde la distancia como naves encalladas en un mar sin
ruidos.
Basta con caminar por las aceras
para darse cuenta que estas encumbradas catedrales del nuevo sistema no
tienen fachada ni detrás. Son verdaderas formaciones geométricas
por donde los humanos no dan con entradas ni salidas.
No hay frescos, ni estatuas,
ni lugares para el pensamiento. Todo es frío e im-personal. Aquí
los relieves han dado paso a un mundo liso, en donde los senti-mientos
no tienen sentidos. No hay confrontación entre la pasión
y el desamor; simplemente todo valor se ignora en
pos de un desarrollismo muy bien calculado.
El
poder, ¡ah el poder! Una sociedad se estimula así misma sobreponiéndose
a otra. En estas nuevas catedrales se detienen los viejos tipos de
confrontaciones, ya no como el antiguo orden, en donde lo barroco competía
en líneas y opulencias pictóricas con lo gótico, sino
que rescatando antiguos vicios de dominación y confrontaciones ideológicas.
Hoy es el poder de lo económico lo que está impulsando nuevas
formas y líneas que se eleven como el Gran hermano, que todo lo
vigila. En los vientres de estos monstruos "elefantistiscos" se almacena
toda la energía disponible en el planeta. Desde las vibraciones
de un simple telefón "Handy", hasta las intenciones más disparatadas
que permiten que generaciones completas de seres vean transformados sus
"modus viventis".
El
hombre ha soñado con estar en la cúpula, de donde emanan
las grandes decisiones, ahora irremisiblemente ya está en la cima,
en el piso 184, en cualquiera de las avenidas de esta gran ciudad, que
puede ser Frankfurt (que los banqueros llaman Frankhattan); también,
cualquier mortal que se precie de estar al día con sus finanzas
y papeleos de ciudadano debe subir casi hasta la alturas de las nubes para
cumplir con sus obligaciones de habitante del burgo.
Antes, pese a nuestros atrasos
y esperanzas incógnitas, por lo menos podíamos fijarnos en
el horizonte. Hoy la tecnología, hasta de este elemento natural,
intocable e inalcanzable lo hace desaparecer de nuestros ojos. Todo ha
sido cubierto por vigas y planchas de acero, por cristales irrompibles
y por espacios futuristas monótonos y de dudosos gustos. Mientras
los constructores y auspiciadores continúan afincados en sus villas
de materiales comunes y corrientes, nosotros estamos embutidos en una camisa
de acero inoxidable, que nos priva inclusive de nuestra personalidad ancestral.-
Texto y fotografías:
Prefacio y traducción:
Frankfurt a.M.- Alemania